En el restaurante del Hotel María Cristina, Raphael cena rodeado de familia y colaboradores. En más de una ocasión se acercan fans a pedirle una foto y él, solícito, responde a cada una de las peticiones. Incluso el director de cine Gaspar Noé le pide que posen juntos.

Raphael es hoy el pegamento transgeneracional que une España. Da igual la edad, el género, el voto, que todos hemos acabado bailando ‘Mi gran noche’ en alguna boda, en algún after o en algún karaoke. Al de Linares lo han versionado desde Fangoria hasta Joe Crepúsculo y en su museo de Linares queda constancia a través de carteles y vinilos que ni siquiera territorios como Japón y Rusia se le han resistido.



Es, además, el único cantante español que ha recibido un disco de uranio -que se concede cuando se superan los cincuenta millones de copias vendidas de un mismo álbum-, reconocimiento que sólo han recibido, con él, Michael Jackson, AC/DC, Queen y U2.

¿Cómo hubiera sido su carrera si en vez de nacer en Linares hubiese sido anglosajón? «No te puedo decir porque yo soy andaluz, y me quedo con ello. Lo que sí te puedo decir es que recuerdo el momento en el que me concedieron el disco de uranio [en 1982, por el recopilatorio ‘Raphael, ayer, hoy y siempre’] con mucha emoción, porque fue un gran aliciente y un gran empuje para mi carrera», responde el cantante, que acaba de presentar la serie documental ‘Raphaelismo’ en el Festival de San Sebastián.



Dirigidos porCharlie Arnaíz y Alberto Ortega, los cuatro episodios que repasan los más de sesenta años de carrera del cantante se estrenarán en Movistar+ en 2022, coincidiendo con la gira 60 aniversario que ha tenido que posponerse a final de 2021 debido a la pandemia.

A sus 78 años, a Raphael todavía le queda mucha gasolina. El cierre por coronavirus le pilló de gira por Latinoamérica y después de casi un año parado y subiéndose por las paredes volvió a los escenarios el pasado diciembre en un polémico concierto multitudinario en el Wizink de Madrid.

El cantante defiende que se cumplieron todas las medidas de seguridad y que no ocurrió ningún incidente. «He pasado mucho miedo desde el momento cero de la pandemia», confiesa. «Había terminado en México y había amanecido en Colombia, donde hice una rueda de prensa. Entonces me llegó una orden de mi familia que cogiera el primer avión para España.

Me encerré en casa, con la familia, durante meses. Yo sin trabajar soy como un león enjaulado. Los estudios de grabación que yo uso los tengo muy cerca de casa. Y grabar música fue mi salvación hasta que me dejaron actuar en el Wizink, que fue una organización maravillosa y no tuvo ni un incidente; todo aquello que se dijo es obra de internet».

Volverá este 2022 a Latinoamérica como uno de los artistas españoles más internacionales desde que el 5 de marzo de 1966 cantase ‘Yo soy aquel’ en el Festival de Eurovisión en Luxemburgo, que acabó ganando Udo Júrgens con ‘Merci, chérie’. De aquella época recuerda lo emocionante que fue para él conocer a tantas estrellas que luego fueron sus compañeros.

De ahí saltó al mercado internacional, donde actuó en lugares tan míticos como el Olympia de París o el Talk of Town de Londres. «Londres influyó mucho siempre, porque era abanderada de todo y una ciudad muy adelantada», recuerda. «Yo iba cada año un mes a Talk of The Town y allí tuve la oportunidad de codearme con Judy Garland, Sinatra y Elvis, entre otros. Yo tenía un representante que era inglés y eso hacía mucho entonces».

Desde la España franquista, a Raphael, que quería ser «el Edit Piaf masculino» se le abrieron todas las puertas, incluso las de la URSS. «Vino una delegación rusa al Festival de Cine de San Sebastián. En ese momento no se proyectaba ninguna de mis películas, pero ellos buscaban una conexión para poder comprar los derechos.

