Las ratas no saben repetir escalas, pero perciben la similitud de una misma nota tocada con dos octavas de diferencia, una capacidad que tienen otros mamíferos, además del ser humano, según un estudio.
El cambio de octava, que permite tocar una misma nota de manera más grave o más aguda, es importante para el lenguaje humano, recuerda este trabajo de investigadores del Instituto de Investigación Acústica en la Academia Austríaca de Ciencias.
Por ejemplo, los niños pequeños que intentan imitar la pronunciación de una palabra por un adulto —cuya voz es demasiado grave para sus jóvenes cuerdas vocales— transponen espontáneamente el sonido escuchado con una octava más grave.
Una teoría sugería hasta ahora que esta capacidad para percibir y producir un mismo sonido en varias octavas se desarrolló en el ser humano para ayudarle a desarrollar un lenguaje. Pero también para cantar en coro.
A menos que otros mamíferos dispongan naturalmente de ella.
Esa es la nueva teoría que sugiere el estudio publicado el miércoles en la revista Open Science de la Royal Society británica.
«Cuando otras especies vocalizan también producen información armónica, información que incluye la octava», explica a la AFP Marisa Hoeschele, que dirige el grupo de biología en el instituto austríaco y cofirmó el estudio.
Esta capacidad, denominada estructura armónica, facilita la comunicación entre individuos cuyas vocalizaciones se extienden en varias octavas, según los expertos.
«Es importante reconocer que es lo mismo, incluso si el tono es diferente», según Hoeschele.
– Los niños y los pájaros –
El grupo del Instituto, dirigido por Bernhard Wagner, trabajó con 40 ratas.
El animal se acostumbró primero a escuchar, en desorden, una serie de cuatro notas en una misma octava: Mi, Fa, Fa sostenido y Sol. Con la recompensa de una pastilla de azúcar después de escuchar cada nota.
El ejercicio se repitió durante veinte días. Luego se pasó a la fase de pruebas propiamente dicha, con una gama dos octavas más alta. Esta vez la serie era solo de seis notas, de las cuales solo tres correspondían a las de la fase previa de habituación.
Esta distracción perturbó la búsqueda de una recompensa porque la rata no esperaba obtener ese regalo al escuchar una nota «intrusa». Sin embargo, cuando las notas eran similares a las escuchadas dos octavas más abajo, intentaban obtener la recompensa.
Una reacción similar a la registrada en un experimento de 1984 con niños muy pequeños: los bebés notaban instintivamente, girando la cabeza, la introducción de notas «nuevas» en una serie melódica tocada inicialmente más alto o más bajo.
En la misma línea, el experimento detallado esta semana sugiere que en el caso de la rata «el fenómeno de equivalencia de octava ocurre naturalmente», sin exposición inicial a música o entrenamiento.
Este roedor se suma así al delfín y al macaco rhesus, los dos únicos otros mamíferos, aparte del humano, que han mostrado una capacidad para percibir la equivalencia de notas en varias octavas.
En los humanos, esta capacidad se basa en una estructura neuronal, recordaba un estudio anterior realizado por Hoeschele.
«Parece que el cerebro está organizado de una manera que permite tener en cuenta las octavas», según la científica. Y también es el caso para otras especies de mamíferos.
Queda por investigar más ampliamente la reacción de las aves, que tienen una capacidad de producir y aprender cantos que va mucho más allá de la simple identificación de octavas. Por ahora los investigadores han aplicado este protocolo de Hoeschele a dos especies, sin resultado positivo.