De Milcíades Mejía La Ocoeñidad, es definida como el conjunto de características, hábitos, tradiciones y peculiaridades que exhiben los habitantes del Maniel, antiguo nombre del municipio San José de Ocoa; esta es una palabra acuñada por el Dr. Alexis Ortiz Read, la que ha esbozado y definido en algunos de sus escritos y conferencias.

Guardando la distancia, es como si se tratara de la nacionalidad, una condición particular de los habitantes de una nación, en este caso de un pueblo, que incluye nociones vinculadas a factores sociales, espaciales, culturales y políticos.



En el opúsculo titulado San José de Ocoa: Paisajes y algo más publicado en el 1978, el Dr. Alexis Ortiz Read, hizo gala del “manielero” empedernido, cuando de manera acertada enumeró las cualidades y atributos que conforman lo que él ha considerado como La Ocoeñidad; el plantea que los ocoeños son: “Orgullosos en el trabajo y en el afán colectivo.… “Rebeldes ante las injusticias ..… dice que…  “todo un pueblo se hace presente para hacer que se restaure el derecho perturbado… que, “El ocoeño nunca está pendiente a que le hagan su trabajo… que son… incrédulos ante la idea de que el maná caiga de lo alto; creyentes en las potencialidades creadoras…de las fuerzas individuales….y de las fuerzas conjugadas”. Primero, piensan “en el desarrollo con recursos propios; … Tal vez se peticiona. Pero nunca se mendiga”.  Para el autor estas son parte de hermosas cualidades que definen el carácter del ocoeño; enfatizando que qué,  .… “Son rebeldes en el sacrificio, también antes las desgracias naturales. Rebeldía que se expresa en el apego a la agonía del trabajo. No importa la largueza del rosario de sucesos funestos”. Y concluye diciendo, “Ese hombre bueno, manso, orgulloso, rebelde y trabajador. Ese hombre configura “La Ocoeñidad”

Dice el Dr. Ortiz, que lo anteriormente expresado ha sido originado y moldeado, y que …..“Por esas notas peculiares de nuestra zona geográfica y fortaleza espiritual….. afirma que….   “Los forasteros no regatearán el espíritu hospitalario y pacífico de los ocoeños. Hospitalidad sin medida. Que se conserva en la urbanidad y en la ruralidad.”



Las cualidades que exhiben  los habitantes de San José de Ocoa no han pasado desapercibidas por escritores, exploradores y personalidades que en diferentes épocas han visitado a este hermoso terruño, al contrario las han resaltado, unos en sus escritos y otros en conferencias, resaltando de distintas maneras ese conjunto de atributos, hábitos, tradiciones y costumbres, que el Dr. Alexis Ortiz Read ha denominado como La Ocoeñidad, entre éstos se citan al Dr. Mignolio Pujols,  José Francisco Subero, Lic. Juan Ramón Báez (Mon), Francisco Gregorio Billini Aristi,  David Dixon Porter, Pascual Casado, Lic. José Manuel Arias, entre otros, quienes en sus obras han resaltado de una forma u otra estas condiciones que adornan a los ocoeños.

Es importante resaltar que este conjunto de rasgos distintivos manifiestos en los ocoeños no solo fueron adquiridos por la influencia del entorno social y ambiental en que se han desarrollado como pueblo, sino también que los heredaron de sus antepasados canarios, los cuales tuvieron una notable influencia en desarrollo histórico, cultural y social de este idílico terruño, asentado entre exuberantes montañas.

Esto lo explicó magistralmente el escritor, político y pedagogo dominicano Francisco Gregorio Billini en su obra, Baní, o Engracia y Antoñita (1892) en la que enjuicia el comportamiento político-social y las costumbres de los banilejos del siglo XlX., cuando afirmó que “estos rasgos todavía se conservan como identidad propia y que se manifiestan de manera determinante en los habitantes de nuestra provincia”.  En ese momento, Billini se refería a Peravia, de la cual Ocoa  era parte de su territorio y que años más tarde pasó a ser su municipio cabecera.

