Soy optimista por naturaleza. Pregunte a los que mejor me conocen y le confirmarán que tiendo a ver el lado positivo en casi toda situación; al punto que algunos hasta se irritan. Sin embargo, durante este tiempo nada habitual y de tanta incertidumbre en el que el coronavirus asola nuestras comunidades y países, me he sentido inundado, en varias ocasiones, por un terror palpable.

En una noche en particular, justo antes de irme a la cama, leí una proyección funesta de lo que podía suceder en el peor de los casos, y no podía dormir. Di varias vueltas en la cama y oré toda la noche, incapaz de sentir paz.



En teoría, sé que las bases que he usado para consolar a otros durante tiempos como este son válidas. Puedo citar de memoria algunos salmos y otros pasajes de la Biblia que enseñan sobre la bondad de Dios, su soberanía y su poder sobre todo lo que existe. Aun así, el temor permanece en la entrada de mi corazón, como un visitante que no ha sido invitado, e impide que entre la paz.

Hasta cierto punto, esta es una reacción normal. Una pandemia imbatible a nivel mundial es algo que la raza humana ha temido desde el comienzo. En las Sagradas Escrituras, las plagas casi siempre son parte de los juicios que Dios derrama sobre las naciones impías, o instrumentos para disciplinar a su pueblo. Los estudiantes fieles de la Biblia tratan de no conectar lo que hoy vivimos con esos pasajes, pero las plagas son parte de los desastres naturales más severos que hayan existido. A lo largo de la historia podemos leer cómo algunas enfermedades destruyeron civilizaciones enteras. Por eso, al hablar de actividades que detestamos, usamos la frase “evítalo como a la plaga”. El pavor a las pandemias es un temor real e importante.



Sin embargo, hay un tipo de instrucción en nuestros días, una manera de enseñar a nuestros corazones y mentes, la cual no es saludable. Es una instrucción de calamidad, pues las constantes noticias negativas que recibimos poco a poco deterioran nuestra fe y confianza en Dios. Así que, ¿de qué manera podemos abrir de nuevo nuestro corazón a la fe en medio de estos tiempos de incertidumbre?

1. ALÉJESE DE LAS MALAS NOTICIAS.

No es que tengamos que esconder la cabeza en la arena e ignorar las noticias. Tenemos que estar atentos para conocer las más recientes restricciones en nuestras comunidades y para saber qué decisiones debemos tomar como familia y como cristianos. Pero, si somos sinceros, reconoceremos que casi siempre acudimos a las noticias porque creemos no poder vivir sin ellas. En varias ocasiones durante las últimas semanas, mi esposa me ha dicho: “Deberías poner a un lado ese teléfono. Estás sembrando un temor enfermizo en tu corazón”. Y tiene toda la razón. La realidad es que, mientras nos mantenemos en cuarentena en nuestras casas, con nuestras necesidades básicas satisfechas y realizando labores importantes, no nos perderemos de mucho si nos mantenemos algunas horas lejos de las noticias. Estar atentos no significa que debemos escuchar todas las conferencias de prensa o prestar atención a cada nuevo acontecimiento.

Todo lo que escuchamos nos afecta. Y puede que, de manera inconsciente, estemos guiando nuestras almas hacia la desesperación, con el constante zumbido de las noticias. Esto no es bueno en ningún momento, mucho menos durante tiempos de crisis. Nuestra mente, nuestro corazón y nuestra alma necesitan espacio para respirar, pues no fuimos creados para recibir constantes ideas negativas. Así que, si usted es como yo, debe liberarse de la carga de estar al tanto de las últimas noticias, para poder descansar en nuestro Dios que todo lo sabe.

2. APÓYESE EN LO QUE FORTALECE SU FE.

Si nos descuidamos, malgastaremos todo este tiempo de aislamiento en una preocupación constante, cubriendo nuestro corazón con incredulidad en vez de permitir que la Palabra de Dios nos transforme. Seremos moldeados por las noticias, por las redes sociales, o por esta crisis, en lugar de ser alimentados por la comida espiritual duradera. Si en verdad creemos en las enseñanzas del Señor, este es el tiempo para ponerlas en práctica al orar en silencio y al leer la Biblia de manera constante.

Leer más las Sagradas Escrituras es de mucha ayuda, sobre todo en tiempos como este. Casi siempre nos detenemos en aquellos pasajes que enseñan del poder y grandeza de Dios, y de cómo Él es nuestro refugio, pues nos inspiran. Estos textos cobran más vida en medio de las crisis. Este año he seguido un plan para leer toda la Biblia, pero ha sido en las últimas semanas que los pasajes de los Salmos han resaltado más y me han dado paz como nunca antes lo habían hecho. La Palabra de Dios es una fuente de agua para el alma sedienta, desgastada y asustada. No debemos alejarnos de Dios en los tiempos de pruebas, incertidumbre y temor, sino que debemos acercarnos más a Él, en todas las formas posibles.

