El presente encuentro, es mi segunda convivencia con el cáncer, no me lleva a entonar las trompetas del triunfo.
La palabra cáncer es una de las pocas con tal poder paralizante y trastornador de la vida cotidiana de quien la escucha en función de ingresar a esta condición de salud,
El solo concepto paraliza, detiene y altera la existencia tanto de quien es señalado como el portador, como de sus relacionados más inmediatos (familias y amigos verdaderos), porque implica una vecindad con el dolor, la angustia de los tratamientos, el costo material que implica una dolencia catastrófica y la condición de cuasi cadáver andante que respira (por ahora) del paciente.
En mi caso es también motivo de ofrecer válidamente una pauta de comportamiento al resto de mi comunidad al dejar claro que el cáncer es un compañero de viaje que ha de tener un desempeño que ha de moldear en mí, la actitud precisa, la postura adecuada para experimentar sus pasillos que podrán implicar, esperas, tratamientos, dolor, deterioros vitales, renuncias a lo agradablemente acostumbrado.
No se trata de levantar proclamas ante lo que creemos es una tragedia. No es erigirle un pedestal de homenaje. El cáncer no procura ser homenajeado. Ni lo necesita. Ni lo merece. El asunto es comprender el proceso. Y hacer que opere a nuestro favor, independientemente de lo que finalmente nos ocurra.
Ha de ser, el resultado final, lo que sea. El camino a tomar, debe ser el que deba tomarse.
La principal experiencia: prevención. Exámenes periódicamente realizados para ver que todo marche bien en nuestro organismo.
La principal misión: transformar nuestras acciones en un elogio al buen vivir. Fomentar el ejercicio, la buena alimentación evitando la excedida en grasas y azúcares, vivir para comer, y no al contrario.
La principal conquista: entender el proceso que es llamado a optimizar nuestro tiempo y encarnar la esperanza y la inspiración para toda persona que nos trate y nos quiera. No ser nunca motivo de desaliento para con esa gente que nos ama.
La principal enseñanza: nunca se sabe cuándo la vida dará un vuelco, en el sentido que sea, ante lo cual la única norma es estar listos siempre.
La principal inspiración: la validación de mi fe, cualquiera que ella sea. La reconfirmación de nuestro compromiso con el pensar.