La vía que da acceso al lugar donde murieron las hermanas Mirabal fue acondicionada para poder llegar con mucha más facilidad.

Para llegar hay dos maneras, una entrando por tamboril y la otra por la carretera turística Gregorio Luperón.



Por si no lo conoces, esta plazoleta construida en honor a las hermanas Mirabal está ubicada en lugar donde murieron.

Los cuerpos destrozados de Minerva, María Teresa y Patria Mirabal aparecieron el 25 de noviembre de 1960 en un jeep en el fondo de un barranco del noreste de República Dominicana.

Un escuadrón que había enviado «el Chivo» —uno de los apodos con el que se conoció a Trujillo— las había interceptado horas antes cuando volvían de ver a sus esposos, que se encontraban encarcelados. Las golpearon con brutalidad, las estrangularon y las mataron, así como a Rufino de la Cruz, el conductor del vehículo en el que viajaban.

Para ese momento, las hermanas Mirabal, conocidas como “Las Mariposas”, ya eran una voz reconocida de la resistencia anti-Trujillo: llevaban años de fuerte activismo contra un régimen que se caracterizaba por eliminar de manera sistemática a sus opositores.

Tanto es así que, según reseña la ONU, poco antes de su asesinato, Trujillo, considerado uno de los tiranos más sangrientos de la historia de América Latina, había dicho que tenía dos problemas: la Iglesia y las hermanas Mirabal.

Sus ideas representaban «una amenaza para el régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo Molina, que llevaba 30 años en el poder y no toleraba el pensamiento disidente», explica el abogado y politólogo Geovanny Vicente Romero.

«Mucho menos era tolerada la participación política de aquellas personas que las restricciones sociales y la época misma no veían con buenos ojos que ‘llevaran pantalones’, literalmente hablando: la mujer dominicana, que como en otros países, era víctima de la cosificación que fomentaba el sistema imperante y eran relegadas a los deberes del hogar, un trabajo no remunerado», dice.

Minerva, la hermana del medio, fue la que más se destacó de las tres. Desde joven, «El jefe», otro de los varios apodos de Trujillo, puso los ojos sobre ella. Según explica una reseña de la Universidad Nacional Autónoma de México la familia Mirabal, oriunda de un poblado llamado Ojo de Agua, fue invitada a una recepción del dictador en 1949. Allí Trujillo se fijó en Minerva e intentó un acercamiento, pero sin éxito.

”Además de desairarlo”, explica la UNAM, la joven le exigió que pusiera fin al acoso judicial contra uno de los fundadores del Partido Socialista Popular, Pericles Franco, amigo suyo que había sido enviado a prisión en más de una ocasión.

Trujillo mandó vigilar de cerca la familia y ordenó detener a su padre, que estuvo encarcelado en varias ocasiones los años siguientes. Minerva también estuvo tras las rejas.

En 1954, la joven conoció a quien un año después sería su esposo: Manolo Tavares. Este estudiante de derecho y opositor a la dictadura de Trujillo fue el primer presidente de la Agrupación 14 de Junio, un movimiento contrario al régimen en el que las hermanas jugaron un papel destacado. Tavares, como muchos otros integrantes, terminó en la cárcel.

Patria y María Teresa, la menor de las tres, también tuvieron un rol protagónico en la resistencia contra la dictadura. Y por eso mismo las mataron. “Las hermanas Mirabal fueron brutalmente asesinadas por ser mujeres y activistas. Su único crimen fue haber luchado por sus derechos contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo”, dice la Unesco.

Su homicidio, lejos de acallar las voces disidentes, aumentó la presión contra el régimen de Trujillo. Menos de un año después, el 30 de mayo de 1961, un grupo de disidentes lo emboscó y fue asesinado.

Una cuarta hermana, que no había estado involucrada de manera tan activa en la lucha, Bélgica Adela (Dedé), sobrevivió para honrar su memoria.

En 1999, la Asamblea General de la ONU proclamó el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

“Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte” es una de las frases que se le atribuyen a Minerva Mirabal. Más de medio siglo después, su historia sigue presente como inspiración para generaciones de personas que luchan para erradicar la violencia contra las mujeres.