Por Natalie Ruiz Casado.- ¿Qué nos ofrece la ciudad de Santo Domingo?… o mejor dicho ¿Qué nosotros le ofrecemos a la ciudad?
Al igual que un tablero de ajedrez Nicolás de Ovando diseñó, con una indiscutible lógica, La Nueva Isabela que para nosotros hoy es Santo Domingo.
Esta ciudad de dudosa identidad, entendió que crecer era negarse a sí misma, porque sintió que no se respetó lo que ella era y para lo que realmente fue diseñada.
Esta ciudad no supo crecer, porque cuando fue ampliando se olvidó de darnos espacios públicos que se aprovecharan para el desarrollo e integración de sus ciudadanos, nos hizo crecer de espaldas al mar cohibiéndonos de la oportunidad para disfrutar de sus tesoros, esos que forman parte de su esencia. Una ciudad que no nos quiere caminando con ella porque sacrificó las aceras para seguir ampliando sus calles; siguió y siguió creciendo sin darle acceso a las personas que transitan en sillas de ruedas o a las mujeres con sus coches, y como diría un buen dominicano: “dándole banda” también a los NO videntes.
Se olvidó de darnos suficientes zafacones para no contaminarla con plásticos y basura; no mostró ningún interés en mantener limpias nuestras playas, planificando un fatal sistema de alcantarillado que las convirtió en el destino final de lo que nadie quiere hacerse cargo. La ciudad nos hizo desconfiar de ella, sin poder andar tranquilos en las calles porque, como para desquitársela, ha dejado que la delincuencia se apoderara de ella…. Y como si ya no nos hubiera quitado lo suficiente, ahora pretende seguir creciendo, hasta reducir uno de sus principales pulmones: el Mirador Sur.
Como diría un buen Millennial, los ciudadanos nos pusimos en “modo vístima” por la falta de consideración de parte de la ciudad, que creció sin tener en cuenta a los ciudadanos.
– Ahora yo le hago estas preguntas: ¿Qué nosotros hicimos para alimentar esa relación con la ciudad y que ella nos tomara en cuenta en su crecimiento?
– ¿Qué hemos estado haciendo todos estos años que nos hemos descuidado de darle calor a esta relación tan importante con una ciudad que nos dejó de querer y creció sin darnos espacio?
La respuesta es: que no hemos hecho mucho esfuerzo. Esta relación falló, pero no fue solo por nosotros, ni fue solo por la ciudad, fue por ambos.
La buena noticia es que esto no es el fin del cuento. Es como poner una alarma diaria en tu celular para recordarte que debemos empezar a considerar los fenómenos urbanos de hoy día de manera diferente, para empezar a construir nuestra propia identidad.
Para empezar a reinventar los hábitos y construir nuestra propia identidad urbana, recuerden esto: la ciudad no es de todos. Es mía y es tuya, porque lo que es de todos, no es de NADIE.