El teatro tiene una magia que no se produce en ninguna otra expresión escénica. Ni siquiera en cine. El teatro es experiencia de piel a piel. De cara a cara. De emociones que no tienen espacio para repetirse. De ritmos de actuación en los cuales el margen para equivocarse para dar el tono y el giro vocal y corporal preciso, es cero.
El teatro es la vida misma, pero al extremo. Es expositivo, artístico, didáctico y vivencial de las emociones, pero el máximo de sus formas expresivas. Es ese escenario, mil veces renovado, que permite sentir a espectadores e intérpretes, bajo el signo del mismo imaginario.
Hoy domingo su última función
Las reflexiones vienen tras presenciar La mujer puerca, del dramaturgo, cineasta y guionista de cine y televisión argentino Vicente Loza, en la Sala Ravelo, del Teatro Nacional, montaje que ha logrado concretar una conjunción de talentos que incluye: el acertado sentido de la producción de Honny Estrella – actriz y gestora artística – al ubicar este trabajo premiadísimo internacionalmente de Vicente Loza, un agudísimo escritor de teatro que tiene en su producción: Amarás la noche, He nacido para verte sonreír, El mal de la montaña, Matar cansa, Nada del amor me produce envidia, Pudor en animales de invierno, Todo verde, tu parte maldita y La vida terrenal, siendo uno de los dramaturgos de Argentina con mayor demanda para presentar sus obras en América Latina y España.
Loza es implacable en el manejo de su discurso escénico gracias a una visión crítica, su capacidad del sarcasmo elegante y su oportuno humor negro.
Otro factor que engrandece este montaje, es la instalación performática (Performance es un espectáculo vanguardista en el que se combinan elementos de artes y campos diversos, como la música, la danza, el teatro y las artes plásticas), concedido por el mejor de los escenógrafos dominicanos, Fidel López, al transformarla del establecido azul pitufo en un ambiente blanco, que lo recorre todo. Tremendo es el esfuerzo en recursos y creatividad que logra envolver al espectador en un ambiente sorprendente y lúdico.
Este performance escenográfico monocromático, permitió el despliegue de un universo luminoso con alternativos tonos de diversos tonos a cargo de un técnico que, como Ernesto López, se puso a la altura del propósito escénico.
En La mujer puerca, los apoyos técnicos han resultado fundamentales: el vestuario de Bethania Rivera/Vicente Santos y el maquillaje de Elis Mesa, contribuyen con fuerza al impacto de la pieza, todo con la visión de un director, actor y gestor teatral que como Vicente Santos, tuvo oportunidad de ejercer este rol fundamental en la creatividad plena de la escena.
Siempre lo vemos como actor de cine o teatro. Acá, tuvimos la oportunidad de sentir su ser creativo esencial. Es profesional, disciplinado y asumió el compromiso con un texto tan rompedor de esquemas.
Las actuaciones
Méritos merecidos para los tres personajes que hace Stuar Ortiz, por la genialidad de su gesticulación, su manejo gestual y sus sonidos guturales. Su labor como interpretación de respaldo a la protagonista de lo que en realidad es un monólogo extendido a cargo de la protagonista.
Y aquí llegamos a Judith Rodríguez quien logra arrancarse girones de piel en los tres personajes que interpreta alternativamente, manteniendo, a pesar de la rapidez en los cambios del parlante, la personalidad de cada uno de ellos.
El proceso que desarrolla es en extremo bien desarrollado, desde su primera salida previa al inicio de sus acciones escénicas, cuando se pasea por escenario e interactuó con algunos espectadores de primera fila, hasta la intensidad del tren descarrilado emotivo de ese final, digno de todos los premios que podría merecer como una de las interpretaciones femeninas mejor logradas en la historia del teatro contemporáneo.
Su aparente fragilidad corporal, el amplio espectro de su expresión facial, su ductilidad en manejo de la voz, su presencia en escena, marcando este discurso que expone la doble moral de cuando el fanatismo de fe, sustituye los valores verdaderos del cristianismo.
Lo que nos surge ahora es la duda en torno a cuál habrá sido la mejor interpretación de esta mujer:
-El Hamlet que hizo en 2015 en Palacio de Bellas Artes, dirigida por el polémico director boliviano David Aramburu, en la cual aportó uno de los papeles mejor logrados de ese tiempo y el inolvidable desnudo artístico que acometió con valor y elegancia.
– Su papel en Buenas noches Mamá, 2018, junto y dirigida por María Castillo, un drama cotidiano y desgarrador y que vimos justo en esta misma Sala Ravelo.
No sabemos cuál de las tres actuaciones puede ser la calificada como la superior, lo que sí es claro es que Rodríguez se coloca ahora en un círculo singularmente exclusivo de la interpretación teatral.