Santo Domingo.- Algunas personas, se preguntarían, ¿Si realmente, en pleno siglo XXI es posible hallar a un zapatero en algún lugar? Ante esta interrogante, debo responder que, sí. En el barrio, sea cual sea el barrio, siempre se puede conseguir uno.

Es muy probable que, la interrogante venga de labios de una generación que ha crecido en un entorno donde prolifera la tecnología.



Para la década de los 70, e inicio de los 80, era común conseguir a un reparador de zapatos (zapatero) en cualquier esquina del barrio, puesto que este oficio siempre fue y ha sido uno de los más antiguos y emblemático para algunos

Al escribir sobre éste oficio en el periódico El Nacional, Fernando Suero encontró a una persona profesional, un maestro honrado, el personaje de este reportaje, me facilitó el honor para entrevistarlo y poder tener elemento suficiente al respecto.



Rafael Ramírez (Rafa), su nombre hace honor a su labor diaria como zapatero, oficio que aunque perdura en el tiempo, no es menos cierto que, también se ha ido desplazando, no precisamente por otros, sino, porque las personas, ya no busca reparar sus zapatos, debido a que inmediatamente, en ocasiones lo reemplazan.

El trabajo, anteriormente pasaba de padres a hijos. El oficio de zapatero es necesario y si algún día estuviese en peligro de desvanecerse, entonces habría que reinventarlo.

En la calle 6ta, número 20 del sector la Esperanza, Villa Mella, Rafael Ramírez, se levanta cada día con la noción de que, podrá conseguir un dinerito como paga por la reparación de algún par de zapatos, o tenis, zapatilla, etc.

Don Rafael, cuenta que lleva en el oficio de zapatero alrededor de 50 años, con el cual ha podido sacar a su familia hacia delante en una época en la cual tuvo que, ser desde limpia botas, hasta ayudante de construcción en su juventud, pero, una vez descubrió que, podía proveer el sustento a su familia como zapatero, no dudo ni un sólo segundo para desarrollarse en ese oficio, hasta la fecha.

El ser zapatero es una labor única en la sociedad, no tiene ninguna relación con asunto nostálgicos, simplemente es una profesión que debe ser, y merece ser reconocida y recordadas por todos.

Rafael Ramírez, como humilde zapatero, es un profesional dentro de sus limitaciones económicas, y con una edad avanzada viviendo en una pobreza extrema, continua sustentándose por medio del oficio. Con todo, no ha perdido la esperanza de que llegará ese momento del cual logre salir de ella por medio de su labor del cual, tiene medio siglo ejerciéndola con mucha altura.

Para Rafael, no hay día de descanso ni días de fiestas, siempre tiene las puertas de su humilde casa abierta para recibir algún cliente de los que, se ha ganado en el barrio, y otros que llegan hasta su negocio desde otros lugares, con el fin de poder encontrar una solución de reparar, y/ o cocer un par de zapatos.

“En algunas ocasión, la gente viene a reparar sus zapatos, pero, dependiendo de lo que se vaya a realizar, cobro entre RD$ 500, y hasta RD$ 1000, que es lo más caro que he cobrado por reparar un par de calzados”, dice Don Rafael.

Para otras personas, el servicio de reparar zapatos, y más en barrios, es una alternativa, ya que en lagunas tiendas el costo que deben pagar por la compra de un par de zapatos, puede llegar a costar entre 5 mil, y hasta 10, mil pesos, si es de una marca reconocida, y si la persona está en dispersión de pagar esa cantidad.

Pero, hay que destacar que, por varios años, han proliferado en todo el territorio nacional, la venta de zapatos usados, por medios de las cuales muchas personas adquieren las mercancías desde otras latitudes, y hasta han surgido tiendas con esa finalidad, y hoy, las cocemos como: “Las famosas Pacas”, como se les dicen popularmente.

En cualquier esquina, lugar del territorio nacional, se pueden observar algunas tiendas de pocas, “ofertando” todo tipo de zapatos en diferentes colores, tamaños, condiciones, y diseños que, atraen a cualquier cliente, que aunque no están buscando en ese caso, específicamente un calzado, muchos terminar comprando uno varios pares dependiendo la “oferta” del momento.

Por eso, es que este escrito, trata de resaltar la importancia del zapatero del barrio, como es el caso de don Rafael Ramírez, quien es el protagonista de esta historia, quien es considerado como uno de los artífices de mantener vigente el oficio en éste tiempo.

Hay que reconocer que, este oficio, al igual que los sastres, ya casi no hay en gran escala, y los pocos que se pueden encontrar son muy escasos, y hay buscarlos con una lupa, literalmente, debido a que, también con la llegada de las pacas, han surgido las llamadas zapaterías, que con equipos más sofisticados y avanzados, han ido desplazando poco a poco a los zapateros del barrio.

Rafael Ramírez, no cuanta con equipos de alta tecnología para competir con esas grandes empresas, solo cuantas con sus dos manos, un mostrador en cual tiene colocado una gran parte de los zapatos de sus clientes que, muchas veces tardan hasta meses para retirarlos, ya sea porque no tiene tiempo, o porque tienes varios calzados de usos.

Cuenta que, para realizar el trabajo solo necesita tener hilo, clavos, pega y agujas que mantienen su precio en el mercado y no se ven muy afectados.

El oficio de ser zapatero muchas veces se hereda de familiares, aunque en el caso de don Rafael, no ocurrió así, ya que, su padre se dedicaba a la agricultura en el campo de donde son oriundos, específicamente de la provincia de Valverde, al saber que la agricultura, no era para él, decidió migrar hasta Santo Domingo, en la década de los 70, logró salir a camino, antes de ser zapatero, levantó un pequeño negocio dedicado a la venta de rubros, pero, con el tiempo, se vio en la necesidad de prescindir de éste, ya que, con una familia de 6 hijos, lo que conseguía no alcazaba para mantener a su vástagos, fue ahí, dónde decide realizar un negocio alterno dedicándose al reparación de zapatos, aún hasta el día de hoy, don Rafa sigue en ese oficio.

A Rafael, en muchas épocas, no le va bien, tiene momentos de pérdida como cualquier otro negocios, pero, eso no lo hace desistir, sino que, al ver que no llegan clientes con frecuencia, decide ir de casa en casa en el barrio, y preguntando: “¿si tienen algún zapato para reparar?. Luego de conseguir algunos que otros, logra así, por lo menos tener el sustento de ese día.

Cuenta don Rafael Ramírez, que una de las cosas que más disfruta de su trabajo, es el olor de las pieles de los calzados. Al concluir la entrevista, don Rafa, como les dicen el barrio, exhorta lo siguiente: “No importa cual se el trabajo al que te dediques, si lo vas hacer hazlo con pasión, honradez, y entrega, al final, es lo que te abre camino”, dice.

Por ello invita a quienes requieran de alguna reparación de algún calzado, u otro tipo de producto, para que acudan a buscarlos donde el zapatero del barrio.