El 29 de febrero de 2020 nos recuerda que, cada cuatro años (con algunas excepciones), añadimos un día al final de febrero a nuestro calendario de 365 días, en lo que llamamos un año bisiesto.
Es un ajuste al cual nos hemos acostumbrado. Es un día más para pagar las cuentas a fin de mes, aunque también es un día más para esperar la llegada sueldo. Los que nacieron en esa fecha solo pueden celebrar un verdadero cumpleaños cada cuatro años.
Una sola vez en la historia, sin embargo, Suecia marcó un doble año bisiesto con el 30 de febrero incluido en su calendario de 1712. ¿Se imaginan los que nacieron en esa fecha? Jamás pudieron celebrar un cumpleaños de verdad.
Manipulación del tiempo
Contar el tiempo, marcar los días, meses y años, es una invención humana que trata de seguir los ciclos lunares -más o menos 29,5 días entre lunas llenas-, y solares, más o menos 365,25 días para que la Tierra gire alrededor del Sol.
Pero es un conteo que está sujeto a la manipulación. Diferentes gobernantes a lo largo de la historia dividieron el año en meses (no siempre 12) y quitaron y pusieron días a esos meses según sus necesidades políticas y económicas, o sus caprichos personales.
No obstante, la alineación de esos calendarios con el año solar era un requisito que no se podía obviar.
El emperador Julio César, hace casi 2.000 años, impuso un calendario muy parecido al que usamos hoy en día.
El llamado calendario juliano alternó los 12 meses con 30 y 31 días, iniciando el año en marzo, por ser el comienzo de la primavera, y dejando a febrero cojeando con 28 días o 29 días.
El año bisiesto se ha marcado desde esas épocas romanas para sincronizar el año calendario de 365 días al año solar de aproximadamente 365,25 días o sea, 365 días y seis horas.
El gran salto gregoriano
Ese cálculo sirvió durante siglos, pero no es exacto. El año solar en realidad es un poquitín más corto: 11 minutos y 14,784 segundos, para ser precisos. No es una diferencia que pueda causar un impacto inmediato pero, con el paso de los años, el desfase es notable.
Por eso el papa Gregorio XIII intercedió con su calendario en 1582, para «corregir» la discrepancia. Se hizo sobre todo por razones religiosas, pues el equinoccio de marzo, que marca el inicio de la pascua, se había desfasado por tres días a lo largo de los siglos.
Sea como fuere, el calendario gregoriano es el estándar establecido en la mayoría del mundo. Aunque no todos los países lo adoptaron al mismo tiempo.
Primero fueron los que estaban alineados con la Iglesia Católica. En lugar de eliminar años bisiestos en las siguientes cuatro décadas, cortaron de un tajo 10 días. Saltaron del jueves, 5 de octubre, al viernes, 14 de octubre, de 1582.
Otras naciones e imperios protestantes fueron reacios, pero finalmente adoptaron el cambio. Reino Unido y sus colonias americanas hicieron el gran salto del 2 de septiembre al 14 de septiembre de 1752.
Parsimonia sueca
Pero antes de eso, cuando Suecia decidió incorporar el calendario gregoriano, no quiso hacerlo eliminando todos esos días tan súbitamente. Prefirió hacerlo gradualmente, saltándose los días bisiestos de febrero durante 40 años, hasta quedar ajustados.
Según el calendario juliano que seguían, 1700 era un año bisiesto, pero sólo le atribuyeron 28 días a febrero. Tenían la intención de hacer lo mismo en 1704, 1708, etc. pero, poco después, estalló la guerra y tuvieron otras prioridades que les hicieron olvidar los cambios.
Unos años después, el emperador Carlos XII se dio cuenta de que el calendario en Suecia no era ni juliano ni gregoriano, tomó medidas drásticas y abandonó el cambio.
Pero, como ya habían omitido el bisiesto de 1700, ordenó que en 1712 (otro bisiesto) se añadiera un día adicional al 29 de febrero, creando así por única vez en la historia desde las épocas de Julio César, el 30 de febrero.
Al final, Suecia siguió el ejemplo de sus pares en el norte de Europa y adoptó el calendario gregoriano en 1753, con el mismo sistema de eliminar 10 días en el año de un tajo.
No se sabe qué pasó con todas las personas que tuvieron como fecha de nacimiento ese 30 de febrero, pero no hay duda que no pudieron celebrar un verdadero cumpleaños.
Otros 30 de febrero
La entonces Unión Soviética introdujo un calendario revolucionario, entre 1930 y 1931.
Este incluía semanas de cinco días, en meses de 30 días, con unos cinco a seis días sobrantes al final del año considerados «feriados».
La intención de abolir la semana de siete días era para mejorar la producción industrial sin interrupciones del fin de semana, pero pronto se dieron que sería muy difícil eliminar el tradicional descanso del domingo y la idea se abandonó.
En ciencia ficción también se puede encontrar la fecha. En el cuento corto de Ray Bradbury «La última noche del mundo», el fatídico acontecimiento sucede el 30 de febrero. Y en la obra de J.R.R. Tolkien, los hobbits han desarrollado un calendario con su equivalente febrero de 30 días.
Ya en el mundo real, en algunas ocasiones, cuando la fecha de fallecimiento es desconocida, esta se registra en las lápidas como 30 de febrero.
*Cortesía de BBC.