En una enorme porción de terreno, incrustado a una altura de 529 metros y con una temperatura envidiable, se encuentra un lugar paradisíaco; lugar con montañas asimétricas, vestidas de neblinas que abrazan y acarician con manos ecológicas a los pinos, a los vegetales, y a las flores. Toda esta belleza se desarrolla en un espacio geográfico de 665.88 kilómetros cuadrados. Personas de cualquier parte del mundo, se desplazan hacia ese lugar, para escapar de las selvas de cemento y de la inseguridad ciudadana; estamos hablando de Jarabacoa, también llamada, la capital ecológica de la República Dominicana.
Pero, ¿cómo es posible que siendo Jarabacoa tan fructífera?, ¿siendo Jarabacoa nuestro nicho ecológico?, ¡sí, nuestro!, ¿siendo Jarabacoa un destino mundial y con una cobertura boscosa excepcional?; y con todo eso, vemos a la mayoría de la población que no ejerce la potestad ciudadana, muchos no se involucran para reducir los elementos tóxicos que están destruyendo lo que Dios y la naturaleza nos han prestado para administrarlo. Elementos tóxicos como el alto nivel de ruido (contaminación acústica), la ausencia de un acueducto de agua potable con su planta de tratamiento, la indisciplina en el tránsito y el congestionamiento que está provocando ansiedad en los visitantes y en las personas locales.
CuSeñala Samuel Luna en su articulo publicado en el periódico Hoy, que otras acciones tóxicas, que podrían generar elementos mortales en la economía, en la infraestructura, en las propiedades de los veraneantes, y en el mismo pueblo con todo su engranaje comercial, es la apatía del ciudadano, apatía que se refleja en la ausencia del ejercicio de la potestad ciudadana o mejor dicho, tener la capacidad de ver a Jarabacoa en la misma dimensión como vemos a nuestras propias casas o negocios.
Jarabacoa es atractiva, posee un buen clima, es geocéntrica; es productiva, tan productiva que podría convertirse en un municipio modelo y en un prototipo a seguir e imitar. Sin embargo, esto no es suficiente, las personas que vienen a Jarabacoa, están buscando silencio, ríos limpios, seguridad ciudadana y un buen clima; cuando esos ejes son lacerados llega el descontento, un desánimo colectivo, generando un cambio de lugar y una emigración del turista y de los veraneantes hacia otros nichos ecológicos. Debemos y tenemos que crear acciones puntuales, actuaciones que no giren alrededor de una política clientelista; para lograr esas acciones, es urgente que nos juntemos, dejando atrás el fanatismo político y los intereses personales.
Para prevenir y seguir fortaleciendo nuestra casa, perdón , quise decir nuestra casa ecológica, Jarabacoa; debemos unir voluntades, escuchar a todos los sectores que han estado promoviendo acciones que alimentan el progreso integral; como por ejemplo, el Consejo de Apoyo de Jarabacoa, Iglesias, el Clúster ecoturístico de Jarabacoa, juntas de vecinos, clubes, entre otros. Además, es tiempo, que los mismos dueños de proyectos, de complejos turísticos y de cabañas, ejerzan un papel protagónico y estratégico para alimentar nuestra casa ecológica, Jarabacoa. De lo contrario, estaremos perdiendo a Jarabacoa como capital ecológica y como un lugar productivo.