Para uno de cada tres hombres el sexo es inevitablemente una actividad que pasa volando. Ni disfruta él ni su pareja, lo que causa la frustración de ambos. La buena noticia es que esta disfunción se trata con éxito, mediante terapias sexológicas y medicamentos.

Lo que pasa en un breve periodo –60 segundos– puede causar una larga y gran frustración. Ese es el límite de tiempo que define si un hombre padece o no eyaculación precoz, según el DSM-5, el manual de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, que estima que un varón tiene este problema si eyacula “entre treinta y sesenta segundos después de la penetración vaginal”.

Esta biblia de la psiquiatría actual fija los criterios de diagnóstico, establece la frontera entre lo normal y lo patológico y recomienda los tratamientos a seguir. Pero muchos expertos discrepan de sus pautas. Pocos suscriben el criterio de ese manual en este asunto.

Sobre todo los sexólogos, que ven inútil fijar lo normal según los segundos que se tarda en eyacular y el hecho de que se haya producido o no penetración vaginal. Consideran que son criterios pobres, porque dejan de lado algo fundamental: la satisfacción erótica de la pareja.

Por la misma razón, tampoco les convence la definición de eyaculación precoz de los investigadores que establecen un mínimo de entre ocho y quince empujes intravaginales para descartar el diagnóstico, algo que Miren Larrazabal, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, califica de arbitrario. “Los movimientos coitales –dice Larrazabal– no son determinantes en el orgasmo femenino, ya que el 87 % de las mujeres opina que sus orgasmos dependen más de la estimulación de su clítoris que de la penetración vaginal”.

Lo determinante para saber si estamos ante un problema es la falta de control. ¿Puedes identificar las señales de que la eyaculación es inminente y no tienes ningún control sobre ella? Si la respuesta es sí, sufres el mismo problema que millones de hombres en el mundo, aunque muy pocos lo reconozcan. Pese al ocultamiento, la eyaculación precoz ocupa el primer puesto en el ranking de disfunciones sexuales masculinas más frecuentes, por delante de las dificultades en la erección o la falta de deseo. Los estudios sitúan entre un 20 % y un 30 % el porcentaje de varones que padecen este inconveniente en algún momento de sus vidas.

Condiciona la frecuencia de contactos

Javier (nombre ficticio) lo padece “desde siempre, tanto en la masturbación como en el coito”. Tarda unos diez segundos en eyacular, algo que ha condicionado cada vez más la frecuencia de sus contactos sexuales, hasta el punto de que se ha decidido a acudir al especialista, según confiesa, por iniciativa propia, pero muy influido por su pareja. El médico que le atiende es Saturnino Napal, urólogo del Complejo Hospitalario de Navarra, que asegura que hay solución: “Los tratamientos para los casos leves adiestran de forma gradual al paciente, mejorando su conocimiento sexual y el control del estímulo erótico; en casos más graves, lo mejor es combinar la terapia sexual y la farmacológica”. Desde hace cinco años, los médicos disponen de la ayuda de un principio activo, la dapoxetina. “Es un inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina, principal neurotransmisor implicado en la eyaculación. Aumenta hasta tres veces el tiempo de latencia eyaculatoria”, explica Jesús Blázquez, urólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid

Un problema que no siempre se resuelve solo con medicamentos

Otros fármacos similares dan el mismo resultado, pero requieren una toma diaria durante una o dos semanas para surtir efecto. El tratamiento no lo financia la Seguridad Social, y, aunque su mecanismo de acción es rápido, no tiene nada que ver con el de las píldoras contra la disfunción eréctil. El pico de concentración en sangre se registra entre una y tres horas después de ingerir la sustancia.

Si a la eyaculación precoz se le suma un problema de erección, la pastilla puede tomarse sin problema con alguna de las píldoras que la tratan. Pero no debe mezclarse con alcohol: la dapoxetina potencia los efectos de este. La aparición del primer tratamiento farmacológico hizo pensar a algunos que la eyaculación precoz estaba curada.

La dapoxetina ayuda, pero ha hecho evidente que hay problemas de salud que piden más que píldoras. Muchos hombres afrontan con más seguridad la relación sexual tras tomar esta pastilla, porque saben que retrasa la eyaculación, pero, al margen de ese efecto, no solventa la sensación de falta de control ni la insatisfacción sexual. En una cuestión con tantos factores no existen las soluciones rápidas. Y además el medicamento tiene efectos secundarios.

