¿Podría una droga disponible desde hace años y relativamente económica ser la solución a la pandemia del nuevo coronavirus?
Alrededor del mundo, los países han ampliado el acceso a la hidroxicloroquina (HCQ) y la cloroquina (CQ), dos compuestos sintéticos de la quinina, que a su vez proviene de los árboles de quina y que de usa para tratar la malaria.
La HCQ es la menos tóxica de las dos y también se usa como un antinflamatorio para tratar condiciones como artritis reumatoide y lupus.
Ambas han dado resultados aparentemente prometedores contra la COVID-19 en estudios preliminares en China y Francia, lo que llevó al presidente estadounidense, Donald Trump, a considerarlas un «regalo divino» esta semana, incluso cuando expertos llaman a ser cautelosos mientras se realizan investigaciones más amplias.
A continuación algunos datos clave.
– ¿Por qué podrían funcionar? –
China usó CQ en un ensayo con 134 pacientes en febrero, descubriendo que era efectiva para reducir la severidad de la enfermedad, según funcionarios.
Pero estos resultados aún no fueron publicados.
En Francia, un equipo liderado por el infectólogo Didier Raoult, en Marsella, reportó la semana pasada que había realizado un estudio con 36 pacientes con COVID-19 y descubierto que la HCQ redujo considerablemente la carga viral en quienes recibieron la droga.
Los efectos aumentaron especialmente cuando se usó junto a la azitromicina, un antibiótico común empleado para acabar con infecciones bacterianas secundarias.
Además, se ha probado que ambos compuestos funcionan contra el virus en laboratorio.
Karine Le Roch, profesora de biología celular en la Universidad de California, en Riverside, explicó que tanto la HCQ como la CQ son bases débiles que elevan el PH de partes de las células humanas llamadas orgánulos y que normalmente son ácidas.
Esto interfiere con la capacidad del virus de entrar a las células -y también parece evitar que se multiplique una vez adentro.
Pero, añadió: «Aunque funcionó in vitro, aún espero ver resultados publicados de grandes ensayos médicos ciegos que demuestren la eficacia de la HCQ en vivo».
– Cautela –
Prometedor no significa comprobado y los pequeños estudios llevados a cabo hasta ahora constituyen evidencia «anecdótica», según Anthony Fauci, jefe de enfermedades infecciosas en el estadounidense Instituto Nacional de Salud.
Además, un pequeño estudio chino en 30 pacientes que también fue publicado este mes mostró que la HCQ no era mejor que el cuidado básico -de reposo en cama, fluidos, etc.
La única forma de saberlo con seguridad es hacer ensayos clínicos aleatorios, aseguran los científicos, que duran meses o años e involucran a miles de pacientes frecuentemente alrededor del mundo.
En ellos, los pacientes reciben al azar la droga investigada o un placebo y los estudios son «ciegos», donde ni los participantes ni sus médicos saben qué toman.
Numerosos países han iniciado ensayos médicos, incluido Estados Unidos, que comenzó uno en Nueva York esta semana. Italia realiza uno con 2.000 personas, mientras se esperan los resultados de pruebas mayores en China.
Sobrevalorar una medicina puede tener además varios efectos indeseables, advierten los expertos.
«Una de las consecuencias no deseadas es la escasez de drogas como la cloroquina para las personas que necesitan controlar su artritis reumatoide, por ejemplo», dijo a la AFP Peter Pitts, excomisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA).
Hay mucha cuatela. España anunció el lunes que «hasta nuevo aviso» los pacientes con artritis y lupus tendrán acceso prioritario a esas drogas.
El ministro de Salud francés dijo en tanto que solo pueden usarse para los casos más severos de COVID-19.
Otro problema es que la gente se automedique. Un estadounidense murió esta semana tras ingerir una presentación de cloroquina diseñada para combatir parásitos acuáticos.
Es clave tener precauciones. Alrededor de 1% de las personas tiene alto riesgo de sufrir desmayos, convulsiones o incluso muerte inminente por paro cardiaco debido a problemas del corazón de los que podrían no estar al tanto, dijo a la AFP Michael Ackerman, cardiólogo genético de Mayo Clinic.