Dios nos ha dado todas las herramientas para ser prósperos en todo lo que hagamos y emprendamos en nuestra vida. Su deseo es que seamos bendecidos, que podamos disfrutar todas Sus riquezas espirituales.
El hombre que es próspero no es aquel que tiene millones, sino el que tiene la sabiduría y la inteligencia espirituales para poder disfrutar de lo que tiene y puede alcanzar. Muchos cristianos envidian a los del mundo por su dinero, su bienestar, su confort y muchas otras cosas que poseen, pero no se han puesto a pensar en lo que no tienen; porque eso que les falta es lo que no los hace ser prósperos.
Por más que nuestros ojos vean lo que ellos tienen no podrá igualarse a lo que nosotros tenemos: el Rey de Gloria, el que hizo el universo y creó todas las cosas, el que tiene el poder de la vida y de la muerte, el que hace todo lo que quiere.
Dejemos la envidia y los celos. Miremos lo que tenemos, dándole el valor que se merece, y nuestra vida cambiará. Empezaremos a vernos como lo que somos: reyes y sacerdotes, nación santa, pueblo escogido de Dios, para enseñorearnos de todo cuanto hay en los cielos, la tierra y el mar. Sepamos que nuestra riqueza es inagotable porque no es terrenal sino celestial y estamos llenos del Espíritu Santo, el cual nos hace vivir en paz, gozo y fe para disfrutar de todo lo que nuestro Padre Celestial nos ha dado y nos dará conforme a Sus riquezas en gloria.