La no realización de los Premios Soberano 2022 en las fechas más o menos acostumbradas, entre marzo y abril, ha dado lugar a especulaciones del más variado tipo.
Se impone tocar el tema con la seriedad de una cuestión nacional que nos interesa a todos y todas, pero sin el matiz del mundillo de maledicencias, de enfrentamientos personales o grupales, o institucionales. A todo el mundo le interesa, de alguna forma, lo referente a los Premios Soberano, dicho ello fuera de toda hipocresía.
Partamos de un hecho: Los premios Soberano no son un patrimonio empresarial, (CND) o solo institucional (ACROARTE). Son, hasta ahora, los Soberanos un premio del país a los artistas y el principal reconocimiento al talento nacional. Por definición nacen y se desarrollan desde Acroarte.
Es abundante el torrente de palabras en todo sentido ha cursado al derecho a seleccionar nominados y ganadores de los Premios Soberano, de la Asociación de Cronistas de Arte de República Dominicana (no tanto como debería ser porque mucha gente ha preferido callar) y que se realizan con el auspicio de la Cervecería Nacional Dominicana, galardón que se encuentran en un momento crucial de redefinición, sin contar con los comentarios y posturas expresadas en privado, alrededor de un tema que como el reconocimiento nacional al talento artístico, clásico y popular.
Los Premios Soberano son el espectáculo artístico televisivo de mayor arraigo en la teleaudiencia y constituyen uno de los recursos de entretenimiento cuya proyección artística y técnica ha logrado hitos en la pantalla chica,
El debate ha permitido airear, debatir y cuestionar en torno a la potestad o derecho a elegir quienes reciben el Premio Soberano y repensar su perfil: ¿son premios de los cronistas o debería variar el criterio en torno a quienes eligen? ¿Debe ser el público por vía digital o encuestas? ¿Deben ser los dueños de los proyectos de la industria los que elijan a sus ganadores?
Una trayectoria
Los Casandra primero y los Soberano, luego, has hecho justicia al arte y a los artistas desde el 15 de abril de 1985, hace 37 años, período descrito con objetividad y justicia en el libro Tres décadas de Historia. Los Premios Soberano, compilado y editado por Máximo Jiménez, incluyendo a quienes salieron de la institución para formar ADOPAE. El libro es excelente y una muestra de objetividad al exponer el proceso histórico del galardón.
Ningún veredicto en un premio de arte popular, complace a todo el mundo, dado que se premia una propuesta sobre muchas otras.
En los veredictos se han cometido errores, algunos imperdonables. Ese es el tipo de situación que Acroarte no puede darse el lujo de permitir ni una sola vez más y es el elemento que ofrece argumentos a quienes critican el premio, por muy bien contados que sean los votos emitidos.
Tiene que haber un especial sentido de responsabilidad ética que canalice como debe ser la transparencia y justicia la distinción artística más trascendente del pa ís, hasta el momento.
Los premios Soberano no pueden ser determinados por votación popular. La gente puede votar por emotividad, popularidad y manipulación, no por el talento que encierran las propuestas. En algunos renglones o categorías, es admisible dar espacio a la votación popular, pero hasta ahí. Sobre los criterios es mucho lo que se puede decir.
Los fallos
El Premio Soberano es un premio de cronistas que ha incurrido en fallos inentendibles, como la no elección de María Cristina Camilo al Gran Soberano en la edición 2021. Era un clamor nacional con todas las condiciones por su calidad y la tradición más extensa de una artista de la palabra y la actuación. Quienes recibieron esa distinción eran merecedores, pero lo oportuno era premiar a la locutora dominicana de mayor trayectoria y actuación en la televisión latinoamericana,
El Soberano debe ser preservado en esa condición, al tiempo de pensar que se deben mejorar los mecanismos y procedimientos de selección, revisar a fondo (y tomar decisiones no superficiales) para evitar la influencia de los intereses, vía las relaciones públicas de cronistas a los artistas, los contratos de trabajo de promoción, la colocación de publicidad.
Para ser mejores los criterios de elección del Soberano, sus perfiles deben ser reformulados de forma seria y radical, so pena de perder credibilidad y prestigio.
El tema de las RP PP nadie quiere tocarlo como tal porque es transversal a la crónica de arte, con excepciones. Y constituye una variable perturbadora para lograr credibilidad para premiar.
Acroarte debe establecer nuevas normas que regulen este aspecto, que es un atentado a la optimización de los premios, y establecer nuevos criterios para impedir que los compromisos de sus miembros con empresas y artistas, se expresen en las votaciones y veredictos, llegando más allá de la ingenuidad de que los contratados que tienen compromisos con artistas dejen la asamblea en el momento de determinar nominados o ganadores.
Eso no es suficiente ni efectivo porque hay formas, delegaciones y alianzas de lograr votos en determinados sentidos aun sin la presencia del titular de los intereses de quien se trate. Ese factor enfrentado debidamente, puede ayudar a elevar el prestigio de los veredictos.
¿Cómo es posible incluir entre nominados y premiados, a artistas que, mediante sus canciones y contenidos, promueven la violencia de todo tipo, la delincuencia, y otros antivalores, con una pobreza textual que hace pensar que quienes premian eso, no saben leer y no cuidan los aspectos de su responsabilidad ética al galardonar basura con ropaje de ritmos urbanos?
No condenamos como género porque es un medio, sobre todo si hay una producción de música urbana (incluso cristiana) que merece estar por encima de la basura que se ha reconocido.
Ya antes se cometió el error de prohibir un género (la bachata) en lugar de estimular mediante nominaciones y premios a los bachateros que ofrecían un producto artístico adecuado. El tema no es el género musical que es solo un medio al final del camino.
ADOPAE
La recién creada Academia Dominicana de Periodistas de Arte y Espectáculos (a la cual me honro en pertenecer) tiene la tremenda oportunidad de crear un premio académico, con perfiles nuevos, con base a sus características académicas, modesto, justo, efectivo, libre de intereses de trabajo o implicaciones empresariales, sin rechazar un patrocinio institucional que no intervenga en la parte evaluativa y de selección.
ADOPAE no puede incurrir en el error de tratar de competir con El Soberano y en cambio lo que si debe hacer es formular una nueva metodología de galardonar el arte, lo cual a quien más convendría seria a los artistas.
Un buen premio artístico puede darse a conocer hasta por Twitter, desde un salón modesto y adecuado. Sus criterios son otros, distintos, ni inferiores ni superiores a ningún otro premio.
El valor de un premio no lo da la ceremonia que lo enmarca, sino que lo otorga su sentido de justicia y sus criterios éticos y estéticos.
Ojalá pueda llegarse a un entendimiento respecto de los Premios Soberano, que incluya una revisión y formulación de nuevos criterios que garanticen una elección cada vez más transparente y justa. Ojalá, los empresarios y titulares de proyectos de la industria del entretenimiento, emprendan la labor de hacer su propio premio y que sientan lo que se experimenta cuando se acepta una labor tan delicada compleja y responsable.
Ojalá ADOPAE presente, además de sus planes de capacitación y relacionamiento social, su propio premio artístico con vistas a 2023, a partir de un modelo nuevo, equilibrado y académico.
Y ojalá que el público de los artistas cumpla con su rol de respaldar sus figuras, sin involucrarse en evaluar lo que no está en capacidad de enjuiciar.
El autor es miembro de Acroarte y Adopae