En las últimas semanas, me ha afectado la ansiedad y el desánimo que he visto al hablar con amigos y seres queridos. En realidad, mucho de esto tiene que ver con el hecho de que enfrentamos tiempos inciertos y grandes desafíos. Los cambios actuales en nuestros planes y patrones de vida pueden volvernos emocionalmente vulnerables.

Tal vez usted pueda identificarse con estos sentimientos de desamparo e inestabilidad. Se va a la cama implorando ayuda a Dios, y se despierta sintiéndose inquieto, inútil e inseguro.



Eso es comprensible. Lo que he visto una y otra vez cuando hablo con la gente, es que hay muchas cosas que absorben nuestro enfoque. Ya sea la pandemia, el desplome de la economía, las maniobras políticas mundiales o lo que sea, pareciera que hay más cosas en las que pensar que arropan nuestras mentes. Y la verdad es que de tanto darles vueltas a estos pensamientos, podemos quedar obsesionados y confundidos por completo. No podemos dormir. No somos capaces de alejarnos de esos pensamientos. Encendemos la televisión y hay más que nos desconcierta. Oramos una y otra vez por todo esto, pero lo hacemos con mayor miedo por los problemas que con fe en que el Señor está obrando en todo ello.

Poco después, cada pensamiento y cada conversación son devorados por preguntas sobre lo que va a pasar. Es entonces cuando nos turbamos hasta el punto de que ya no confiamos en Aquel que está en control de todas las cosas.



¿Se siente identificado? Si tiene esta lucha, entonces le pregunto: ¿Dónde está su enfoque durante esta coyuntura? Porque, aunque es sabio y piadoso ser diligente y tomar medidas razonables, no honra a Cristo el angustiarse. Y lo que he notado durante este tiempo es que muchos se dejan consumir por circunstancias sobre las que no pueden hacer nada en absoluto, como son la salud, las finanzas y las acciones de naciones enteras que están más allá de lo que pudiera influir cualquier persona o grupo.

En esto se evidencia la presencia de una guerra espiritual. El objetivo del enemigo es ofuscarnos con temores y agotarnos con pensamientos, para que nos distraigamos en la búsqueda del Altísimo y en nuestro objetivo de ser sus fieles testigos en el mundo. En tiempos como estos, resulta desafiante luchar contra sus ataques. Pero, como pueblo de Dios, eso no solo es posible, sino absolutamente necesario.

Sin lugar a dudas, vemos esto en la vida del apóstol Pablo. En la carta a los Filipenses, le escribe a su amada iglesia en Filipos desde una celda. Imagínese eso: Pablo está encerrado. Pero a diferencia de nosotros, en vez de estar rodeado por su familia y poder tener videoconferencias con amigos, está encadenado a un guardia romano. Él está muy consciente de que el gobierno romano está persiguiendo a los creyentes cristianos, que falsos maestros se están infiltrando en la iglesia, y que las nacientes congregaciones están enfrentando problemas sin su guía. Pero no solo eso, sino que también tiene mucho tiempo para pensar en las acusaciones, las palizas, los naufragios y los sufrimientos que ha tenido que soportar a causa del evangelio, y en cómo ese encarcelamiento podría muy bien llevarle a la muerte, lo cual, de hecho, ocurrió (2 Corintios 11.25-28; 2 Timoteo 4.6-8).

Si alguien tenía una razón para estar consumido por las circunstancias que no podía controlar, esa persona era el apóstol Pablo.

No obstante, él escribe: “Y quiero que sepáis, hermanos, que las circunstancias en que me he visto, han redundado en el mayor progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones por la causa de Cristo se han hecho notorias en toda la guardia pretoriana y a todos los demás; y que la mayoría de los hermanos, confiando en el Señor por causa de mis prisiones, tienen mucho más valor para hablar la palabra de Dios sin temor” (Filipenses 1.12-14 LBLA).

¿Se fijó en ese detalle? Las circunstancias a las que se enfrentó Pablo fueron para “el mayor progreso del evangelio». Lo mismo se pudiera aplicar a nosotros. Dios puede hacer, y hará, grandes cosas a través de esta adversidad que enfrentamos —un hecho que moldeará la eternidad. Resulta evidente la razón por la que Pablo tenía una visión espiritual tan positiva, era porque su enfoque estaba en lo que el Padre celestial estaba haciendo a través de todo ello, y porque era obediente a la dirección del Señor. Y eso es lo que nosotros debemos hacer si queremos vernos libres de nuestros sentimientos de desamparo y desesperanza.

Así que hoy, le desafío a que:

1. Deje de lado los problemas y preocupaciones que están fuera de su control. Sí, sea cuidadoso de manera diligente, sabio, ore y tome medidas razonables, pero niéguese a obsesionarse con problemas que no están en sus manos resolver.

2. Dirija su atención a lo que Dios está haciendo. Vea la situación actual a la luz de la soberanía divina, en vez de a la luz de las inquietudes, debates y conjeturas humanas. Esto es muy importante, porque cuando vemos nuestras circunstancias como resultado de la voluntad del hombre, y no las discernimos a través del filtro del plan de Dios, eso nos creará todo tipo de incertidumbres y ansiedades. Por tanto, busque la ayuda y la voluntad del Señor en todo, y confíe en el poder que Él tiene para hacer que todo redunde para bien y sus propósitos finales.

3. Cumpla con fidelidad todo lo que Dios le haya dado por hacer. Comprenda que usted importa: ¡su fidelidad como creyente es parte esencial de la obra del Señor en el mundo! Esta es la verdadera razón por la que el enemigo desea distraerle. Porque sabe que el Señor con su poder logrará cosas maravillosas por medio de usted.

El apóstol Pablo podría haberse enfocado en sus sufrimientos y en las circunstancias abrumadoras en ese período de la historia. Pero, al contrario, se propuso como meta alentar a las iglesias, y ser testigo fiel de la gracia del Padre celestial. Y gracias a ello, sus cartas han sido incluidas en la Biblia y han alentado a los creyentes a lo largo de los siglos. El imperio romano ya no existe, pero las epístolas de Pablo permanecen y continúan dando testimonio de la gran salvación y del poder del Señor Jesús.

Dios también quiere hacer a través de usted obras para la eternidad. Es posible que piense que no tiene los dones necesarios para marcar una gran diferencia. Pero como una persona que ha sido salva por el Señor Jesús y en quien habita el Espíritu Santo, usted tiene todo lo que necesita para ser sus manos y sus pies en el mundo. Así que, deje a un lado lo temporal y permita que Dios haga su obra eterna a través de usted.

POR CHARLES F STANLEY