Los más frecuentes son náuseas, cefaleas y mareo; y más raramente, vértigos, nerviosismo, diarrea o disminución de la libido. “El porcentaje de efectos secundarios graves es pequeño, pero los leves pueden ser tan incómodos que obligan a dejar el tratamiento”, advierte Blázquez.

Una tabla de ejercicios para entrenar la musculatura pélvica

El número de especialidades involucradas da idea de la complejidad del asunto. No es que se necesite pasar siempre por las consultas de urología, sexología y psicología, pero a veces sí. Incluso podría ir bien la fisioterapia, aunque esta no se ofrece en los centros públicos.

Carmen Guillén, jefa de la Unidad de Suelo Pélvico del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, ratifica su eficacia, dado que en la eyaculación intervienen los músculos pélvicos: “Como cualquier otra musculatura, si no se activa, se atrofia, está poco vascularizada y no puede hacer su función”. La dificultad estriba en que estos músculos son unos grandes desconocidos, así que el primer paso consiste en explicar al paciente dónde se ubican, para que tome conciencia de ellos y aprenda a trabajarlos con una tabla de ejercicios.

Los resultados llegan si hay constancia, dice Guillén. “El compromiso tiene que ser total, es como una medicación y sigue sus mismas pautas”, apunta.

Similar implicación requiere la terapia sexológica. Por la consulta de Larrazabal pasan bastantes hombres en busca de soluciones milagrosas. Los hay que piden “algo para bajar la sensibilidad del pene”. Larrazabal les explica que la eficacia del tratamiento depende del paciente. “Es como aprender a hablar inglés, hay que practicar mucho”, expresa muy gráficamente.

La disfunción puede incluso crear síntomas orgánicos en la compañera

En la terapia, el hombre identifica las sensaciones que le llevan al punto en el que la eyaculación es inevitable. Hay técnicas para controlarla y lograr que el pene –ese gran desconocido para tantos varones– deje de funcionar sin control.

Según Larrazabal, “aprender estrategias que ayuden a que la eyaculación sea voluntaria y controlar la ansiedad que siente el hombre antes o después de la penetración son fundamentales para que la pareja recupere el sentido lúdico y placentero de sus encuentros”. La experiencia de un sexo frustrante, a menudo una constante en todas las relaciones que han mantenido los pacientes, deja secuelas.

Según una encuesta de la Sociedad Europea de Urología realizada entre 12 000 hombres con eyaculación precoz, los varones con este problema tienen menos autoestima y salud que el resto, así como peor calidad de vida. Y hay que añadir la vergüenza y la culpabilidad del estigma que muchos ven en las dificultades sexuales. Este problema rara vez sale de la intimidad de las consultas y casi nadie reconoce padecerlo. Los datos lo desmienten, y los especialistas comprueban que muchos hombres y sus parejas se resignan a la situación durante décadas.

El sexólogo Agripino Matesanz lo corrobora: “El 34 % de las personas con este trastorno lleva más de diez años conviviendo con su pareja y un 16 %, más de veinte”. Javier, nuestro paciente navarro, reconoce que la falta de control en la eyaculación ha condicionado la frecuencia de sus relaciones; muchos pacientes acaban evitando el contacto íntimo.

En situaciones que se prolongan durante años, pueden aparecer problemas orgánicos incluso en la mujer: el más frecuente es la congestión del suelo pélvico, que produce dolor y pérdida de sensibilidad vaginal.

Cada vez más hombres acuden a la consulta a petición de sus parejas

Una de las razones para que la eyaculación precoz se trate más a menudo que antes es el cambio de actitud de la mujer; de una posición complaciente, resignada y comprensiva ante el problema ha pasado a otra mucho más exigente con sus compañeros. Larrazabal recuerda que tradicionalmente “las mujeres lo han aguantado todo, como corresponde a una sociedad machista.

