Una plaga desconocida diezma desde hace dos años los cultivos de yuca en la Guayana Francesa y se extendió al norte de Brasil, poniendo en riesgo un alimento de base de miles de personas.
Las autoridades de este departamento francés de ultramar tantean respuestas para contener la propagación de misterioso mal y salvaguardar a esta planta, también conocida como mandioca, de la cuenca del Amazonas.
«En principio, la mandioca tarda un año en madurar, pero la cortamos a los seis meses para estar seguros de obtener algo. Inevitablemente, cosechamos menos, a pesar de que alimenta a nuestras familias», explica Estever Martin, jefe del pueblo amerindio Trois-Palétuviers, fronterizo con Brasil.
De pie junto a un montículo de tubérculos desenterrados, describe lo que denomina «la enfermedad de la mandioca».
Esta plaga «ennegrece el tallo, marchita las hojas» y resiste «a las quemas y a los productos fitosanitarios, como si la tierra [estuviera] también contaminada», detalla.
Esta enfermedad no identificada que diezma los cultivos fue descubierta en 2022 en la región meridional del Haut-Maroni.
Desde entonces, el patógeno se extendió a toda la Guayana Francesa y al vecino estado brasileño de Amapá, donde unos 10.000 indígenas en la región del Oyapoque se alimentan también principalmente a base de yuca, según las autoridades locales.
En 2023, la Federación Regional para la Defensa contra Organismos Nocivos (Fredon), encargada de la vigilancia biológica de la Guayana Francesa, lanzó una alerta fitosanitaria.
«Ya no estábamos en el estadio inicial de la epidemia sino en el de la catástrofe», afirma Antoine Chourrot, ingeniero agrónomo en la Fredon.
En algunas zonas de Haut-Maroni, la pérdida de producción es «del orden del 60% al 90%», estima Nathan Astar, de la cámara de agricultura de Maripasoula, en la frontera con Surinam.
«Pero es difícil cuantificar todo pues la mayor parte de la agricultura se hace de forma familiar e informal», en parcelas agrícolas en el bosque, continúa.
Como consecuencia, el precio de la harina de yuca, muy consumida, se duplicó en solo unos meses. «Es sin embargo el feculento de base en Guayana, el equivalente del pan. Cuesta ahora más que el pollo», lamenta Antoine Chourrot.
– «Un negocio» –
Hasta ahora, las pistas exploradas por la Fredon para entender el origen de la enfermedad no dieron ningún resultado.
«Queda la pista del virus, de los fitoplasmas, los hongos y de todas las bacterias que no hemos buscado. Puede demorar años», resume el ingeniero agrónomo.
Entretanto, «encontrar esquejes sanos es cada vez más difícil», lamenta Jacob Jutte, de la asociación Panakuh, la principal agrupación de agricultores del este de Guayana Francesa.
Según Jutte, «un verdadero mercado de esquejes», o tallos, sustituyó al trueque que predominaba hasta ahora.
«Todo el sistema tradicional se está modificando y monetizando», explica.
Numerosos agricultores, atraídos por las perspectivas económicas, han relanzado parcelas de mandioca en la cuenca del Iracoubo, sbre la costa atlántica, menos afectada por la plaga.
«Se ha convertido en un negocio», confirma Thierry Gardeux, el presidente de la Asociación de Agricultores de Sabanas, en Iracoubo.
– Diversidad biológica –
El grupo de trabajo sobre la yuca, creado al inicio de la plaga, concentra sus esfuerzos en la mejora de los tallos.
«Hay que continuar los esfuerzos de la investigación pero no concentrar todo ahí. Producir esquejes sanos para replantar parcelas y mejorar las prácticas es la principal problemática», estima la investigadora Margaux Llamas, del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (Cirad).
Con un presupuesto de 200.000 euros (217.000 dólares), el Cirad instalará pequeños invernaderos en las cuencas de producción que permitirán sanear los esquejes mediante un proceso térmico.
Según Margaux Llamas, el Cirad quiere igualmente «crear una colección agronómica de mandioca para salvaguardar esta diversidad biológica».
La crisis generó una reflexión a más largo plazo sobre la necesidad de preservar esta planta patrimonial. Pues el «abattis» – la parcela cultivada mediante la agricultura de tala y quema – «es una parte de la identidad cultural de la gente y la mandioca es la planta principal de este sistema», resume Jacob Jutte.