Todos ellos, por fe, (…) apagaron fuegos impetuosos, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Hebreos 11:33-34
En nuestro diario vivir nos enfrentamos a situaciones muy difíciles e inesperadas. Nos damos cuenta de que es inevitable porque nuestro enemigo no descansa. Sin embargo, lo importante no es cómo lo recibimos sino cómo lo enfrentamos. Esto nos dice que necesitamos tener fe en nuestro Salvador para que nada pueda debilitarnos. Al contrario, estaremos fortalecidos para hacerle el contraataque.
La fortaleza que demanda una batalla no es algo simple, porque lo primero que el enemigo toma son nuestras emociones, para que no podamos responderle. Pero Dios espera que respondamos con valentía y que demos testimonio de que somos Sus hijos, pues, si nos acobardamos, estamos negándolo y dejando que el enemigo nos esclavice.
Por esta razón tenemos que entrenarnos y capacitarnos, cosa alguna que muchos no quieren por el sacrificio que tienen que hacer. Pero siempre estas personas estarán en desventaja porque no le dieron el valor que amerita el prepararse como guerrero.