La mayoría de nosotros luchamos de vez en cuando con un corazón endurecido o apático, pero hay un antídoto: reconocer la obra de Dios, y darle gracias.

Esta receta para un corazón sensible fue ignorada en Éxodo cuando Israel llegó a Refidim y se quejó por la falta de agua. Acababan de experimentar el milagro del maná y su reconfortante recordatorio de que Dios estaba con ellos. Sin embargo, unos días más tarde, se preguntaban: “¿Está Jehová entre nosotros, o no?” (Ex 17.7). Si hubieran recordado la provisión de Dios con el maná y expresado su gratitud, podrían haber confiado en Él una vez más y mantenido la esperanza de provisión de agua.



En otra ocasión, cuando el Señor le dijo a Moisés que hablara ante Faraón y le mostrara señales milagrosas, el gobernante egipcio decidió ignorar lo obvio. Incluso sus propios magos podían ver lo que estaba sucediendo. Finalmente entraron en razón, reconocieron la obra de Dios, y dijeron: “Dedo de Dios es éste” (Ex 8.19).

El Padre celestial nos habla, pero no lo sabremos si tenemos un corazón endurecido. ¿Estamos escuchando? ¿Estamos dando gracias? Tómese un momento para reflexionar en cuanto al estado de su corazón, y confíe en la dirección del Espíritu Santo.



Fuente Encontacto.org