¿Qué anhela en la vida? La respuesta no se encuentra en lo que usted piense que es su meta, sino en lo que esté haciendo en realidad. Por ejemplo, usted puede decir que el Señor Jesús tiene el primer lugar en su vida, pero ¿está buscándolo de verdad por encima de todo, o se ha desviado tras sus propios deseos?

Este fue el caso de los judíos que regresaron a Israel después de estar en cautiverio en Babilonia. Tenían la meta de reconstruir Jerusalén y el templo, pero desviaron su atención a la construcción de sus propias casas, y siguieron posponiendo el trabajo en la casa del Señor. Como resultado, Dios estaba cuestionando sus esfuerzos.



El Señor lo describió de esta manera: “Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco; lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo” (Hag 1.9 NVI). La gente pensaba que podía anteponer sus intereses económicos por encima de Dios y aun así prosperar.



Lo mismo sucedía en los días de Malaquías. Cuando el pueblo dejó de traer sus diezmos y sus ofrendas, Dios lo llamó robo. Los amonestó a “traer todo los diezmos al alfolí” para poder abrir las ventanas de los cielos y derramar bendiciones abundantes (Mal 3.10).

Este principio se extiende hasta nosotros hoy, y abarca más que los asuntos de tipo económico. El apóstol Pedro nos ha dado una lista de cualidades que Dios quiere que busquemos con diligencia (2 P 1.5-11). Descuidarlas significa miopía espiritual, mientras que quienes las practican no tropezarán.

Fuente Encontacto.org