Cuando se trata de las series de Netflix, nunca puedes saber si son un éxito hasta que la plataforma informa de si las renueva o no. Incluso si las cancela, siempre te quedas con la duda de si en realidad tenía público (cuando los costes escalan tras dos o tres temporadas, unas audiencias saludables no comportan la renovación en la plataforma). Pero con Mesías no puedo evitar pensar que tiene que ser un exitazo. Y lo entiendo aunque la serie sea muy mediocre.

Primero de todo, mi deber es reconocer que me vi los diez episodios de la primera temporada en menos de una semana. Por lo tanto, alguna virtud debería tener la serie para mantenernos en casa pegados a la pantalla y sin ser capaces de quitar Mesías cuando Netflix nos colocaba la cuenta atrás al finalizar un episodio (y para que viéramos el siguiente). ¿Y cuál es la principal? El punto de partida.



El supuesto Mesías. (Hiba Judeh/Netflix / Hiba Judeh/Netflix)

Más de uno seguro que se ha planteado alguna vez lo que sucedería si alguien como Jesucristo apareciera en la Tierra y dijera que es el Mesías. Lo más probable es que acabara en un centro psiquiátrico en un mundo donde los milagros ya no existen (o como mínimo no los reconocemos como tales). Esto es lo que plantea la serie de Michael Petroni cuando Al-Masih planta cara al Estado Islámico en Siria y pone en jaque a las autoridades de Israel al denunciar la arbitrariedad de las fronteras en el planeta.

Eso sí, ¿dice la verdad o es la operación propagandística más compleja de la historia de la humanidad? ¿Detrás está alguna de las fuerzas enemigas de Estados Unidos? Como dice el personaje de Michelle Monaghan, la agente de la CIA Eva Geller, puede ser una amenaza mucho mayor que el terrorismo. ¿Existe algo peor que colocar ideas en la sociedad como una bacteria que infecta el organismo y así esparcir el caos en el sistema? ¿Y no hubieran dicho exactamente lo mismo de Jesucristo que acabó en la cruz?



¿Cómo tratarían los medios al Mesías? (Ursula Coyote/Netflix / Ursula Coyote/Netflix)

Esta premisa era un puntazo. Olía a thriller geopolítico del destilo de Homeland pero con una base de fe y con potencial para proponer cuestiones más religiosas y existenciales que meramente un giro tras otro. La realidad, en cambio, ha sido otra: en Mesías apenas ha ocurrido nada de tanto miedo que Petroni tiene de posicionarse en la condición de Al-Masih (un Mehdi Dehbi cuyo atractivo va de menos a más). O, mejor dicho, quizás el problema es que necesita alargar el chicle porque no tiene tan desarrollada la trama como el reclamo con el que comienza.

Cuando termina la temporada con un supuesto giro de guión, lo que Mesías está haciendo es tomarnos el pelo una vez más. Puntos de inflexión como ese ya los habíamos tenido durante la temporada: el tornado en un pueblo perdido de Texas y el momento delante del monumento a Lincoln en Washington ya habían propuesto el mismo interrogante (¿hay un elemento sobrenatural o son simples casualidades o trucos?). El desenlace solamente confirma lo que temíamos: la serie opera con un anzuelo tras otro y sin la necesidad de profundizar en ninguno de los personajes. Tras diez episodios, los personajes están todos tan a medio cocer como la historia, a pesar de que Petroni ofrece lo suficiente (y sobre todo insinua el potencial justo) para mantenernos pegados.

Eso sí, Petroni ofrece lo suficiente (y sobre todo insinua el potencial justo) para mantenernos pegados a la pantalla. Estos días, además, he tenido la impresión que no soy el único. Sin que sirva de prueba fehaciente de nada, me he encontrado una retahíla de personas que me preguntaban acerca de la serie. No me refiero al mundo seriéfilo que se pasa el día en Twitter y controlando los estrenos de Netflix sino usuarios más desconectados del ruido 2.0 y que simplemente habían comenzado la serie (y la habían terminado) también en menos de una semana. ¿Estamos ante uno de esos éxitos silenciosos, de esos que no hacen ruido porque sus espectadores son callados pero existentes? Podría ser.

Sea como sea, si Mesías recibe luz verde para una segunda temporada, tendrá que meterse en el fango. No es una cuestión de “necesitamos respuestas” sino de meterse en el fango, posicionarse, explicarnos más del mensaje de Al-Masih y las consecuencias que podría tener en la sociedad, entender del todo a las personas que tiene a su alrededor, hablarnos de la fe como una arma y cómo los poderes verían un Mesías (sea falso o no) como una amenaza a su dominio del sistema. El potencial de la crítica inicial nunca fructifica del todo.

Se puede adentrar en este terreno y al mismo tiempo mantener cierto misterio. Hasta ahora ha sido como ver a una persona acercarse a la piscina, planteándose si se tira o no al agua de cabeza, pero sin tomar una decisión mientras pasan las horas (y han sido diez). Y tú, que te lo miras atentamente, ya empiezas a coger frío.

Pere Solà Gimferrer