París, Francia. Las mujeres tienen un estilo de vida que las lleva en promedio a emitir menos gases de efecto invernadero que los hombres, según un artículo de una economista consultado el martes por AFP.
«Hay estudios que muestran las disparidades de género en los comportamientos responsables del origen de las emisiones de gases de efecto invernadero y en las consecuencias del cambio climático», explica Oriane Wegner, autora del artículo, que aparecerá el miércoles en el sitio web del Banco de Francia.
Wegner reconoce sin embargo que, más que el género, es el nivel de ingresos el que ejerce «un papel más importante», así como el lugar de residencia, urbano o rural.
El artículo fue revelado por el diario de izquierdas francés Libération.
Especialista en economía del clima en el Banco de Francia, Wegner asegura basarse en un estudio sueco de 2021 que afirma que las tendencias de consumo de los hombres «causan como promedio un 16% más de gases de efecto invernadero» que las de las mujeres.
Los hombres consumen más carne que las mujeres (67% de los franceses vegetarianos son mujeres), utilizan más el coche y gastan más en bienes de consumo.
«Los hombres son más susceptibles de irse de vacaciones a destinos más lejanos, y hacerlo en coche», dijo a AFP Oriane Wegner. De la misma manera, «las emisiones de CO2 vinculadas al avión son algo superiores en el caso de los hombres», añadió.
«Del lado de las mujeres se observan gastos en bienes y servicios con menores niveles de emisiones, como los cuidados o la salud», detalla Wegner.
En 2021, los hombres solteros emitían como promedio una decena de toneladas de gases de efecto invernadero, en comparación con los poco más de 8 toneladas de las mujeres solteras, a pesar de que su gasto es superior en «apenas un 2%» al de dichas mujeres.
Y al mismo tiempo, las consecuencias son desiguales.
Según los estudios de la ONU citados por Wegner, el 80% de las personas que debieron abandonar su hogar a consecuencia de episodios meteorológicos extremos son mujeres.
«Las políticas públicas nacionales y los marcos de acción internacionales ganarían en efectividad si se tuviera en cuenta las interacciones entre género y medio ambiente para reforzar su eficacia», concluye la autora del artículo.