Santo Domingo. Lo ocurrido en las elecciones celebradas el domingo 5 de julio quedará en un capítulo especial en la historia democrática de la República Dominicana. Una derrota vergonzosa que vuelve a dar en la cara a quienes se creen estar por encima de Dios, del bien y del mal.

Lecciones tenemos de más, por ejemplo, cuando Hipólito Mejía buscó la reelección para las elecciones de 2004, Leonel Fernández obtuvo un 57% en las urnas, contra un 33% de Mejía, quien prefirió destruir a su partido en lugar de dar relevo a otros aspirantes, modificando la constitución y dejando al país en una profunda crisis económica con el quiebre de varias instituciones financieras. El pueblo no perdonó los días de agonía que tuvo que vivir ante la inflación, carestía de alimentos y la inestabilidad que llevó a muchos a una situación crítica. Perdiendo el control de la cámara de diputados, donde el PRD tenía una amplia ventaja.



La lección a Mejía, que  bien pudo haber sido utilizada como un caso de estudio, pero desde el entorno de Danilo Medina, no tomaron en cuenta que el poder lo tiene el pueblo:



Subestimaron la Marcha Verde.

Subestimaron los cacerolazos.

Subestimaron y se burlaron de la convocatoria en la Plaza de la Bandera.

Desacreditaron las encuestas serias que no han fallado en los procesos electorales recientes y que en su momento apuntaron sin fallar en sus victorias.

Sacrificaron, expulsando al líder de su organización, destruyendo a Leonel Fernández.

Jugaron con la dignidad humana, utilizando los planes sociales como un mecanismo de chantaje, apelando a las migajas que entregaban en medio de la pandemia como anzuelo a cambio de votos, lo cual el pueblo rechazó. Recibiendo las ayudas, pero castigándoles en las urnas.

Luis Abinader, virtual ganador de las elecciones se enfrenta a un panorama complicado, heredando una deuda externa superior a los 52 mil millones de dólares, con el reto de comenzar a cumplir las promesas de empleos, viviendas, control de la pandemia del Covid-19 y un electorado sediento de la justicia, que se anunció estaría renovada con un procurador independiente, pero sobre todo que lleve al banquillo a los responsables de los mayores desfalcos en materia de corrupción de los últimos 16 años.

Queda claro, el poder lo tiene el pueblo, lo da y lo quita cuando le da la gana.