Tiene 22 años y fue detenida este jueves por osar enfrentarse al mayor tabú de Tailandia: la monarquía, pilar de un sistema político militar que una parte de la juventud, sedienta de democracia, rechaza en las calles del país desde hace varios meses.
Panusaya Sithijirawattanakul, conocida como Rung (arcoíris), fue detenida tras la promulgación de un decreto de urgencia que desea hacer añicos este movimiento prodemocracia que inunda las calles.
El miércoles, esta joven encabezaba la protesta que reunió a mile de personas en el centro de la capital tailandesa.
Esta estudiante de sociología y antropología, salió del anonimato el pasado 10 de agosto. Ante una marea de jóvenes congregados en una universidad de las afueras de Bangkok, subió al escenario y con voz determinada desgranó los diez puntos para reformar la monarquía.
Lo nunca visto en el país donde esta institución real es sagrada y está protegida por uno de los arsenales legislativos más severos del mundo, que castiga con hasta quince años de cárcel las difamaciones, los insultos o las amenazas contra el riquísimo rey Maha Vajiralongkorn, Rama X, y su familia.
Rung y sus compañeros de lucha piden la derogación de la ley de lesa majestad, la transparencia de las finanzas reales y la no injerencia del monarca en los asuntos políticos.
«Sabía que después (de la lectura), mi vida iba a cambiar para siempre», contó a la AFP en agosto, desde el dormitorio de la universidad del que no salía por temor a represalias.
Alzar la voz no está exento de riesgos en este país asiático. Al menos nueve militantes prodemocracia, que huyeron de Tailandia tras el golpe de Estado de 2014, han desaparecido en los últimos años, según la ONG Human Rights Watch.
Antes de subir al podio, «agarraba la mano a mis amigos, estaba nerviosísima», recordaba la joven. Pero «estaba dispuesta a correr el riesgo, sentí que era mi deber hacerlo».
Antes de su detención Rung fue inculpada de «sedición», un delito que le puede acarrear siete años de cárcel.
– «Modernizar la monarquía» –
El objetivo de Rung no es «demoler o abolir la monarquía», sino «modernizarla, adaptarla a nuestros tiempos».
El rey de Tailandia es el garante de la unidad del reino, que ha registrado doce golpes de Estado desde 1932, y de su sistema oligárquico integrado por aristócratas, altos mandos del ejército y una élite empresarial en su mayoría chino-tailandesa. En este sentido, mucho más allá de su estatus de monarca constitucional, tiene una influencia considerable que ejerce frecuentemente en la sombra.
Nacida en 1998 cerca de Bangkok, Rung creció en una familia de clase media lejos de la agitación política que sacudía a su país, como el derrocamiento del empresario Thaksin Shinawatra en 2006 cuando era primer ministro y la crisis política que siguió con decenas de muertos y centenares de heridos cuatro años después.
Pero un recuerdo de la infancia la marcó para siempre: cuando un cortejo real pasaba cerca de su casa, la policía la forzó junto a sus allegados a salir a la calle y arrodillarse en la vereda.
Esto «forjó mi conciencia (…) Nadie debería ser más importante ni estar por encima de los demás», recordaba la joven, que se describe como «introvertida» y «solidaria».
Solo tenía 15 años cuando en 2014 el general Prayut Chan-O-Cha orquestó un nuevo golpe de Estado contra Yingluck Shinawatra, hermana de Thaksin. Después fue legitimado por unas polémicas elecciones en 2019.
Esto me «radicalizó», reconocía Rung, asegurando haber pensando entonces que «el ejército no tiene derecho a dirigir el país y que todo lo que se difundía era solo propaganda».
Seis años después, sola en el escenario, enseñó tres dedos en señal de desafío, un gesto inspirado de la película «Hunger Games» (Juegos del hambre) y popularizada por los militantes prodemocracia como una señal de resistencia.
Creo que «fui más allá de los límites de la manera en que se puede hablar de la monarquía», decía en agosto. Ahora, «me da igual que me encarcelen (…) Estoy lista. Si quieren, que vengan».