Estamos acostumbrados a hablar sin pensar, dejando a muchos heridos y maltratados en el camino. No nos damos cuenta del daño que nos hacemos, y a los demás, creándonos una mala imagen, la cual será imposible de borrar. Pero no hay necesidad de hacer esto, ya que nuestro testimonio se pierde. Luego, por más que digamos que somos cristianos estará en duda, porque la forma de expresarnos dice todo lo contrario.
Por eso, es necesario dominar nuestra boca y hablar tan solo aquellas palabras que vienen a edificar y no a destruir, ya que hemos sido llamados a sembrar vida, no muerte. Tengamos presente que todo lo que salga de nuestra boca repercutirá luego en nosotros mismos.
Al no darnos cuenta estamos caminando bajo maldición y no en bendición, por causa de todas esas palabras que soltamos, las cuales sin darnos cuenta se han revertido, trayendo destrucción, muerte o enfermedad.
Edifiquemos con la palabra de Dios, erradicando toda palabra de maldición e insultos, dando testimonio de que en verdad hemos sido cambiados a Su imagen y semejanza.
Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios