No son pocas las ocasiones en las que las series internacionales de Netflix resultan mucho más interesantes que las producidas en Estados Unidos. Por ello, es de agradecer la apuesta de la plataforma por las producciones extranjeras. Hoy vengo a hablaros de una de ellas, pues ‘El juego del calamar’ se ha convertido rápidamente en todo un fenómeno popular.
Siguiendo la estela de ‘Battle Royale’ y de otros títulos en los que sus protagonistas participan en una competición brutal con la promesa de un gran premio, ‘El juego del calamar’ es una serie coreana de nueve episodios que funciona muy bien como sádico pasatiempo, pero también tiene una vertiente de crítica social que eleva más el resultado final.
A vida o muerte
La premisa de esta serie creada, escrita y dirigida por Hwang Dong-hyuk, quien tardó más de una década en conseguir que alguien se interesase en sacarla adelante, es tan sencilla como atractiva: 456 personas aceptan formar parte de un juego, ya que a cambio pueden conseguir un premio que les permite enderezar sus vidas. El problema es que se trata de una competición a vida o muerte…
Eso lleva a que la violencia tenga una gran presencia en ‘El juego del calamar’, pero siempre integrada dentro de la cuidada estética visual que Dong-hyuk dota a la serie -tanto en el uso de los colores como a través de la puesta en escena y el montaje-, en particular en todas las escenas dentro del sádico juego -fuera del mismo todo es más gris, algo obviamente intencionado-. Ahí es cuando estamos ante una obra más estilizada que sabe cómo integrar la acumulación de cadáveres y la violencia explícita sin llegar a caer nunca en el mal gusto.
Para conseguir engancharte, Dong-hyuk se basa en cuatro elementos primordiales. El primero es la diversión, donde funciona la combinación de un sentido del humor muy característico que delata el origen coreano de la serie. Por pura necesidad, eso es algo que va desapareciendo según pasan los episodios, pero de entrada funciona muy bien para facilitar el acceso del espectador, encariñándose hasta cierto punto con su protagonista interpretado por un inspirado Lee Jung-hae.
El segundo es la emoción. Es verdad que solamente hay tiempo para desarrollar realmente a un puñado de personajes, pero Dong-hyuk sabe muy bien qué teclas tocar para llenar las necesidades de la serie a nivel narrativo, pero sin caer en el error de convertirlos en meras piezas dentro del tablero. El segundo episodio es especialmente ilustrativo de este punto, siendo también donde gana especial presencia su vertiente de crítica social, la tercera pata.
Era hasta cierto punto inevitable que ‘El juego del calamar’ entrase en la oposición entre ricos y pobres, con los últimos poco menos que condenados a una vida horrible que están dispuestos a arriesgar por la posibilidad de dejar de serlo. Ahí los guiones de Dong-hyuk son muy funcionales y por la cabeza de uno incluso llega a pasar por la cabeza ‘El hoyo’, película que no se convirtió en un gran fenómeno hasta su llegada al catálogo de Netflix.
Puro enganche
El otro factor clave de ‘El juego del calamar’ es el suspense. Y no lo digo pensando en la duda sobre cuál será el siguiente juego mortal al que han de hacer frente, pues Dong-hyuk se arriesga y no deja todo lo referente a los orígenes y vinculaciones de la competición como un completo misterio. Eso sí, tampoco lo aborda de entrada y frontalmente como ‘Los juegos del hambre’, ya que aquí se opta por ir dando más detalles en paralelo a los avances de la propia partida.
Es verdad que ahí puede resultar un poco burda cuando conecta este aspecto con su lado de crítica social, pero en líneas generales es un acierto, ya que permite dotar de más variedad a la historia, abriendo de paso una línea argumental diferente que igual no engancha tanto como ver los juegos macabros, pero sí goza de la suficiente entidad como para no estar pensando que molesta más que otra cosa.
Como apuntaba antes, todo ese está aliñado por una fuerte presencia de la violencia, no escatimándose para nada la utilización del gore. Cada vez es más habitual ver películas y series con muchas muertes pero ni gota de sangre, algo que a menudo da pie a que se sientan como algo intrascendente. Aquí se aprovecha siempre la capacidad de impacto pero sin caer en lo gratuito o en su glorificación.
Además, Dong-hyuk sabe moverse bastante bien con las situaciones extremas que plantea, ya que las particularidades de las diferentes pruebas potencian el contraste con lo que está realmente en juego. Ahí la tensión está muy bien llevada, sabiendo cómo crear la necesidad al espectador de seguir devorando episodios y utilizando de forma efectiva los cliffhangers pero sin caer en el uso y abuso de los mismos.
A todo eso hay que añadir un reparto muy bien elegido que sabe cómo manejarse en lo que la serie necesita de ellos, ya sean personajes más extremos llamados a cumplir una función muy clara o también aquellos con una evolución más trabajada. Y es que antes o después va a tocar hacer lo que sea si se quiere seguir con vida, algo que la serie sabe abordar muy bien, planteando caminos diferentes según el caso.
En resumidas cuentas
Hacía tanto que una serie no me enganchaba tanto como ‘El juego del calamar’, porque me la habría visto de una sentada de haber contado con el tiempo suficiente para hacerlo. Es verdad que no es ni mucho menos perfecta, pero sí que sabe manejar muy bien los ingredientes que utiliza para despertar nuestro interés hacia esa macabra competición.
Por ESPINOF