Cuando se daba un problema como este, pensaban que era lo normal, porque su placer no contaba”. La emancipación femenina de las décadas pasadas se ha manifestado también en el sexo. Antes, el carácter lúdico compartido de este ni se contemplaba, todo giraba en torno a las necesidades y gustos masculinos, y el papel femenino se reducía a asegurar la reproducción.

Pero este carácter meramente funcional y fugaz no permite asegurar “un estado de bienestar físico, emocional, mental y social en relación con la sexualidad”, tal y como define la OMS la salud en este ámbito de la vida.

Conservar la cabeza fría puede ser la mejor forma de alargar el placer

Los expertos afirman que la ansiedad es un elemento crucial en la aparición y mantenimiento de la eyaculación precoz. Un porcentaje alto de pacientes presenta un perfil ansioso y un gran nivel de estrés.

También resulta más frecuente en varones que tienen relaciones sexuales esporádicas. Pero no se puede meter a todos los eyaculadores precoces en el mismo cajón. “En algunos casos es un signo de afección psicológica o emocional –culpa, inquietud–; y en otros se produce por un aprendizaje sexual escaso o ligado a vivencias de inseguridad sobre el rendimiento”, explica Napal. Y añade: “También cuentan los problemas de pareja y los pensamientos de anticipación del fracaso; y lo que se ve con cada vez más frecuencia es la preocupación excesiva por el rendimiento sexual”.

Hay hombres que, obsesionados con dar la talla en la alcoba, se erigen en jueces de sus relaciones sexuales y se autocalifican como malos amantes, hasta el punto de sentirse incapaces de satisfacer a su pareja. Afrontan el sexo como si lo único importante fuera el placer de la mujer, olvidándose del propio. Se sienten responsables absolutos del disfrute de su compañera. “Esto les produce altos niveles de ansiedad, lo que hace que la sexualidad deje de ser lúdica para ellos y se convierta en una vivencia cargada de preocupación y angustia”, explica Larrazabal.

Muy pocos casos de eyaculación precoz guardan relación con trastornos como inflamaciones de la próstataocasioneso de la uretra, o con alteraciones neurológicas en los receptores de la serotonina.

Sí se ha comprobado, apuntan los especialistas, que existe una influencia genética en algunas . Nunca se da solo un factor. La disfunción puede manifestarse por una suma de elementos: escasa práctica sexual, aprendizaje deficiente, tensiones en la pareja y pensamientos atemorizantes, entre otros. ¿Influye la educación? Blázquez no lo duda: “Puede incidir en la aparición o el mantenimiento del problema en un grupo de pacientes, aquellos en los que el aspecto psicológico juega un papel preponderante; los sujetos con normas de vida muy estrictas y muy autoobservadores son más propensos a padecerlo”.

La falta de control afecta  a personas de todas las edades

Los profesionales distinguen entre dos tipos de eyaculación precoz: la primaria, aquella que se produce desde el comienzo de las relaciones sexuales; y la secundaria, que se manifiesta tras experiencias eyaculatorias normales. Una particularidad del segundo tipo es que puede darse junto a una disfunción eréctil u otro problema sexual.

Hay que tener en cuenta que, a pesar de que no suela hablarse de ellos, según los datos de la Federación Española de Sociedades de Sexología, entre el 30 % y el 40 % de los hombres y entre el 35 % y el 50% de las mujeres sufren algún tipo de disfunción sexual a lo largo de la vida. Las más frecuentes entre los hombres son la eyaculación precoz, los problemas de erección y la falta de deseo.

Esta última pasa a ser la primera disfunción sexual entre las mujeres, seguida de la anorgasmia, el dolor en el coito y el vaginismo, la incapacidad para ser penetrada. Al contrario de lo que ocurre con otros problemas de salud, casi todos los de este catálogo de trastornos pueden tratarse con buenos resultados. “La eficacia es muy alta; en general, la terapia sexual funciona, excepto en el caso de la falta de deseo, que es más compleja”, indica Larrazabal.

Por las consultas pasan hombres con eyaculación precoz y sus parejas de todas las edades, de dieciocho a ochenta años. Todos encuentran remedio, aunque ninguno es mágico. Para el éxito del tratamiento resulta esencial, como en el colegio, hacer los deberes, y bien.

Por : Francisco Cañizares – Este reportaje fue publicado originalmente en la revista Muy Interesante de abril 2015 (número 407)