Estas particulares también las pudo percibir claramente David Dixon Porte en su visita al Maniel en 1846, cuando al referirse a nuestra tierra y sus gentes, dijo “Nadie que haya visitado a Maniel se sorprendería por el gusto de sus habitantes en escogerlo como lugar de residencia, en él se presenta todo lo que es bello en la naturaleza”; y con relación a los hábitos, costumbres y la hospitalidad propias de los ocoeños, también las pudo comprobar y de esto da fe al describir el trato exquisito que recibió de las familias ocoeñas que le dieron hospedaje, cuando escribió, “La gente de El Maniel puede considerarse como una gran familia. Los sentimientos más perfectos de bondad existen entre todas las clases y no se descuida cortesía alguna de la vida”.

En una de las crónicas poéticas escritas sobre Ocoa, Pascual Casado dice, “Este lugar tan parecido a un oculto refugio de indios perseguidos o a un palenque de negros cimarrones, un pequeño llano entre montañas, se respira una paz inexplicable”.

En estas cortas líneas, estos dos últimos autores hacen gala de sus venas poéticas e impresionados por la belleza del paisaje y la bondad de las gentes, hacen un retrato maravilloso de cómo eran los ocoeños de aquel tiempo y de lo exuberante de la naturaleza.

También, el Lic. Jose Manuel Arias en su obra sobre biografías de personalidades de Ocoa, titulada Cómplices de una Historia, con pincelas muy puntuales deja entrever que la sociedad ocoeña de aquellos tiempos se desarrolló en convivencia plena con la naturaleza, que la vida de sus habitantes transcurrió en comunidad y hermandad, caracterizada por la sencillez, hospitalidad, laboriosidad y la honradez de sus gentes.

Además de las virtudes y condiciones resaltadas por autores precedentemente citados, a mi entender, son muchas más las particularidades que manifiestan y exhiben los habitantes de nuestro pueblo, me permito mencionar algunas adicionales, los ocoeños son sumamente laboriosos, ingeniosos, con acrisolada urbanidad, hospitalarios, pacíficos, honestos, solidarios, orgullosos de su terruño y rebeldes cuando la situación lo amerita.

Los distingue su determinación para enfrentar los rigores de la vida; el acento al hablar, el uso de palabras y expresiones propias, casi exclusivas. Hasta el modo de labrar y cultivar la tierra de las laderas, es muy propios de nuestros habitantes del campo, ni hablar de la gastronomía, esta es muy particular, con platos y postres exquisitos, como por ejemplo nuestra arepa de maíz tierno, la boruga, el dulce de higo, los buñuelos de ñame, entre otras ricuras.

Se afirma que todas estas particularidades desarrolladas por los ocoeños podrían tener una explicación, principalmente por el tiempo en que permanecieron prácticamente aislados, debido a las condiciones topográficas que predominan en  esta zona. Como es sabido, San José de Ocoa está localizado equidistante entre el norte y el sur, en plena  Cordillera Central, en uno de los lugares más montañosos de la República Dominicana.

Desde su fundación, los medios de comunicación con que contaba este municipio eran muy precarios y por largo tiempo el contacto de los ocoeños con el exterior fue limitado, por estas razones, los habitantes de nuestro municipio se desenvolvieron por mucho tiempo en un forzado aislamiento geográfico y poblacional,  tanto con el sur como con la región del Cibao.

Es conocido que el municipio San José de Ocoa, por mucho tiempo, fue catalogado como un “pueblo bolsillo”, debido a  su exclusiva ubicación geográfica, y que para conocerlo era necesario hacer un viaje exclusivamente, contrario a otros lugares del país cuyas ubicaciones están en la ruta que conduce hacia distintas localidades, haciendo obligatorio el paso por esos pueblos y municipios, aunque estos no estuviera en los planes y rutas del viajero.

En esta situación y el contexto del secular aislamiento geográfico, ambiental, cultural y social, que vivió nuestro pueblo, con el transcurrir del tiempo y la combinaciones de estos factores hicieron que los habitantes de nuestro municipio adquirieran rasgos y elementos de las costumbres y hábitos de los habitantes del sur como de Cibao, los ocoeños las asimilaron y combinaron con las propias, llegando perfilar y a modelar una identidad particular, las que  ponen en práctica reflejandolas en sus modos de vida, sus costumbres y en sus comportamientos.

Es entendible que el contacto centenario sostenido entre ambas regiones forjaran a los ocoeños como si fueran una especie de híbrido, que adquirieron y desarrollaron características propias, un tanto distintas de los cibaeños y también de los sureños, haciendo que no haya nada más ocoeño que esa fuerza que brota de las adversidades. Ese espíritu indomable para no rendirse nunca y siempre mantenerse de pie.