El enemigo está al acecho, y no podemos descuidarnos aunque estemos orando. Nuestras oraciones tienen que ser más intensas, para reforzar el cerco establecido alrededor de nosotros. El cerco no se refuerza con orar una vez a la semana o cuando tenemos tiempo para hacerlo. Esto tiene que ser continuo, sabiendo que nuestro adversario querrá derribarlo para destruir todo lo que hemos alcanzado a los pies de Cristo.
Para esto se vale de engaños que nos ciegan, a fin de que no veamos el plan que ha activado para alcanzar su propósito. Por eso, tenemos que estar firmes y saber que cualquiera distracción nos hará fracasar.
La palabra es bien explícita. Nos dice que no durmamos como los demás. No es tiempo de dormir ni para descansar; es tiempo para velar, con el dedo en el gatillo, y empezar a interceder hasta que lo venzamos como lo venció Cristo, el cual no cerró Sus ojos, porque sabía que tenía que cuidarse de Su enemigo.
Por la Pastora Montserrat Bogaert/ Iglesiamontededios.org.do