Aunque su rigor formativo no garantiza el éxito, sí hay una correlación entre algunas de las personas más ricas del planeta y este método.
Aprendizaje por descubrimiento
Tal y como explica el psicólogo Alex Figueroba en este artículo de ‘Psicología y mente’, hay ocho principios básicos que rigen la filosofía educativa del método Montessori. Para empezar, a diferencia de otros programas más teóricos o académicos, este método «tiene un carácter marcadamente constructivista. Se entiende que las personas en general aprendemos mejor mediante el contacto directo, la práctica y el descubrimiento que a través de la instrucción directa. No obstante, determinadas materias, sobre todo a partir de los 6 años, requieren clases magistrales puntuales».
Preparación del entorno educativo
En este contexto, para fomentar el espíritu descubridor del alumno, no basta solo con no darle instrucciones, sino que hay que incitarle creando un ‘entorno preparado’ para que no sea un mero espacio educativo. «Esto significa que se procura que esté adaptado a las necesidades de los alumnos en función de su edad. Además, debe propiciar el movimiento y la realización de actividades, estar limpio y ordenado, ser estéticamente atractivo y contar con elementos naturales como plantas dentro y fuera del aula», señala Figueroba.
Uso de materiales específicos
«Uno de los componentes más importantes del entorno preparado montessoriano es la inclusión de determinados materiales que fueron desarrollados por la propia Montessori y sus colaboradores. Es preferible utilizar materiales naturales, como la madera, que otros más artificiales», apunta el psicólogo. En este sentido, Montessori trata de que la forma que tenga el alumno de conocer el mundo que le rodea sea lo más directa y natural posible: está muy bien leer cien libros sobre un insecto determinado (pongamos, un tipo de escarabajo), pero si nunca lo has tenido delante de ti, jamás sabrás cómo se mueve, cómo interactúa con el entorno, etc.
Elección personal del alumno
«A pesar de que el entorno preparado conlleva limitaciones en el rango de actividades a las que pueden acceder los alumnos, éste sigue siendo mayor que el de la educación tradicional y durante la mayor parte del tiempo de clase se da libertad para escoger cualquier material, juego o contenido educativo de entre los que hay disponibles en el aula», comenta Figueroba, que recuerda que «Montessori hablaba de ‘autoeducación’ para hacer referencia a la participación activa de los estudiantes en su propio aprendizaje». En este sentido, una de las claves es que el alumno se sienta responsable en la toma de decisiones y, por eso, se le trata de una manera más ‘adulta’ incluso desde edades muy tempranas.
Aulas para grupos de edades distintas
En la mayoría de los métodos educativos (y en la enseñanza reglada en España), la división de los alumnos se realiza de año en año, es decir, que un niño de seis años comparte aula con los nacidos ese mismo año. Sin embargo, Figueroba explica que «un aspecto muy relevante del método Montessori es el hecho de que se recomienda que las aulas contengan un número elevado de alumnos y que estos tengan edades diferentes, si bien se dividen por grupos de edad a causa de las especificidades del desarrollo en cada periodo. Generalmente, la separación se realiza en grupos de 3 años (por ejemplo, de 6 a 9)». La razón es que no se trata de adquirir conocimientos parcelados durante un año concreto, sino de desarrollar áreas más amplias en períodos más largos. «Así, en la infancia temprana es importante desarrollar el lenguaje o los sentidos, mientras que el pensamiento abstracto se fomenta sobre todo a partir de los 6 años», añade.
Aprendizaje y juego colaborativos
«Puesto que los alumnos tienen libertad para escoger de qué forma se educan, con gran frecuencia decidirán colaborar con sus compañeros. Esto permite la tutorización entre pares, es especialmente relevante en relación al juego (que cumple funciones importantes en el desarrollo sociocultural) y debe ser promovido por el profesorado», señala Figueroba. Como sucede con otros estilos pedagógicos, como el de Freinet, la asimilación de la colaboración es uno de los objetivos últimos del método de Montessori. Y, si atendemos a los resultados de algunos de sus alumnos, tiene mucho sentido: en los negocios, las relaciones con clientes, proveedores (incluso con la competencia) determinan el mayor o menor éxito de una empresa. Y, aunque siempre existan prácticas más hostiles, la filosofía del win-win (beneficio mutuo de las partes) es la que más éxito a largo plazo consigue.
Clases sin interrupciones
La mayoría de los pedagogos y educadores recomienda establecer períodos de descanso regulares para que los alumnos, especialmente en edades tempranas, no se vean saturados. Sin embargo, ¿qué ocurre si consigues que un alumno mantenga la concentración y, además, se lo pase bien durante un período más largo? «Otro de los rasgos más característicos del método Montessori es la presencia de clases de 3 horas ininterrumpidas. Dado que se basan principalmente en la autoeducación por parte de los alumnos, estos deberían aburrirse mucho menos que en la enseñanza tradicional; lo que se busca es favorecer el logro de un estado de concentración que potencie el aprendizaje», añade Figueroba.
Profesor como guía y como supervisor
Por último, el rol de profesorado cambia sustancialmente, ya que no se trata de que sea la única fuente de conocimiento de un aula, sino que «en el método Montessori el profesor guía el aprendizaje de los alumnos, evitando obstaculizar su proceso de autoeducación. Así, sus roles se relacionan con la preparación del entorno académico, la observación de los niños para promover el aprendizaje individualizado, la introducción de nuevos materiales educativos o el aporte de información», concluye el psicólogo.