En una mañana nublada en El Cairo, unos 300 voluntarios reman en sus kayaks por el cenagoso Nilo para pescar desechos en este río, que dio origen a la civilización egipcia y sobre el que ahora se ciernen múltiples amenazas.
«La gente debe entender que el Nilo es tan importante como las pirámides, si no lo es más», estima Mostafa Habib, de 29 años, cofundador de «VeryNile», una asociación que, desde hace tres años, recoge del río latas y otros desechos de plástico.
Además de la contaminación, el Nilo se enfrenta a una serie de desafíos sin recedentes: sobrepoblación, calentamiento global y tensiones internacionales.
Con más de 6.600 km, la cuenca del Nilo cubre más de tres millones de km2, o sea el 10% de la superficie del continente africano, y discurre por diez países: Burundi, República Democrática del Congo, Egipto, Etiopía, Kenia, Uganda, Ruanda, Sudán del Sur, Sudán y Tanzania.
Por lo tanto, las aguas del Nilo son un recurso importante para unos 500 millones de habitantes del noreste de África.
– Crisis del agua –
Más que nunca, el río, considerado un dios en la época de los faraones, sufre el peso de las poblaciones ribereñas que dependen de él.
La explosión demográfica y el cambio climático son bombas de relojería que provocan una crisis del agua. Según la ONU, el río se enfrentará a una escasez de agua dulce para 2025.
Ningún país depende tanto del Nilo como Egipto, que todavía extrae de él el 97% de sus necesidades de agua.
«El Nilo es la principal fuente de agua potable para Egipto. No tenemos otro río importante», recuerda Walied Mohamed, un estudiante de 21 años y uno de los voluntarios de la asociación VeryNile.
Egipto acaba de sobrepasar los 100 millones de habitantes, y si el crecimiento demográfico sigue a este ritmo, el país tendrá 120 millones en 2030.
Además, en toda la cuenca del Nilo, las estaciones cálidas y secas aumentan debido al calentamiento global.
«Se prevé que la frecuencia de los años cálidos y secos se duplique de aquí a mediados del siglo», afirma a la AFP Justin S. Mankin, profesor de geografía del Dartmouth College y experto en el clima que ha participado en un estudio sobre la cuenca superior del Nilo.
Como consecuencia, según él, alrededor de 2050, «hasta el 45% de la población de la cuenca alta del Nilo carecerá de agua». Y en su opinión, esto tendrá repercusiones río abajo.
– Contaminación múltiple –
Paralelamente, numerosos estudios han demostrado que la contaminación, principalmente en la parte norte del Nilo, ha aumentado en las últimas décadas.
Las causas son múltiples: las aguas residuales y los desechos vertidos directamente en el río, los escurrimientos provenientes de tierras agrícolas y las emisiones de hidrocarburos y productos químicos del sector industrial.
En Egipto, unos 150 millones de toneladas de residuos industriales terminan en el Nilo cada año, según un informe oficial de 2018.
Todas estas descargas provocan altas dosis de metales pesados (hierro, manganeso, cobre, níquel, cadmio, plomo), con consecuencias dramáticas, según los expertos, para la biodiversidad y la pesca.
También tienen efectos nocivos para la población: según la ONU, alrededor del 7% de los egipcios no tienen acceso a agua potable y limpia.
Todo ello se complica aún más con otro problema: la subida de las aguas del mar Mediterráneo por el calentamiento global traen agua salada al delta del Nilo, lo que amenaza la principal región agrícola del país.
En total, el sector agrícola podría disminuir en casi la mitad para 2060, según expertos del clima.
En este contexto, los especialistas llaman a Egipto a diversificar sus fuentes de agua limpia.
«Egipto debe invertir en fuentes de suministro de agua que no sean el Nilo», afirma a la AFP Jeannie Sowers, profesora de ciencias políticas de la universidad de New Hampshire, autora de un libro sobre políticas medioambientales de Egipto.
«Esto supone dar prioridad a las plantas desaladoras en las costas (…) y mejorar el riego y las redes de drenaje», explica.
– Tensiones exacerbadas –
Además las tensiones entre los países ribereños por el acceso al agua se han exacerbado en los últimos años por la Gran Presa del Renacimiento (Gerd) que Etiopía está construyendo en el Nilo Azul (que se une al Nilo Blanco en Sudán para formar el Nilo).
La obra gigantesca de 4.000 millones de dólares (unos 3.600 millones de euros) se convertirá en la presa hidroeléctrica más grande de África, pero Egipto teme una reducción drástica en el caudal del Nilo si el depósito se llena demasiado rápido.
Ante este temor, el presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi, aseguró ante la ONU en 2019 que el Nilo era «un tema de existencia para Egipto».
Las negociaciones se han intensificado en los últimos meses entre los tres países afectados por la presa (Egipto, Sudán, Etiopía) bajo los auspicios de Estados Unidos en busca de una salida a la crisis.
Sudán, con 41 millones de habitantes, es partidario de la presa porque le proporcionaría electricidad, regularía las crecidas y contribuiría a mejorar el riego.
Más al sur, Etiopía, donde la mitad de sus aproximadamente 110 millones de habitantes carecen de electricidad, está terminando la presa.
El primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ganador del premio Nobel de la Paz de 2019 por la reconciliación con Eritrea, afirmó que su país está dispuesto a defender la presa por la fuerza si fuera necesario.
Fuente: AFP