Una de las razones por las que los cristianos podemos llegar a dudar de nuestra salvación es la presencia del pecado en nuestra vida. Según 1 Juan 1.6, las personas que profesan fe mientras continúan teniendo un estilo de vida pecaminoso, se engañan a sí mismas y andan en tinieblas. El versículo 7, sin embargo, ofrece alivio a quienes somos salvos. Aunque pudiéramos llegar a pecar, esto no significa que perderemos la salvación. El pasaje de hoy explica cómo debemos lidiar con el pecado:
CONFESAR NUESTROS PECADOS (1 Juan 1.9). La confesión debe ser nuestra primera reacción cuando tropecemos y caigamos. Significa confesar a Dios que hemos actuado de una manera incompatible con su carácter y sus normas, y que necesitamos su perdón y su purificación.
RECORDAR QUE CRISTO ES NUESTRO ABOGADO ANTE EL PADRE (1 Juan 2.1, 2). La voluntad de Dios es que no pequemos nunca, pero cuando lo hacemos, Cristo es nuestro Defensor en el tribunal de Dios. Su sacrificio expió por completo nuestro pecado y satisfizo la justicia divina. Cuando nos arrepentimos y creemos de corazón que Cristo murió por nuestros pecados y nos justificó ante Dios.
RECORDAR QUE EL PECADO NO ES UNA PRÁCTICA CONTINUA PARA EL CREYENTE VERDADERO (1 Juan 3.9). Puesto que nacimos de Dios y el Espíritu Santo habita en nosotros, no podemos seguir en el pecado. Aunque puede haber breves períodos de transgresión, el Espíritu de Dios obra en nosotros para cambiar nuestras prácticas y deseos.
La desobediencia de un creyente acarrea la disciplina del Señor, no la pérdida de la salvación. Sin embargo, como hijos de Dios, nunca debemos justificar nuestra desobediencia ni abusar de la gracia de Dios para vivir en pecado. Por el contrario, debemos practicar la obediencia y la santidad.
Fuente Encontacto.org