«Tenemos agua, esto es lo más importante en una casa», afirma Abdalá Al Harthy, un padre de familia de Omán, un país del sur de la península arábiga donde la desalinización supone un alivio para la población aunque esta tecnología tenga sus límites.

En Sur, al sur de Mascate, el agua del grifo proviene de una gran planta desalinizadora situada en la playa. Y lo mismo ocurre en el resto del país, gracias al impulso del sultán, cuyo retrato se ve en las calles con motivo de la fiesta nacional.



«Antes era difícil, teníamos pozos, el agua llegaba en camiones. Desde los años 1990, tenemos cañerías y no hay cortes», explica Al Harthy, de 58 años, que la AFP entrevistó a finales de noviembre.

Con el cambio climático, los veranos se alargan y los días de 50 ºC se multiplican, señala este guía turístico. «Sin agua no podíamos hacer nada».



En la región de Sur, pegada al mar de Omán, los «wadis» (los lechos de los ríos) están totalmente secos.

Río arriba, las escasas precipitaciones llenan algunos embalses. El nivel de las capas freáticas ha bajado y, en esas regiones petroleras, antes cubiertas de océanos, suelen ser saladas.

Desde hace diez años, la planta desalinizadora ha dado un respiro a los 600.000 habitantes de la provincia. Está gestionada por el grupo francés Veolia junto a un grupo omaní y provee 130.000 m3 diarios.

La planta, muy protegida de posibles ciberataques, tiene una gran sala climatizada que alberga en tubos unas 12.000 «membranas», una suerte de tejidos que sirven para filtrar el agua.

«La tecnología ha avanzado y el coste se dividió por 10 en 40 años», subraya el director general de Veolia, Antoine Frérot.

– Salmuera y emisiones contaminantes –

En Omán, Veolia utiliza una nueva tecnología llamada «barrel», una gran cisterna que puede albergar membranas de una resina con alvéolos y que debería permitir eliminar la gran sala y la climatización.

Sin embargo, el desalado, sea cual sea la tecnología, tiene importante impactos medioambientales.

A nivel mundial, estas plantas producen más emisiones tóxicas y de salmuera que agua dulce, según un estudio de la universidad de Naciones Unidas de Canadá,

El caso de Sur es particular porque el agua no sale del mar sino de debajo de la playa, a 80 metros, en la fragosidad de la roca kárstica, de manera que ya está prefiltrada.

«Esto permite casi no tener que utilizar productos químicos», explica el director de operaciones, Mehendran Senapathy.

Pero existe el problema de qué hacer con la salmuera, que acaba vertida o en el mar.

Según Frérot, la sal es demasiado barata como para recuperarla pero en cambio podrían tener valor el yodo o las algas.

Las plantas desalinizadoras, que necesitan una gran cantidad de energía para funcionar, a base de gas o de petróleo, también emiten gases de efecto invernadero. En Sur está previsto instalar una central solar.

Hay otras opciones, como el reciclaje de aguas residuales. «Es un recurso que se puede utilizar varias veces, que evita los transportes a grandes distancias y que obliga a tratar los casos de contaminación», apunta el responsable de Veolia.

Sin embargo «el límite es la aceptación cultural» aunque está convencido de que esto «llegará».

De momento, las autoridades omaníes tratan de concienciar a la población para que ahorre agua.