El papa Francisco lanzó este sábado una voz de alarma ante «la deforestación excesiva» de Madagascar, y sugirió a las autoridades crear empleos respetuosos con el medioambiente para sacar a la población de una precariedad «inhumana».
Después de su visita de menos de 48 horas por Mozambique, el papa abordó directamente el tema en su primer discurso en Madagascar, igualmente uno de los países más pobres del planeta.
Frente a las autoridades políticas, civiles y religiosas malgaches, el pontífice argentino alentó al país a luchar contra «la corrupción y la especulación que aumentan la desigualdad social».
Hay que «afrontar las situaciones de gran precariedad y exclusión que todavía producen condiciones de pobreza inhumana», abogó Francisco.
El papa, muy sensible con la cuestión de la preservación del planeta al que llama «hogar común», se mostró especialmente preocupado por «la deforestación excesiva a favor de algunos» en la isla.
Incendios forestales, caza furtiva, tala desenfrenada de preciados bosques, exportaciones ilegales: las causas son múltiples, enumeró el papa, para quien «esto compromete el futuro del país».
En Madagascar, la quinta isla más grande del mundo, con 587.000 km2 y 25 millones de habitantes, nueve de cada diez personas viven con menos de dos dólares diarios. Y las actividades de los bosques «garantizan a veces su supervivencia», reconoció el pontífice.
La única solución, a su parecer, es «crear empleos y actividades generadoras de ingresos que respeten el medioambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza».
Pues «no puede haber un verdadero enfoque ecológico, ni un trabajo concreto de salvaguarda del medioambiente, sin la integración de una justicia social».
«Unas 200.000 hectáreas de bosque se pierden cada año en Madagascar», estimó Philip Boyle, el embajador británico en la gran isla, que escuchó el discurso del papa.
Algunas proyecciones hablan incluso de «la desaparición de la mayor parte de la selva tropical húmeda de aquí a 2040», añadió.
El sábado por la noche, el papa se encontrará con unos 12.000 jóvenes scouts católicos malgaches, para una velada de oración en un campo acondicionado para la ocasión.
– Desempleo de los jóvenes –
Tafika Fanomezana, de 39 años y coordinador de los voluntarios que ayudarán a garantizar la seguridad del papa, espera «un gran cambio en la sociedad tras la visita del papa, sobre todo una reducción del desempleo entre los jóvenes». Más de la mitad de ellos no halla trabajo, ni siquiera aunque cuenten con varios diplomas.
La inestabilidad reciente del país no favoreció su desarrollo económico, basado fundamentalmente en la agricultura y en la exportación de vainilla y cacao.
El presidente Andry Rajoelina, de tendencia liberal, regresó el año pasado al poder tras una campaña en la que prometió empleo y vivienda a la población.
El sábado por la mañana, Rajoelina se reunió con el sumo pontífice.
Desde su independencia de Francia en 1960, los malgaches «se hundieron en la desesperanza, perdieron sus referencias», reconoció Rajoelina ante el papa, y prometió «enderezar el país» y «prestar atención a los desfavorecidos».
En cambio, al hablar de «los recursos abundantes» de la isla, no mencionó la deforestación.
– «Merece la pena» –
Uno de los momentos álgidos de la visita del papa argentino será la gran misa del domingo, en la se esperan unas 800.000 personas, que ya empezaron a llegar a la capital, Antananarivo, repleta de enormes afiches con el retrato del pontífice.
Fieles de todo el país, que se alojarán en tiendas en los patios de las parroquias de la capital, convergerán la mañana del domingo en un enorme campo de 60 hectáreas de antiguos viñedos, reacondicionado y bautizado «Soamandrakizay» (‘un bien para la eternidad’).
Prospère Ralitason, un agricultor de 70 años, hizo el trayecto junto a otros 5.000 peregrinos de Ambatondrazaka (centro-este), a 200 km de la capital. «Estamos cansados, pero merece la pena hacer todos estos sacrificios para ver al papa con nuestros propios ojos y recibir su bendición», declaró a la AFP.
Desde su tienda, este abuelo esperaba impaciente la última etapa el domingo, dos horas de caminata para ir a escuchar la homilía del papa.
«Gastamos 65.000 ariary (16 euros; 18 dólares) y trajimos 3 kilos de arroz para hacer el viaje a Antananarivo», contó otro de los peregrinos del grupo, Jean-Claude Rabemanatrika, de 40 años y también agricultor.
«En casa somos cinco, no tenemos suficiente dinero, así que tuvimos que elegir: solo uno de la familia podía hacer el viaje», agregó.