Desde presos a empleados del textil, pasando por una ex primera dama, muchos se han puesto a coser para remediar la escasez mundial de mascarillas, una protección clave para luchar contra la pandemia del nuevo coronavirus.
Hace apenas una semana, la pequeña empresa checa Nanospace producía en Pisek, a 100 km al sur de Praga, ropa de cama en nanomembranas, un tejido con una fina capa de nanofibras para proteger a las personas alérgicas de los ácaros.
Pero desde que el nuevo coronavirus empezó a hacer estragos en Europa, los talleres de Nanospace comenzaron a producir 10.000 máscaras con nanomembranas al día, para dos hospitales en el sur de la República Checa.
El primer grito de alarma de un ayuntamiento local desesperado fue el 14 de marzo. Dos días más tarde, las primeras máscaras salían de la planta.
«Se las facturamos a precio de coste. Si los hospitales cierran debido a la falta de máscaras, nuestra región tendrá grandes problemas», explicó a la AFP Jiri Kus, director comercial de Nanospace.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja llevar esta protección respiratoria para evitar la propagación del virus.
En Europa, la gente une sus fuerzas a través de las redes sociales para fabricar estas máscaras, mientras millones de personas están confinadas en sus casas.
El grupo en Facebook «Chequia cose máscaras» se ha convertido en viral, con más de 33.000 miembros la semana pasada.
Las autoridades checas, que han cerrado las fronteras para frenar la propagación del COVID-19, ordenaron a sus ciudadanos llevar esta protección en la calle.
Desde entonce, artistas y famosos, entre ellos la actriz Dagmar Havlova, viuda del presidente checo Vaclav Havel, se han puesto manos a la obra.
– Trabajar al 100% –
La fabricación de máscaras también se ha extendido en Italia que, con casi 5.000 muertos en un mes, se ha convertido en el país más afectado por la epidemia en todo el mundo.
El fabricante italiano de ropa Miroglio pasó de la moda femenina a las mascarillas. En poco tiempo, logró producir 75.000 unidades por día, y quiere llegar a las 100.000, según el diario La Stampa.
Las empresas españolas también siguen sus pasos. La empresa de bolsas Diseños NT indicó a la AFP que producía de 70 a 80.000 máscaras por día en su fábrica en Andalucía (sur), que trabaja «a 100%, 24 horas al día, 7 días a la semana».
El gigante Inditex, con sede en Galicia (nordeste), propietario de ocho marcas de ropa como Zara, Massimo Dutti, Bershka o Stradivarius, también se plantea producir máscaras en algunas de sus plantas.
España, con más de 1.700 víctimas mortales, es el segundo país más afectado por el COVID-19 en Europa.
– Los detenidos, también –
En las cárceles, los presos se han sumado al movimiento.
Las mujeres detenidas en las prisiones lituanas esperan producir 10.000 máscaras por semana para proteger al personal de los centros penitenciarios, los detenidos y sus abogados, declaró a la AFP el ministro lituano de Justicia, Elvinas Jankevicius.
En Hungría, los detenidos fabricaron en febrero unas 300.000 mascarillas para el sector sanitario.
Conocido como «el taller de Europa» por las numerosas fábricas de ropa a bajo precio, Bulgaria ha visto como decenas de sus usinas se ponían a confeccionar estos artículos.
Los diseñadores de vestuario de la ópera de Bourgas, en el este de Bulgaria, cerrada debido a la epidemia, pusieron también su granito de arena. Y Angel Baby, una empresa que produce sacos de dormir para niños en Sofía, distribuye máscaras decoradas con búhos, dinosaurios o monos, para médicos y policías
– «Solidaridad y entusiasmo» –
Refugiadas chechenas en Polonia y otras voluntarias de la Fundación de Mujeres Nómadas sacaron también sus máquinas de coser.
«La desgracia afecta a todo el mundo», explica Khedi Aleva, presidenta de la fundación, en la web Oko.press.
En la República Checa, el director de ventas de Nanospace, Jiri Kus, sigue buscando material y financiación para continuar con la producción de máscaras.
«Estoy contento porque lo hemos conseguido. Al principio, pensaba que era imposible, pero el lunes cuando vi las cien primeras máscaras, fue genial», dice, sonriendo, en medio del taller.
«Ahora, tenemos voluntarios que proponen su ayuda y cosen mascarillas en casa (…) La solidaridad y el entusiasmo son increíbles».