Una empresa de Florida que vio una oportunidad en la escasez de mascarillas N95 cuando comenzó la pandemia de coronavirus ahora tiene 30 millones de ellas sin vender porque no encuentra compradores en Estados Unidos.

DemeTech, una fábrica establecida en Miami, acusa a los precios más baratos de China, mientras un comprador mayorista opina en cambio que el problema es que los compradores estadounidenses recelan de los nuevos fabricantes.



Todo comenzó a principios del año pasado, cuando China, que producía la mitad de las mascarillas que se vendían en el mundo, era acusada de acapararlas en medio del terror inicial que produjo la pandemia.

En abril, algunos hospitales con pacientes de covid-19 reportaban tener mascarillas para apenas tres días, según una encuesta de Premier, una firma que compra insumos médicos para 4.100 hospitales y centros de salud de Estados Unidos.



Google, Amazon y Facebook prohibieron entonces la promoción y venta en sus sitios de mascarillas N95, para evitar que usuarios nerviosos agotaran un insumo crucial para el personal médico.

Entonces DemeTech, una empresa familiar que fabrica suturas, se reconvirtió para producirlas.

Nueve meses y decenas de millones de dólares después, los respiradores N95 de DemeTech obtuvieron la aprobación del gobierno federal, pero no tienen suficientes compradores.

Luis Arguello, vicepresidente de la firma, explica a la AFP que existe «una desafortunada desconexión entre los fabricantes y el público que quiere comprar el producto».

– China y redes sociales –

Arguello adjudica esta «desconexión» a dos factores.

En primer lugar, afirma, los hospitales que compran al mayoreo prefieren adquirirlos más baratos en China.

Una caja de 20 tapabocas N95 de DemeTech vendida al detal cuesta 75 dólares. Aunque al mayor sale menos que eso, su precio sigue siendo superior al de las mascarillas chinas.

«Somos considerablemente más caros porque utilizamos materias primas y mano de obra estadounidenses», explica Arguello.

Un reportaje de la semana pasada del New York Times identificó a cerca de dos docenas de firmas estadounidenses que, como DemeTech, batallan para vender sus mascarillas N95 a pesar de las promesas del gobierno –el anterior de Donald Trump y el actual de Joe Biden– de privilegiar la producción nacional.

En segundo lugar, las empresas locales no pueden vender sus mascarillas al detal porque es imposible para los fabricantes promocionarlas online, debido a que firmas como Google y Facebook prohibieron publicitarlas.

«La mayoría de las empresas digitales piensan que tienen buenas razones, porque quieren reservar el producto para el sector hospitalario y para los médicos», dice Arguello. «Pero tenemos una excedencia, tenemos muchas máscaras en nuestro inventario. Aquí hay cerca de 30 millones».

La N95 es considerada la mascarilla más segura para prevenir el contagio del coronavirus porque filtra el 95% de las partículas en el aire.

– Desconfianza –

Un año después del comienzo de la pandemia, las N95 han superado su escasez inicial pero aún son un bien «restringido», explica David Hargraves, vicepresidente de suministros de Premier, la firma de distribución de insumos médicos.

La demanda es claramente alta –el uso de estas mascarillas aumentó 500% desde julio pasado–, pero también han aparecido nuevos fabricantes y los hospitales tienen existencias para 150 días, en promedio.

No obstante, «tenemos que ser cuidadosos de ser demasiado optimistas», dice Hargraves. «Cualquier cambio en el nivel actual de oferta y demanda podría comprometer rápidamente este mercado tan frágil y volvernos a colocar en una situación de aguda escasez».

Por esto, explicó, las N95 siguen siendo un recurso protegido, lo cual explica que se mantenga la prohibición de publicidad impuesta por las firmas tecnológicas.

Premier asegura que adquiere mascarillas tanto de fabricantes locales –entre ellos DemeTech– como extranjeros.

Pero los hospitales, dice la firma, son los que tienen la última palabra en las compras.

Unos deben aprobar las mascarillas dentro de su propio sistema de inspección, mientras otros recelan de comprar a proveedores desconocidos debido a las muchas estafas surgidas con la pandemia.

Mientras tanto, Arguello dice estar en un «punto de inflexión».

«O contratamos a 3.000 trabajadores nuevos y continuamos creando y ayudando a la economía», dice, «o tendremos que despedir a 1.500 empleados que trabajan en la producción de máscaras».