El sexo es una parte fundamental de la religión. Ya en la Prehistoria se esculpían y tallaban figuras de mujeres desnudas de grandes pechos, conocidas como Venus, que los investigadores creen que representaban a una diosa de la maternidad y la sexualidad femenina o que se usaban como amuletos de fertilidad.
En la mitología grecolatina, Zeus era famoso por sus escarceos amorosos y líos de faldas y algunos héroes como Hércules contaban en su currículum con hazañas como haber dejado embarazadas a cincuenta mujeres en una sola noche. Pero si hablamos de sexo y hablamos de deidades, hay uno que merece una mención especial: Príapo, un dios cuya virtud y maldición era tener un pene descomunal siempre erecto.
Esta divinidad menor estaba presente tanto en Grecia como en Roma y ambas culturas presentan ciertas variantes en su historia. La madre de Príapo era Afrodita, diosa del amor y de la sensualidad y una de las divinidades más lujuriosas y activas sexualmente del Olimpo.
Afrodita estaba casada con Dionisio pero Príapo fue fruto de una infidelidad con algún otro dios (entre los candidatos está Adonis, Hermes, Pan y el propio Zeus). Fue a causa de esto por lo que Hera, furiosa como estaba por el engaño de la diosa al pobre y confiado Dionisio, decidió maldecir a Príapo nada más nacer. Su castigo sería que su falo, de gran tamaño, siempre estuviera erecto pero que ninguna mujer le amara ni pudiera tener hijos. Qué ironía.
Príapo era representado como un hombre poco agraciado y de avanzada edad, con barba muy poblada y su pene asomando por debajo de la túnica. Era un dios de la naturaleza, guardián de los animales y las plantas y protector de las verduras, las huertas y los jardines. Se solían colocar imágenes o estatuas suyas cerca de los huertos para garantizar buenas cosechas y también se creía que su figura protegía del mal de ojo.
Se trataba de un dios adorado principalmente por la población rural y no solo por su papel en la agricultura, sino porque en el mundo antiguo los penes grandes eran algo poco deseable para las clases altas ya que se asociaba con la brutalidad, el instinto sexual desmedido y la ruralidad. Es por esto que la mayoría de estatuas grecolatinas representan los atributos masculinos como miembros pequeños.
Una curiosidad de Príapo es que estaba enemistado con los burros y los asnos. La leyenda dice que, tras la victoria de los dioses contra los titanes, se organizó un gran banquete para celebrarlo al que acudieron todas las deidades del Olimpo. Hestia, diosa de la hoguera y el hogar que se mantenía pura y virgen, bebió demasiado y decidió ir al bosque para dormir tranquila pero Príapo la encontró.
Cuando el dios fálico estaba a punto de violarla, un burro los vio y rebuzno hasta que despertó a Hestia, que se libró del dios y fue a denunciarlo ante los demás. A Príapo se le prohibió volver a ningún otro banquete de los dioses y, enfadado, mató al burro y declaró su odio contra esa raza.
Otra versión dice que Príapo mantuvo un duelo dialéctico con un burro que tenía la capacidad de hablar y al que también acabó matando. Es por esto que, durante las ofrendas y ceremonias que se hacían en su honor, eran comunes los sacrificios de burros y asnos para Príapo.
Una de las representaciones más conocidas que hay de este dios es la que se encontró en la Casa de los Vetti, una de las domus más lujosas de Pompeya, en la que se ve a Príapo pesando su miembro en una balanza y con una cesta llena de frutas y hortalizas a sus pies. Durante las investigaciones, el equipo se percató de que la imagen representaba al dios padeciendo una fimosis cerrada.
Con el paso del tiempo y la expansión del cristianismo la representación fálica y la figura de Príapo perdieron importancia aunque no desaparecieron, sino que se plasmaron de formas menos directas (¿os suena el dedo gordo del pie de San Cosme?).
En la actualidad se conoce como priapismo a la dolorosa enfermedad que provoca la permanente erección del pene.
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