El médico que trató al primer paciente de COVID-19 en Estados Unidos, ya recuperado, dijo que teme un segundo brote de la enfermedad cuando se levanten las medidas de confinamiento.
George Díaz atendió el caso número uno del nuevo coronavirus en territorio estadounidense, diagnosticado en enero en el estado de Washington y tratado con remdesivir, medicamento que la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) autorizó el viernes para uso en emergencia.
Para este infectólogo es alentador contar con este antiviral, pero destacó que el aislamiento para evitar contagios sigue siendo por ahora el tratamiento «más efectivo» contra la COVID-19.
Y no ocultó su inquietud sobre la pandemia ante la desescalada de las restricciones para contener el virus, que pusieron al planeta ante la peor recesión desde la Gran Depresión hace casi un siglo.
«Lo que me preocupa es que cuando la economía se empiece a abrir de nuevo vamos a ver un segundo brote que sea quizás tan grande como el primero, y el primero fue muy difícil para nosotros y para todo el mundo», dijo Díaz a periodistas durante una videconferencia organizada por el Departamento de Estado.
«Y más que nada me preocupa que no sé si vamos a tener los recursos para manejar un segundo brote», agregó.
Casi 250.000 personas han muerto por el nuevo coronavirus en todo el mundo desde su aparición en China a fines del año pasado. Más de 68.000 han fallecido en Estados Unidos, el país más afectado, que en las últimas seis semanas sumó 30 millones de desempleados.
¿Puede uno volver al trabajo confiado de que ya existe una terapia contra la COVID-19?
«Afortunadamente, parece que tenemos un agente en nuestro arsenal contra la COVID-19, pero tenemos que usarlo con mucha prudencia. Esto no debe usarse como una muleta para que la gente diga: ‘Ahora puedo hacer lo que quiera porque tenemos un tratamiento'», dijo Díaz, contribuyó a los estudios de Gilead para comprobar la eficacia del remdesivir para tratar el coronavirus.
«Se deben seguir los lineamientos que aconsejan el distanciamiento social, porque ese es el tratamiento más efectivo que tenemos para la COVID-19 en este momento», enfatizó.
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Como infectólogo del Centro médico Providence en Everett, al norte de Seattle, Díaz estuvo a cargo de un hombre de 35 años diagnosticado el 20 de enero con el nuevo coronavirus tras regresar de Wuhan, la ciudad china donde surgió la pandemia.
Díaz contó que el paciente llegó a la sala de emergencias con fiebre, tos, fatiga y diarrea. En unos días desarrolló una neumonía y, en consulta con la agencia federal de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), decidieron tratarlo con remdesivir.
El medicamento se había desarrollado para tratar el virus del ébola, una fiebre hemorrágica contra la cual no tuvo mucho éxito. Hasta entonces no había sido usado para la COVID-19, pero resultó beneficioso para este paciente, que el 3 de febrero fue dado de alta.
«Desde entonces ha estado bastante bien y no ha tenido secuelas aparentes de la infección», dijo Díaz, señalando que la droga, que hasta ahora solo ha demostrado ser efectiva en personas con neumonía severa, ha acortado los tiempos de recuperación.
«Espero que después de más análisis, especialmente con relación a la (reducción de la) mortalidad, la FDA pueda autorizar este medicamento para uso general», apuntó.
Entre los efectos secundarios mencionó náuseas, y en menor medida cambios en los riñones e hígado, pero señaló que sólo hubo que parar el tratamiento por razones renales en ancianos.
«Tenemos esperanza de tener la vacuna dentro de un año», dijo el médico. «En el interín, es importante encontrar alguna terapia y parece que el remdesivir actúa contra el virus», apuntó.