En Moscú, el reconocimiento facial se ha convertido en una herramienta clave de la estrategia anticoronavirus, pese a que los detractores de esta polémica tecnología denuncien que, a largo plazo, podría acabar siendo utilizada con fines políticos.
Desde febrero, miles de moscovitas, y sobre todo los que regresaron de países afectados por la COVID-19, fueron sometidos a un régimen de confinamiento estricto a domicilio durante 14 días, con el fin de limitar la propagación de la epidemia.
Todos fueron catalogados con sus domicilios, la copia de sus pasaportes y número de teléfono en una base de datos de la capital, de 16 millones de habitantes y visitantes diarios.
Cualquier infracción del régimen de aislamiento puede costarles una multa o penas de cárcel, e incluso la expulsión del país si se trata de extranjeros.
«El respeto de este régimen se vigila de forma permanente, principalmente a través del sistema de reconocimiento facial», advirtió el alcalde de Moscú, Serguei Sobianin, en su blog.
La potencia del sistema se basa en una red muy bien tejida, pues no hay pasillo de metro ni calle que escape a las 170.000 cámaras que han sido desplegadas, poco a poco, desde hace una década en nombre del orden público.
Unas 100.000 están conectadas a sistemas de inteligencia artificial capaces de identificar a las personas filmadas. Las otras 70.000 lo estarán dentro de poco.
La policía de Moscú indicó que había identificado, desde febrero, a casi 200 personas que violaron la cuarentena, gracias a esta red de cámaras.
Además, el país recurrió a otras tecnologías para combatir el coronavirus, desde la telemedicina a la vigilancia de los estantes de los supermercados y de las redes sociales para luchar contra rumores e «informaciones falsas».
El presidente, Vladimir Putin, visitó el martes el nuevo centro de monitoreo de la situación de la epidemia del nuevo coronavirus en Rusia.
– Dos mujeres chinas y sus 600 vecinos –
Según Sobianin, este centro de control posee los contactos y el lugar de trabajo del 95% de las personas que viajaron a los países más afectados por la pandemia. «Hemos identificado dónde están», cuenta, complacido.
Desde febrero, el alcalde ha ensalzado la temible eficacia de este control de los ciudadanos, poniendo el ejemplo de una mujer china que incumplió con la cuarentena, una amiga que la visitó y del conductor del taxi que transportó a esta última. Las autoridades recabaron, de paso, los datos personales de los 600 vecinos de las dos mujeres.
El alcalde explica que, además, las cámaras también se usan para vigilar el abastecimiento de los estantes de los supermercados y así evitar casos de escasez, pues muchos moscovitas, preocupados por la epidemia, se lanzaron esta semana a hacer acopio de reservas.
El sistema de videovigilancia reforzada por el reconocimiento facial fue probado por primera vez en el verano de 2018, durante el Mundial de Fútbol, pero su uso no se generalizó hasta enero de 2020. Justo antes de la epidemia.
«La probabilidad de que nuestro algoritmo de reconocimiento facial cometa un error es de 1 en 15 millones», explicó a principios de año a la AFP Alexandre Minin, director general de la empresa NtcheLab, que ganó el concurso de licitaciones del Ayuntamiento de Moscú.
Su dispositivo, que también fue exportado a China (líder mundial en la materia) y a América latina, es incluso capaz de identificar a personas únicamente por su silueta «en un 80% de los casos».
Las tecnologías de vigilancia rusas y chinas, las más avanzadas del mundo, fueron exportadas a un centenar de países, señala Valentin Weber, experto en ciberseguridad de la Universidad de Oxford, en un estudio publicado a finales de 2019.
– Gran Hermano y libertades públicas –
«Como las leyes sobre protección de datos son más estrictas, en Europa el reconocimiento facial no se ha desplegado a gran escala. Las compañías rusas y chinas tenían menos restricciones jurídicas para recabar y utilizar dato personas les que sus pares europeas», explica Weber.
Antes de la epidemia de coronavirus, expertos y opositores alzaron su voz en contra de este «Gran Hermano» y el riesgo de que, escudándose en una misión de interés público, el gobierno lo utilice para vigilar a los rivales políticos y restringir las libertades públicas.
«Es el argumento de la seguridad el que siempre viene a justificar una pérdida de la vida privada y de la libertad personal. Ahí es donde radica el mayor problema y el mayor peligro», subraya el investigador francés en ciberseguridad Baptiste Robert.
Alexandre Minin afirma que confía en las autoridades y que las imágenes y las «informaciones sobre las personas -pasaporte, nombre y apellidos, número de teléfono- no se conservan en la misma base de datos».
Según él, esos datos solo se entrecruzan en caso de verdadera necesidad, siguiendo un procedimiento estricto encomendado a las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, los más críticos con el sistema no ocultan sus recelos. Y más teniendo en cuenta que la vigilancia con fines políticos tampoco es algo nuevo para los rusos: en la época soviética, e KGB, la temida policía secreta, tenía fama de tener ojos y orejas por todas partes.
Aliona Popova, jurista y activista, interpuso una denuncia contra el uso que se hizo del sistema de reconocimiento facial durante una manifestación de la oposición, que estaba autorizada y que tuvo lugar el 29 de septiembre de 2019 en Moscú.
Según ella, se colocaron cámaras en los detectores de metales por los que debían pasar los manifestantes antes de participar en la marcha.
«La utilización masiva de la tecnología de reconocimiento facial es un método de vigilancia del Estado contra sus ciudadanos y está claro que el Estado la utilizará contra los opositores políticos», consideró, en una entrevista con la AFP.
Su denuncia no prosperó, pero su petición contra el reconocimiento facial en la página change.org recogió casi 75.000 firmas, antes de la pandemia de COVID-19.
El Ayuntamiento desmiente que use las cámaras para fichar a los opositores.
En febrero, un grupo de activistas artísticos intentó sensibilizar sobre el tema con una nueva forma de protesta.
Inspirados por una acción de «Dazzle Club» en Londres, donde este año se empezó a utilizar el reconocimiento facial en espacios geográficos específicos, cuatro militantes se pintaron formas geométricas en la cara frente a la administración presidencial rusa, pues supuestamente ese maquillaje impide que las cámaras puedan identificar los rostros.
«Ha habido casos de activistas políticos arrestados en el metro, identificados con ayuda de las cámaras», denunció la pintora Catherine Nenacheva.
Los cuatro activistas fueron detenidos durante su acción y obligados a pagar multas de 15.000 rublos (unos 173 euros) por violar las normas sobre manifestaciones.
El director general de NtechLab destacó que el maquillaje no les hubiera servido de nada.
«Podemos trabajar hasta con el 40% de la cara cubierta con una gorra o un mascarilla médica», explicó.
Salir de casa en plena cuarentena, violando las reglas, aunque se haga con la cara tapada, no le protege a uno del ojo de Moscú, omnipresente.
Fuente: AFP