María S. Tejada E., directora del Colegio Mahatma Gandhi, anunció el cierre definitivo de la institución, ubicada en la Zona Colonial, debido a diversas circunstancias familiares, de salud y económicas.

La noticia fue comunicada a los padres, madres y tutores de los estudiantes en una carta fechada en mayo de 2024.



El Colegio Mahatma Gandhi, reconocido por su compromiso con la enseñanza de valores humanos, ha enfrentado una serie de desafíos en los últimos años.

Entre ellos, la falta de comprensión de algunos padres de que la institución no forma parte del sector de educación pública, la situación económica pospandemia, y la pérdida de dos personas cercanas a la directora, lo que ha creado una situación emocional difícil de manejar según publica el portal  Acento.com.do



Este cierre hay que evitarlo

Carlos de la Cruz, un visitante del colegio, destacó la importancia de la institución en un testimonio personal, recordando la calidez y la gratitud de los estudiantes durante una charla que realizó en 2012.

También mencionó una experiencia musical enriquecedora que presenció en el colegio años después.

«Todos tocando, bailando, cantando; estaban ensayando pero sobre todo aprendiendo… simplemente eran felices», describió De la Cruz.

Se espera que la comunidad se movilice para apoyar la institución y evitar su cierre.

Por ahora, el Colegio Mahatma Gandhi se compromete a entregar los documentos necesarios para el traslado de los estudiantes durante los meses de junio y julio.

A continuación el testimonio de De la Cruz:

«En 2012, Microsoft hizo un proyecto llamado Internet Seguro, donde se enseñaba a los niños a cómo protegerse de los depredadores que existen en la web. Les cuento que visité en total 30 y algo de colegios, de todos los niveles y posiblemente el más humilde de todos los que di la charla, fue el Mahatma Gandhi. Pero increíblemente fue el único que cuando terminé la charla prácticamente la mitad del curso vino hacía mi agradecido a saludarme por lo que les había enseñado y fue el único Colegio que me ayudó a cargar el proyector, pantalla y todo lo que cargaba hasta mi carro.

La verdad es que me quedé sorprendido, por ese trato especial que me dieron. Entiendo a María, perfectamente porque sé perfectamente lo que le está pasando, aunque no he conversado con ella y entre muchas cosas, es posible que se sienta sola y falta de apoyo. Entiendo que la comunidad y todo el allegado debe rescatar esta institución, porque ¿cómo es posible que en Ciudad Colonial, se abran cada día, bares y discotecas y las escuelas cierren? Demos el apoyo a ese especial lugar donde se va a aprender valores humanos, que no es común hoy en día, ya que el conocimiento, el que quiera tenerlo, lo puedo encontrar muy fácil en cualquier lugar.

Seis años más tarde, por la calle Arzobispo Nouel y escuché una música bien alta, con mucho ritmo; no me imaginaba lo que era, pero sabía que no era un colmadón, ni un fanático con música alta. Giro a la izquierda y me quedo en el parqueo de la José Reyes, a pesar de tener una reunión a las 6:30 P.M., siendo ya aproximadamente las 6, no aguante la curiosidad, me desmonté y lo más rápido que pude regresé por donde pensaba que venía la melodía; cada vez era más alta, hasta que me encuentro frente al Colegio Mahatma Gandhi.

Había un movimiento “extraño”, una entradera y salidera de muchachos, como también alguien supervisando en un escritorio, le sonrío a la señora y le pregunto: ¿Es arriba? Y me contesta, sí, pase…
Tremenda sorpresa la que me encuentro, es un grupo de niños y adolescentes, dirigidos por un auténtico maestro de música. Todos tocando, bailando, cantando; estaban ensayando, pero sobre todo aprendiendo. A simple vista aprendían música, pero si nos vamos a lo existencial, estaban aprendiendo a convivir, a compartir, a reírse y ser felices.
Tal vez no tenían los mejores instrumentos, tampoco el mejor estudio para practicar; pero se sentían tan bien… que ni siquiera se daban cuenta de que para tantos muchachos había un solo abanico, simplemente eran felices.

Esa tarde veía cada cara y cada cara tenía su función, aparte de tocar un instrumento o prestar su voz. Desde el más grandote de la güira con su estilo de cabello particular, los trompetistas que en un momento indicado se ponían de pie, las violinistas moviéndose de lado a lado, las chicas/chicos del coro; cantando, poniendo el sabor con uno u otro grito y hasta la chiquindola como de 3 años empujando los bracitos hacia delante. En conclusión había armonía y de la buena. Al terminar la pieza saludé al director y lo felicité, bajé la escalera y me despido de quién me dio paso.

Mientras caminaba hacia mi destino, no se me salía de la mente lo que había vivido, pensaba en ese grupo y toda su alegría. Ya eran las 6:30 y vuelvo a mi realidad, me dirigía hacía la Meriño y pensé que con quien me reuniría, iba a estar agrio conmigo por la tardanza, me llegaba a la mente que quizás le tendría que contar mi experiencia, para que me disculpara; posiblemente hablarle de lo pesado que estaba el tránsito o que no encontraba parqueo. Cuando me acercaba a la Emiliano Tejera, me di cuenta de que llegaba a La Casa de los Dulces y no tuve que justificar nada.

Que tarde… qué momento corto, tan agradable y divertido,

Gracias Colegio Mahatma Gandhi,

Carlos De la Cruz».