Recuerdo que la primera que se llevaron y que doblaron al ruso fue ‘Digan lo que digan’ y fue un éxito enorme que hizo que la gente joven de aquella época -que hoy tendrían más o menos mi edad- aprendieron español para entender mis canciones. Todos lo que hoy en día se dedican allí a la hostelería o al tema museístico te hablan español con mi acento». Fue también Raphael quien abrió las puertas de Latinoamérica a los españoles, a gente como Rocío Jurado o Isabel Pantoja.

Su tándem con el compositor Manuel Alejandro es imbatible. «Yo no tenía que ponerme de acuerdo con Manuel Alejandro para mis canciones porque se hacía lo que él quería y punto», cuenta divertido antes de explicar de dónde salió uno de sus temas más reordados, ‘Mi gran noche’. «Esa canción llegó a mi vida por pura casualidad. ‘Mi gran noche’ la escribió Salvatore Adamo. Yo estaba rodando mi tercera película, ‘Al ponerse el sol’, en Bariloche y Buenos Aires y necesitábamos una canción divertida.

El problema es que mis canciones eran todas muy serias, así que me dediqué a escuchar y buscar temas más movidos por todos lados. La letra de Adamo era muy diferente, pero, entonces, tenía al lado a Rafael de León, que ha sido el mejor letrista que hemos tenido en este país y le pedí el favor de que cogiera esa música y pusiera una letra expresamente para mí».

Precisamente, la prensa enfrentaba a Raphael con Adamo y con otros cantantes, como Julio Iglesias. «Salvatore y yo nos llevamos muy bien -y nos seguimos viendo de vez en cuando- y él está feliz de que yo cante sus canciones porque en derechos de autor le ha venido muy bien», reconoce. «Y con Julio ningún pique. Eso se lo inventó la prensa. No te digo que seamos íntimos amigos -que lo somos en la distancia, porque yo vivo en España y él en Estados Unidos-, pero siempre que nos pasa algo estamos al teléfono».

En la serie documental también tratan de una de sus épocas más oscuras, cuando en los años 70 empezó a actuar en Las Vegas. «Fue un error mezclar a la familia, llevarme a mi madre a que disfrutara de Las Vegas. Ella quería que yo descansara y yo era un chico de veinte años que lo que quería era disfrutar de la vida. Ahí chocamos y fue bastante complicado. Y eso que yo nunca he sido mucho de salir por las noches de juerga. Pero en esa época mi cansancio venía del muchísimo trabajo que yo aceptaba.

No volví a tener ningún problema hasta que llegó el gran problema, que fue mi trasplante [de hígado] en 2003». Raphael tuvo que echar el freno, sobrecargado de trabajo, y esconderse de los medios. Pero en ese ‘intermezzo’ tuvo el tiempo suficiente para dejar de viajar y conocer a la que en 1972 se convertiría en su esposa, Natalia Figeroa, una periodista nieta del conde de Romanones. «Lo bueno de lo de Las Vegas es que gracias al parón me dio tiempo a conocerla. Fue todo un revuelo, pero al casarme en Venecia pude despistar un poquito al personal. Natalia ha influido en mí muchísimo. Es una mujer hecha y derecha, comprensiva, y me quiere mucho».

Después de que en 1973 se alejase del cine, Raphael volvió a la gran pantalla en 2015 con ‘Mi gran noche’, película dirigida por Álex de la Iglesia. ¿Por qué tanto tiempo? «Me gusta muchísimo el cine, lo que pasa es que yo pude hacer cine en una época en la que las cosas se planeaban con tiempo. Hoy en día se trabaja de otra manera y de pronto hacen un guión y te llaman y te dicen que empiezas el lunes que viene.

Yo estoy contratado con años de antelación, no puedo conceder dos meses de mi tiempo sin antelación. Álex de la Iglesia fue muy valiente cuando se comprometió conmigo para ‘Mi gran noche’, que rodé ocho semanas. Fue un rodaje muy divertido, porque Álex de la Iglesia es un genio muy divertido». Ahora, más de seis años después, le llega el turno a su serie, ‘Raphaelismo’