Hemos estado viviendo en tiempos difíciles, y cuanto más turbulenta se vuelve la vida, más fácil es pensar en uno mismo. Pero, aunque el futuro es incierto, no podemos dejarnos consumir por el miedo y la ansiedad por cómo podríamos ser afectados.

Dios quiere que pongamos nuestra mente en Él, porque el Padre celestial es nuestra roca y nuestro refugio en los problemas. Cuando dependemos de nuestra limitada perspectiva, la confusión y la desesperanza son el resultado. En cambio, debemos mirar la grandeza, las promesas y los planes de nuestro Señor como se revelan en su Palabra, porque la verdad divina es nuestra ancla en las tormentas de la vida.



Piense en cómo reaccionó la Iglesia primitiva en tiempos difíciles. Siguieron adelante con valentía, incluso dispuestos a perder su vida porque sabían que el evangelio era la única esperanza para un mundo perdido. Cuando estalló la persecución contra ellos en Jerusalén, se dispersaron y llevaron el evangelio adondequiera que iban (Hch 8.1-4). Dios no quiere que nos retiremos del mundo y nos enfoquemos en nosotros mismos. Esta es nuestra oportunidad de dar esperanza a otros por medio del mensaje de salvación en Jesucristo.



Fuente Encontacto.org