Pese a ser excepciones en el deporte de alto nivel, los atletas transgénero han provocado en los últimos años una avalancha de reglas específicas, llevando al mundo deportivo a precisar los vínculos entre género y rendimiento y a conciliar el debate científico con los derechos humanos.
Aunque aún se están disputando torneos de calificación olímpica, nada indica que en la capital francesa vayan a competir del 26 de julio al 11 de agosto deportistas como la haltera neozelandesa Laurel Hubbard, primera atleta abiertamente transgénero que participó en unos Juegos, en Tokio en 2021.
Además de Hubbard, tan emocionada que no pudo levantar ningún peso, la futbolista no binaria Quinn logró el oro con Canadá. Antes de la final, explicó querer encarnar «una figura visible» para las jugadoras transgénero, como ella misma habría deseado tener en su adolescencia.
Exniño prodigio del skateboard, Alana Smith provocó sorpresa en una prueba femenina de ‘street’: sonriente y desenfadada, la estadounidense no intentó ninguna pirueta técnica, declarando que prefería la medalla «de la felicidad» y del «orgullo» como deportista no binario.
Los deportistas transgénero han llegado a la escena olímpica sin crear demasiado ruido, lejos de las polémicas alrededor de algunas atletas hiperandróginas (mujeres que presentan un exceso natural de hormonas masculinas) como la sudafricana Caster Semenya, doble campeona olímpica de 800 m (2012, 2016), privada de competición desde 2018 porque rechaza medicarse para reducir su tasa de testosterona, y metida en una pelea judicial en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
– El ‘desafío’ de las pruebas científicas –
Para las instancias deportivas, los dos casos presentan similitudes: como las mujeres suelen tener resultados inferiores a los de los hombres en la casi totalidad de disciplinas, ¿hace falta controlar el acceso a la categoría femenina? ¿Y cómo?
En 2004, en su primer reglamento sobre atletas transgénero, el Comité Olímpico Internacional (COI) exigía una operación de reasignación de sexo al menos dos años antes de su inscripción en una nueva categoría -criterio suprimido en 2011-, así como una «terapia hormonal» comprobable durante «una duración suficientemente larga como para minimizar las ventajas competitivas vinculadas al género».
Pero en noviembre de 2021, la instancia olímpica invitó a las federaciones internacionales a definir sus propias políticas, en base a dos criterios: buscar la «equidad» deportiva persiguiendo las ventajas psicológicas «injustas y desproporcionadas» apoyándose en los propios datos de su disciplina, pero también respetar el derecho a la vida privada, la no discriminación y evitar los exámenes invasivos y la presión de seguir un tratamiento hormonal.
La mayoría de las federaciones «buscaron en primer lugar la opinión científica», lo que constituye «un desafío», explicó a la AFP la socióloga Madeleine Pape, especialista en cuestiones de género y de inclusión en el COI, y antigua rival de Semenya en Pekín-2008.
«Los estudios basados en muestras suficientemente grandes de atletas transgénero son escasos», destaca Pape, quien precisa que esos informes analizan «un abanico muy limitado de características atléticas», como la fuerza o la capacidad cardiovascular, cuento el rendimiento deportivo es multifactorial.
Para Magali Martowicz, responsable de derechos humanos en el COI, también ha habido que sensibilizarse en los aspectos jurídicos y humanos, porque «los atletas transgénero son tan pocos que hay un cierto grado de ignorancia» sobre su recorrido vital.
– Lia Thomas rechazada –
Entre la cascada de reglamentos surgidos en los últimos años, el más estricto es el de World Rugby, que simplemente excluye a las jugadoras trangénero de las competiciones femeninas por el «riesgo de lesión muy elevado» en este deporte de contacto.
Por su parte, las federaciones de atletismo, de natación y de ciclismo exigen una transición «antes de la pubertad», lo que equivale prácticamente a una exclusión, ya que la mayoría de países no permiten un cambio de género tan precoz.
Y la estadounidense Lia Thomas, primera nadadora transgénero en ganar una competición universitaria, incumple esta regla, por lo que su demanda ante el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) para integrar la categoría élite de USA Swimming fue desestimada.
Del tenis al triatlón, numerosas federaciones han establecido un periodo en el que la tasa de testosterona no debe sobrepasar un límite.
Otros deportes olímpicos son excepción, aunque no por los mismos motivos: si el tiro considera que «no existe ventaja» en función de la cantidad de hormonas masculinas, la gimnasia y el judo han decidido, por su parte, no hacer nada y no han adoptado ninguna regla internacional en este ámbito.