Hace unos días recibí una llamada telefónica de alguien que administra un centro profesional de salud y bienestar, la persona que me contactó lo hizo con la intención de dejarme saber que un individuo a quien conozco se estaría realizando un procedimiento para corregir un mal en una parte de su cuerpo.

Se supone que en esta clase de lugares como en otros se debe preservar la identidad y la intimidad de los clientes, pero no siempre ocurre así debido a que en su modo de vida no existe la discreción. Basta con ponerse en el lugar de el o la afectada y preguntarse si le interesa que su situación sea de conocimiento público sin su autorización.



Como periodista a diario uno recibe muchos datos de diversas fuentes, pero hay una línea muy clara entre la intimidad y el deseo de informar.