El nuevo coronavirus también causa víctimas imprevistas, como los meteorólogos, que se han quedado sin acceso a las valiosas informaciones que normalmente les transmiten los aviones de línea, la mayoría de ellos inmovilizados debido a la epidemia.
Los modelos digitales que se utilizan a diario para las previsiones meteorológicas necesitan muchísimos datos, con millones de observaciones sobre el estado de la atmósfera.
La gran mayoría de estas informaciones proviene de satélites especializados.
Pero para ser más precisos, sobre todo en las capas más bajas de la atmósfera, «alrededor de 10% de los datos vienen de los sistemas integrados en los aviones de línea», explica a la AFP Emmanuel Bocrie, director de la división Medios en Météo France.
En circunstancias normales, los aviones de línea comerciales aportan en el mundo diariamente más de 700.000 observaciones sobre la temperatura del aire, la velocidad y la dirección del viento, así como datos sobre la humedad y las turbulencias, transmitidos durante la fase de despegue y durante el vuelo.
Se trata del sistema Amdar, gestionado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), una agencia de la ONU.
Con la epidemia, que ha supuesto una caída de 80% a 90% del tráfico aéreo mundial, «hemos perdido cerca de dos tercios» de estas observaciones, subraya Bocrie.
Esta situación preocupa a los especialistas del tiempo. «La disminución continuada y amplificada de las observaciones meteorológicas procedentes de las aeronaves podría ocasionar una reducción gradual de la fiabilidad de las previsiones», advirtió a principios de abril uno de los directores de la OMM, Lars Peter Riishojgaard, en un comunicado.
– Falta de datos sobre el Atlántico –
El impacto sobre la precisión de las previsiones del tiempo podría ser del orden del 10%, calcula Météo France, que para compensar esta pérdida de datos ha decidido, junto con otros organismos franceses, «duplicar el número de radiosondeos» con globos sonda.
Esta técnica consiste en enviar un gran globo, lleno de hidrógeno y equipado con una sonda, a más de 30 km de altitud, donde explota y cae. Los datos son más completos y fiables que los de las sondas integradas en los aviones, pero casi nunca se puede recuperar el material y no se puede reutilizar, lo que conlleva un coste muy importante.
Estas operaciones se habían reducido progresivamente, pero Météo France volvió a efectuar cuatro lanzamientos diarios desde cada una de sus instalaciones en Francia.
El dispositivo es automático, pero un equipo tiene que reinstalarlo cada 15 días. «Se tiene que ir dos veces más a menudo», explica Bocrie.
Además, al ser una técnica tan cara, no se puede aplicar en todas partes.
«En muchos países en desarrollo, no se completó la etapa de las observaciones automatizadas» y se hacen manualmente, explica la OMM.
Los radiosondeos no pueden sustituir los vuelos de los aviones sobre los océanos.
«Hoy en día hay, hay una falta de observación por encima del Atlántico, que condiciona el tiempo en el continente europeo», afirmó Sébastien Brana, vicepresidente de la asociación Infoclimat, que usa los datos de Météo France y los de su propia red de observadores.
«El riesgo es que, en caso de un evento meteorológico mayor como una tormenta, hay un poco más de incertidumbre sobre la fuerza de los vientos o la hora prevista de llegada a las costas francesas», dice Emmanuel Bocrie.
Afortunadamente, en el oeste de Europa, «la situación meteorológica desde el inicio de la crisis sanitaria es relativamente fácil, tenemos una situación anticiclónica que reduce el riesgo de tormenta», añade.