Michael Jordan tiene 57 años. Es el propietario (el único afroamericano) de una franquicia NBA, los Hornets de Charlotte, en su Carolina del Norte natal.
Su legado es inmortal y su figura siempre está de moda, pero desde luego en los últimos tiempos ha vuelto a ser omnipresente debido a The Last Dance, el documental de diez capítulos basado en su carrear en Chicago Bulls que partía de la temporada del último anillo, la del último baile: 1997-98.
Jordan tuvo una última etapa en Washington Wizards (2001-03) antes de su retirada definitiva. Después entonces, su conexión con la NBA regresó con su entrada en los Hornets (cuando todavía eran Bobcats). Pero hay un paso por el que nunca ha rondado: el de entrenador.
Indica el portal as.com que a diferencia de otros grandes de la historia, a Jordan nunca le ha picado el gusanillo de los banquillos, y ahora ha explicado por qué en una entrevista para la revista Cigar Aficionado (es un reconocido e impenitente fumador de puros): “No, no podría, no tengo paciencia.
Mi gran problema es que, desde un punto de vista competitivo, el punto de vista de los jugadores de ahora no tienen nada que ver con el que tenía yo, con la forma en la que yo me centraba en el baloncesto. Ha cambiado radicalmente”.
Jordan explica que no cree que los jugadores de ahora pudieran responder a su forma de ver la competición y que ni siquiera sería justo que les culpara por ello: “Yo no puedo llegar y pedirle a un jugador la concentración y el enfoque que tenía yo. No sería justo que un chico tuviera que pasar por eso.
Porque si no lo hace, no sé cómo reaccionaría yo emocionalmente. No tengo paciencia para eso. Así que, en esencia, nunca me ha atraído entrenar, no he sentido que pudiera hacerlo desde un punto de vista emocional porque soy muy diferente, tengo una percepción diferente de las cosas a los chicos de ahora”.
En la entrevista, Jordan deja muy claro que no le gusta nada el entorno actual en el que se tienen que manejar los jugadores y que el mundo gire en torno a las redes sociales, algo que cree que habría sido muy nocivo para él en sus años en las pistas: «Tiger Woods tuvo su mejor momento justo cuando mi carrera acababa. Ahí lo que estaba cambiando, y lo que ha cambiado mucho hasta ahora, es la influencia de las redes sociales, Twitter y todo eso.
Han invadido la personalidad y la vida privada de los jugadores. Ha llegado al punto en el que algunos las utilizan para obtener réditos económicos y todos eso. Pero para algunos como yo, y viendo todo lo que tuvo que pasar Tiger… no sé si habría sobrevivido si hubiera competido en esta era de Twitter.
No tienes intimidad ni privacidad y hasta el comentario más inocente parece que siempre se malinterpreta. Yo quiero que mi vida sea eso, mi vida. No necesito más admiración de nadie».
Y también opina sobre el debate acerca del mejor jugador de la historia. Él es casi siempre el elegido, con Kareem Abdul-Jabbar a su derecha. Pero LeBron James acelera, pero muchos ya ha superado al mítico pívot y para algunos también está ya a la altura, o por delante, de un Jordan que cree que todo ese debate es ficticio: «Para empezar, no vas a poder decir nunca con certeza quién ha sido el mejor.
Para mí son cosas de la prensa y las relaciones públicas, para generar hype. En golf, Tiger y Jacl Nicklaus nunca jugaron uno contra otro, ni en la misma pista, el mismo torneo, con el mismo material… Yo no jugué contra Wilt Chamberlain. Ni contra Jerry West. Es injusto decir ahora quién fue mejor que quién.
Solo entre jugadores similares puedes juzgar el impacto que tienen, cuanto cambiaron el juego… Yo gané seis campeonatos, pero Bill Russell ganó once. ¿Eso hace que uno sea mejor que el otro? No. Jugábamos en épocas diferentes. El debate nunca es justo, nunca se mide de forma proporcional».