Con una gran exposición en el Louvre de París con motivo del 500º aniversario de la muerte del maestro italiano Leonardo da Vinci, Francia conmemora al genio del Renacimiento, que Italia comparte con dificultad con ese país.

La exposición inaugurada este jueves, considerada única al reunir 160 obras del artista toscano, estuvo ensombrecida por la disputa judicial entre Italia y Francia por el préstamo del «Hombre de Vitruvio».



La delicada obra, que se mantiene en una bóveda climatizada en la Galería de la Academia de Venecia, se expone en contadas ocasiones al público y su préstamo fue autorizado por la justicia italiana tras varios recursos.



El episodio despertó la eterna rivalidad cultural entre los dos países, con importantes museos, un patrimonio artístico notable y monumentos inestimables.

El precedente gobierno populista italiano insinuó el año pasado que no estaba dispuesto a prestar más obras de Leonardo.

El caso provocó una crisis diplomática liderada por el ultranacionalista y entonces ministro del Interior, Matteo Salvini, dispuesto a negar el préstamo concedido por el gobierno precedente de centroizquierda.

La entonces viceministra de Cultura, Lucia Borgonzoni, cercana a Salvini, recalcó que Leonardo «era un gran italiano, incluso si al otro lado de los Alpes lo quieren hacer pasar por un francés».

Con el cambio de gobierno en agosto cambió también la actitud oficial y al volver a su cartera el anterior ministro de Cultura, Dario Franceschini, se autorizaron de nuevos los préstamos.

Sin embargo, un tribunal de Venecia decidió suspender la autorización, hasta que otro juzgado rechazó la semana pasada esa decisión, aduciendo que se trataba de «una excepcional exposición de relevancia mundial».

Los italianos además estaban irritados por la metida de pata de un presentador de la televisión francesa después de que definiera a Da Vinci como «el genio francés».

– El genio que todos quieren –

Para el historiador Jean-Yves Frétigné, las controversias franco-italianas en torno a Da Vinci son el fruto de una histórica «rivalidad cultural» entre dos países con un pasado glorioso.

«Por un lado, Italia se considera, junto con Roma, la cuna del arte occidental y, por otro lado, Francia, que se siente superior, prefiere mirar hacia otros vecinos como Alemania o Inglaterra», explica el historiador, coautor de «Francia e Italia, Historia de dos naciones hermanas» (Armand Colin, 2016).

Las campañas napoleónicas se hicieron con cientos de obras de arte de Italia que terminaron en museos franceses y dejaron a los italianos la idea de que fueron saqueados.

Un sentimiento que todavía está vivo. Los italianos nunca han aceptado que la obra más célebre de Leonardo, La Gioconda, se encuentre en Francia.

Además, el Louvre tiene el privilegio de contar con cinco pinturas del artista, lo cual significa un tercio de todas las que se conservan en el mundo, entre ellas «San Juan Bautista» y «La Belle Ferronière» («Retrato de una mujer desconocida»).

La Gioconda, admirada por la técnica empleada y por una belleza que ha inspirado cuadros y parodias, es visitada por millones de personas anualmente.

En 1911 fue robada por un modesto trabajador italiano, que actuó por patriotismo para que esa obra maestra regresara a su país.

Muchos italianos reclaman el regreso de la enigmática sonrisa de la Mona Lisa a Italia. La obra fue adquirida por el rey francés Francisco I, quien la habría comprado por un importe de 4.000 escudos de oro, aunque no está claro si antes o después del fallecimiento del artista en Francia en 1519.

Para Alessandro Vezzosi, director del «Museo Ideal Leonardo da Vinci», ubicado en Vinci, la ciudad natal del pintor, «la figura de Leonardo ha sido víctima de eventos extraordinarios y el robo de la Mona Lisa ha sido de los más emblemáticos», comentó.

«Todos lo quieren. Nació en Vinci, en Toscana, pero es florentino. Vivió en Milán (donde se quedó en la corte Sforza) y se volvió milanés. Al final murió en Francia como si fuera parisino», resume el historiador.