Con el aumento de los casos de COVID-19, los alcaldes de varias ciudades de Estados Unidos planean o exigen un reconfinamiento, pero los desacuerdos políticos entre las diferentes jurisdicciones impiden que haya una respuesta unificada y coherente.

En momentos en que hay varios lugares del planeta que tuvieron que recurrir a un reconfinamiento, como Melbourne en Australia, Lérida en Cataluña o Manila en Filipinas, este tipo de decisiones sigue siendo poco habitual en Estados Unidos, que además de ser el país con más muertos por la pandemia sufre un alza de los casos desde junio.



Las autoridades de la ciudad de Houston, que es la más grande de Texas y que tiene más o menos la misma cantidad de habitantes que Melbourne (4,7 millones), pidieron un nuevo confinamiento después de que se detectaran 1.600 nuevos casos en 24 horas.

Esta tasa equivale a siete veces más que la que llevó a la ciudad australiana a volver a imponer restricciones.



«Yo recomendaría – si fuera gobernador – que por las próximas dos semanas, cerráramos todo para quitarle fuelle al virus», dijo este fin de semana el alcalde de Houston, Sylvester Turner.

Pero el gobernador de Texas, el político republicano Gregg Abbott, no cedió a la presión en un principio, aunque sí impuso el uso obligatorio de mascarillas en el espacio público y advirtió sobre un reconfinamiento si la situación empeora.

Texas fue uno de los primeros estados en abrir comercios el primero de mayo. El 22 de ese mes volvieron a funcionar los bares, que un mes después tuvieron que cerrar y a partir del 3 de julio el uso de la mascarilla se volvió obligatorio.

– Ocupación hospitalaria –
En Florida, otro estado problemático, el domingo se registraron más de 15.000 nuevos casos, marcando un récord, cuando la mortalidad también comienza a aumentar.

El gobernador republicano, Ron DeSantis, reaccionó cerrando los bares pero hasta hora se ha negado a imponer el uso de mascarillas o a decretar un nuevo confinamiento en Florida, remitiéndose a los responsables de las ciudades y de los condados (municipios).

En Miami, la cantidad de pacientes en cuidados intensivos por el COVID-19 es siete veces mayor a la que había en abril, según el alcalde.

«Está fuera de control», dijo el alcalde de Miami, el republicano Francis Suarez a la cadena CNN, matizando que los hospitales todavía no están desbordados.

Pero con respecto a volver a decretar un confinamiento, afirmó que se lo plantearía en el momento en que los hospitales le informen que están colapsados.

En el condado de Miami-Dade (con 2,7 millones de habitantes), un tercio de las pruebas arrojaron resultados positivos la semana pasada, según el político republicano que anunció el cierre de los gimnasios y de las salas interiores de los restaurantes.

– Rivalidades –

En un país muy descentralizado, las disputas entre diferentes autoridades son legión. En California, la orden de portar mascarilla se enfrentó a la oposición de varios sheriffs locales que debían controlar su aplicación.

En Atlanta, en Georgia, otro de los estados del sur de Estados Unidos donde los casos aumentan fue a la inversa, la alcaldesa demócrata, Keisha Lance Bottoms, ordenó utilizar mascarilla pero el gobernador republicano replicó que esto no era más que una «consigna» y que su uso no era obligatorio desde el punto de vista legal.

«Es evidente que nuestro Estado no se basa en datos científicos», replicó la alcaldesa, una política cuyo nombre suena como compañera de fórmula del candidato de los demócratas para la Casa Blanca, Joe Biden.

A nivel federal, la estrategia del gobierno de Donald Trump es no imponer obligaciones, sino alentar el uso de las pruebas, el porte de mascarillas, y el cierre de bares si resulta imperativo.

«Es necesario que el 90% de la gente lleve mascarillas en los lugares donde hay brotes», explicó el domingo Brett Giroir, secretario adjunto del Departamento de Salud. «Si no, no vamos a controlar nunca el virus».