Piense en alguna oportunidad en que haya sentido mucha sed. Es probable que al intentar satisfacer su deseo de tomar una bebida, no hubiera nada mejor que ese vaso de agua fría.

Compare dicha necesidad física con la sed espiritual. El Señor conoce nuestra profunda sed, y solo Él puede saciarla de verdad.



¿No es curioso, entonces, que vivamos en una sociedad donde la mayoría de la gente se siente insatisfecha? En Cristo, tenemos todo lo necesario para estar contentos y satisfechos. Sin embargo, nuestro mundo nos dice que busquemos la riqueza, la gloria y otros sueños sin importancia. Estas cosas parecen funcionar solo por un corto tiempo, si es que funcionan. Pero muchas veces no reconocemos nuestras necesidades reales. El enemigo sigue engañándonos diciendo que sus pobres sustitutos satisfarán nuestro anhelo.

Nuestro Dios trino, en cambio, es todo lo que necesitamos. Echemos un vistazo a varios pasajes de las Sagradas Escrituras. Jesucristo se denominó “el pan de vida” y “el agua de vida”, el sustento que nuestras almas necesitan para sobrevivir y fortalecernos (Jn 6.34, 35; 7.37, 38). La Palabra de Dios es viva, capaz de enseñarnos, convencernos y redirigirnos hacia un camino conforme a la voluntad de Dios (He 4.12). La verdad bíblica, que es comparada con la leche, provee el alimento que nuestra alma necesita (1 P 2.2).



Todos tenemos un vacío interior, el anhelo de algo más. ¿Con qué trata de satisfacerlo? Nuestros corazones son como un rompecabezas. No importa cuánto intente forzar una pieza incorrecta, nunca encajará bien. Acuda a Cristo, y confíe en Él.

Fuente Encontacto.org