3. ALCANCE A SU COMUNIDAD.

Puede que estemos aislados en nuestras casas, pero no tenemos por qué aislarnos de nuestras comunidades. La tecnología nunca podrá reemplazar lo que recibimos de una relación cara a cara de compenetración; por lo que no debemos nunca considerar separarnos de nuestros amigos y hermanos en la fe. Aún así, Dios en su gracia nos ha permitido vivir en una era de gran avance tecnológico, donde podemos conectarnos cuando queramos con nuestros amigos por textos o video. En mi caso, encuentro gran consuelo en un grupo que tengo con cuatro amigos cercanos para comunicarnos por textos. Lo que comenzó como un lujo frívolo ha venido a ser una vital bendición.

No debemos alejarnos de Dios en los tiempos de pruebas, incertidumbre y temor, sino que debemos acercarnos más a Él en todas las formas posibles.
Podemos también usar este tiempo para acercarnos más a nuestros familiares. Estar juntos todo el tiempo en aislamiento puede ser un desafío; pero es una maravillosa oportunidad para trabajar en nuestras relaciones más importantes, con una mayor intención y dependencia en el Espíritu Santo.

4. DESCANSE EN UN NUEVO RITMO SALUDABLE DE TRABAJO Y RECREACIÓN.

Una de las dificultades más grandes de permanecer en la casa todos los días, es la manera en la que cambia el estilo de vida que antes llevábamos. Esto se vuelve más real si está pasando por momentos difíciles por haber perdido su empleo, pues tiene que enfrentar esa pérdida y un nuevo estilo de vida. Y si es uno de los afortunados que puede trabajar desde la casa, todavía enfrentará los desafíos de estar de día y de noche en el mismo lugar, lo que con frecuencia también es fuerte. ¿Por qué? Porque tal pareciera que todos los días son iguales, al punto que no podemos distinguir entre el fin de semana y los demás días. En nuestra casa, este año ya habíamos retomado los estudios en el hogar, así que esa parte de nuestro estilo de vida ya existía. He sido yo quien he tenido que ajustarme y darme cuenta de que debo tomar tiempo libre, alejarme de la computadora portátil y poner mi teléfono a un lado. Trabajar desde la casa no significa que debemos trabajar en todo momento.

Las crisis tratan de convencernos de que no debemos preocuparnos por nuestros cuerpos, sino que tenemos que permanecer presos al drama que nos rodea. Pero no es así. Es importante, sobre todo en tiempos como este, que podamos descansar, relajarnos, disfrutar de los placeres sanos y, algo bien sencillo, respirar.

5. DIRIJÁMOS NUESTRO ENFOQUE A LO QUE PODAMOS CONTROLAR.

Hace poco tiempo mi amigo me recordó la manera en la que debemos pensar en medio de las crisis, un principio tan básico y a la vez tan profundo: Hay cosas que podemos controlar y otras que no. Es fácil, claro, mover la cabeza para asentir ante esta idea tan familiar; pero es mucho más difícil, para algunos hasta puede parecer imposible, ponerla en práctica. Sobre todo cuando hay una pandemia acechando en las calles.

No puedo controlar el coronavirus, no puedo controlar su propagación, ni quién se contagia, ni las medidas que se han puesto en efecto. No soy ni médico, ni científico. Ni siquiera sé lo que no sé. Lo que sí puedo controlar es lo que Dios ha puesto frente a mí: seguir las medidas en cuanto al distanciamiento social, pastorear a mi familia en la fe y realizar la obra a la que he sido llamado. De manera similar, tampoco puedo controlar la situación económica, pero sí puedo tomar decisiones sabias y puedo ayudar a los que están en necesidad.

Mi comportamiento predeterminado en una crisis es ignorar lo que tengo delante, para ceder ante las preocupaciones y el temor hacia aquello que está fuera de mi jurisdicción. Eso es lo opuesto a la fe. Confiar en Dios consiste en dejar a un lado nuestras cargas para caminar en obediencia a Él. Debemos permanecer quietos ante lo que no podemos controlar y ser fieles en lo que el Señor nos ha encomendado.

6. UNA NUEVA GRACIA PARA CADA DÍA QUE COMIENZA.

No sé cuánto durará esta crisis; nadie lo sabe. No sé cuándo el virus llegará a su punto más alto. No tengo ni idea de cuándo podremos regresar a la normalidad, o lo que significará “normal” cuando todo esto termine. Pero sí sé lo que está disponible para cada creyente en Cristo: Una nueva gracia para cada día que comienza.

Me gustaría poder decirle que pongo en práctica estas enseñanzas de fe cada día, pero con frecuencia fallo. Me sorprende lo frágil que puede ser mi alma ante una crisis y lo mucho que necesito a Dios. Pero esto, aún esto, es una buena obra del Espíritu en mi corazón y también en el suyo.

POR DANIEL DARLING/ Encontacto.org