El nuevo coronavirus ya afecta este jueves a más de un millón de personas, forzando al confinamiento de media humanidad y poniendo a prueba el sistema económico internacional.
Este virus que surgió oficialmente en diciembre en la ciudad china de Wuhan ha matado hasta la fecha a más de 50.000 personas, ha colapsado los sistemas sanitarios de los países más desarrollados del planeta y ha paralizado aeropuertos, fábricas y comercios, sin que se vislumbre por ahora un final a la crisis.
Las restricciones, imprescindibles para salvar vidas, amenazan además a los más vulnerables, a su acceso a la comida y los cuidados básicos, advierte la ONU.
Estados Unidos, que teme caer en una depresión económica como la que sufrió hace casi 100 años, anunció que las demandas de subsidio de desempleo aumentaron en nada menos que 6,6 millones la semana pasada. Esa cifra se añade a 3,3 millones de solicitudes la semana anterior.
En España, que ya batió la cifra de 10.000 muertos, el desempleo subió en 300.000 personas en marzo, una cifra histórica.
La principal agencia de respuesta a desastres en Estados Unidos ha solicitado al Pentágono 100.000 bolsas para cadáveres, y en Francia la policía requisó un almacén en el mercado central de alimentos de París para depositar los ataúdes de los fallecidos, ante la falta de espacio.
En el cementerio de Sao Paulo, los entierros ya son «exprés», y los velorios sin abrazos.
«Aquí enterramos unas 45 personas por día, pero en la última semana son de 12 a 15 más. Es mucho peor de lo que vemos en las noticias, esto es grave», dijo a la AFP un sepulturero del cementerio, bajo anonimato.
Y Brasil no es un país aun sometido al «tsunami» del COVID-19, la peor crisis planetaria desde la II Guerra Mundial, en palabras del secretario general de la ONU.
– Humanos en confinamiento, mercados enfebrecidos –
Según el conteo de la AFP, a partir de datos oficiales, al menos 1.000.036 personas habían dado positivo al COVID-19 este jueves. De ese balance, 51.718 acabaron en deceso, en 188 países y territorios. Malaui se unió al club de países afectados este jueves.
Corea del Norte volvió a insistir que no ha detectado ningún caso, a pesar de que comparte frontera con China y Corea del Sur.
Más de 3.900 millones de personas, la mitad de la población mundial, ya ha sido invitada u obligada a quedarse en sus hogares para luchar contra la propagación de virus.
Europa tiene más de la mitad de los infectados en todo el mundo.
Italia encabeza la lista de decesos, con casi 14.000 casos, seguida de España, que batió la barrera de 10.000 muertos, Estados Unidos, con más de 5.600, Francia con más de 5.300 y China continental con más de 3.300.
Francia reveló este jueves que al menos 884 ancianos han muerto en centros geriátricos, y ese es solo un conteo parcial.
No hay vacuna para el coronavirus en estos momentos, y solo cabe confinarse, mantenerse a distancia de otros seres humanos y observar una higiene mínima, condiciones difíciles de cumplir en gran parte del planeta.
El coronavirus pone a prueba además la solidaridad entre los países.
Dirigentes regionales franceses acusaron a competidores estadounidenses de haber comprado, en metálico, mascarillas que estaban a punto de ser embarcadas en un aeropuerto chino rumbo a su país. Washington desmintió como «completamente falsas» las acusaciones.
Y mientras los gobiernos discuten entre sí, los mercados siguen enfebrecidos, buscando señales de optimismo donde sea.
Un tuit del presidente Donald Trump, advirtiendo de la posibilidad de un acuerdo de producción petrolera entre Rusia y Arabia Saudita, levantó un 30% el precio del crudo. Pero Moscú pareció desmentirlo, y la confusión volvió a los mercados.
– Polémicas y esperanzas –
En medio de la zozobra, los científicos buscan a marchas forzadas paliativos a la pandemia, o la manera de hacer tests de control fiables y rápidos, un arma clave para luchar contra el enemigo invisible.
Familiares entierran a un chico de 13 años que murió a manos de la policía en Nairobi al tratar de hacer respetar el toque de queda impuesto por el gobierno keniano.
En el mundo crece la esperanza, y también la polémica, sobre el uso de medicamentos contra la malaria, a falta de vacuna.
Uno de ellos es la hidroxicloroquina, un medicamento muy utilizado en África desde hace décadas, que Senegal utiliza, así como la cloroquina, para tratar a pacientes de COVID-19.
«Los resultados que tenemos parecen alentadores (…) y seguiremos en esa dirección», indicó Moussa Seydi, médico responsable del tratamiento de la pandemia.
Otros científicos alertan que los estudios son muy parciales.
– ¿Dice la verdad China? –
Oficialmente China, donde se originó la pandemia, registra en torno a los 81.000 infectados y 3.300 muertes, aunque medios oficiales en Estados Unidos discuten esas cifras.
Este jueves China anunció el confinamiento de un región con 600.000 habitantes después de la visita de una persona que dio positivo.
– Vivir para contarlo –
En el mundo del fútbol, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, admitió este jueves que nadie podría determinar hoy cuándo se podrán reanudar las competiciones, que prácticamente cesaron en todo el planeta.
El Gran Premio de Francia de motociclismo también fue aplazado a una fecha por determinar.
Pero la ausencia de eventos deportivos en el mundo palidece en comparación con la dureza impuesta a los países más pobres del mundo, donde el confinamiento amenaza a comunidades enteras.
Los habitantes de los townships (barrios marginales) de Sudáfrica afirman que simplemente es imposible quedarse en casa. «No tenemos baños… no tenemos agua, por lo que hay que salir», dice Irene Tsetse, de 55 años, que comparte una choza de un solo cuarto con su hijo.
En España, Javier Lara, de 29 años, vivió para contarlo a la AFP.
«Imagínate una persona de 29 años, deportista, sin fumar, que prácticamente no va al médico, y te ves en la UCI [unidad de cuidados intensivos] con oxígeno, no puede entrar ningún familiar a verte», narró.
En la UCI le administraron lopinavir combinado con ritonavir, dos antirretrovirales utilizados contra el VIH que sirven para reducir la capacidad del virus de reproducirse y atacar el sistema inmunitario.
El tratamiento funcionó y 48 horas más tarde abandonó la unidad de cuidados intensivos.
Hace vida normal, pero extremando las precauciones, porque a su lado siguen su pareja y una niña de apenas unas cuantas semanas.