Son rumanos, polacos, malienses o tailandeses y llegan cada verano a recoger frutas y verduras en establecimientos agrícolas europeos. Este año, sus condiciones de trabajo, habitualmente muy precarias, han quedado particularmente expuestas por la crisis sanitaria del coronavirus.
174 casos en Baviera, 250 en Aragón, 170 en Provenza: los ejemplos de focos de coronavirus no faltan en las explotaciones agrícolas de toda Europa desde el comienzo de este verano.
Según Fernando Simón, epidemiólogo jefe del Ministerio de Sanidad español, esto no ha terminado: «Es muy posible que siga habiendo algunos brotes asociados a temporeros», advirtió, a la vez que las cosechas continuarán hasta octubre.
Pero pese a las restricciones a los desplazamientos, es imposible para los productores de frutas y verduras prescindir de esta mano de obra, frecuentemente proveniente de Europa del Este o de África.
En mayo, los agricultores de varias regiones de Italia han incluso alquilado charters con sus propios medios para hacer venir trabajadores rumanos y marroquíes. Quedarse en Rumania «habría sido duro», explicó a la AFP Maria Codrea, cuyo ingreso anual depende mucho de la cosecha en los viñedos italianos.
Lo mismo constatan los empleadores, que no están dispuestos a renunciar a esa mano de obra a bajo costo: «Sin ellos, no podríamos lograrlo», reconoce el agricultor español Ignacio Gramunt.
Si bien su pesada carga laboral por salarios muy bajos frecuentemente genera polémica, sus condiciones de trabajo son especialmente criticadas en período de pandemia.
En España, en el pueblo andaluz de Lepe, decenas de inmigrantes africanos aseguran, por ejemplo, no haber sido sometidos jamás a tests de detección de coronavirus.
Acampan delante del ayuntamiento desde que los chabolas donde vivían sin agua ni electricidad fueron incendiadas hace dos semanas por razones desconocidas y piden que se los reubique de manera digna.
«Dormimos sobre estos colchones y cartones porque hace 14 días que no tenemos una solución», se lamenta Lamine Diakité, un temporero maliense de 32 años, consultado por la AFP.
En Italia, el gobierno había prometido en mayo regularizar a los temporeros sin papeles. Pero en los hechos, muy pocos productores han aceptado pagar los 500 euros (unos 590 dólares) necesarios para este acto administrativo, según los medios locales.
Muchos trabajadores clandestinos viven en condiciones deplorables, soportando el sistema de «caporalato», donde los intermediarios que los conectan con los agricultores se quedan con una parte de su salario.
– Higiene estricta-
Cada gobierno intenta aplicar su receta para asegurar condiciones decentes y supervisar mejor la llegada de temporeros del mundo entero.
En el sudeste de Francia, las autoridades impusieron obras a algunos establecimientos agrícolas para recibir a eso trabajadores.
En Alemania, las reglas estrictas de higiene fueron señaladas por el ministro de Agricultura: los recién llegados deben «vivir y trabajar estrictamente separados de otros empleados los primeros 14 días» y no «salir del establecimiento» durante ese periodo.
Suecia, que recibe cada verano miles de trabajadores tailandeses, pide a los empleadores mantener la distancia durante su viaje y alojamiento.
Portugal ha ido más lejos y otorga acceso gratuito a los servicios públicos a los indocumentados, una medida que ayuda a los temporeros llegados sin habilitación.
La pandemia ha llevado a una brusca caída de la cantidad de temporeros en algunas zonas, como Alemania, donde solamente 40.000 personas podrían ser ubicadas este verano en lugar de los 300.000 trabajadores extranjeros reclutados habitualmente en el sector.
Queda la solución aplicada por el gobierno británico, que ve llegar habitualmente 70.000 temporeros por año y que en estos días lanzó la campaña oficial «Pick for Britain» («cosecha por Gran Bretaña») para reclutar trabajadores locales y hacer así frente a la escasez.
Fuente: AFP