Hace ya varios días que nuestro querido compañero Juan desapareció sin dejar rastro. Su ausencia llenó nuestros corazones de angustia y desolación.

La búsqueda incansable de su paradero culminó con el hallazgo de su vehículo en el fondo del mar, una visión que nos destrozó aún más. Sin embargo, el cuerpo de Juan aún no ha sido encontrado, y la incertidumbre sigue atormentándonos.



Lo que ha sido aún más desgarrador es la manera en que los medios, las redes sociales y hasta los periodistas han tratado este trágico suceso. En lugar de mostrar respeto y sensibilidad hacia la familia y amigos que lloran su ausencia, se ha preferido alimentar el morbo con conjeturas infundadas y especulaciones sensacionalistas.

Cada día, nuevas teorías y rumores circulan, acumulando «likes» y «views» a costa de la desaparición de Juan. Nadie parece interesado en el sufrimiento que nos embarga, solo en la historia más llamativa y escandalosa que puedan contar.



Juan no es solo un hombre en un vehículo sumergido. Era una persona noble y generosa, un amigo incondicional que siempre estaba dispuesto a tender una mano.

En el trabajo, su presencia era sinónimo de alegría y colaboración; todos lo respetaban por su ética, su amabilidad y su capacidad para hacer sentir bien a quienes le rodeaban. Era un ser humano lleno de vida y sueños, que valoraba cada momento compartido con sus seres queridos.

Pero parece que en estos tiempos, la humanidad y la empatía han sido sustituidas por la búsqueda de la próxima gran noticia, sin importar el costo emocional para quienes quedan atrás. Nadie habla de Juan como la persona que es, de su bondad, de sus risas, de los momentos felices que compartimos con él. En su lugar, se centran en el vehículo, en las teorías de conspiración y en los detalles más escabrosos que puedan imaginar.

Es en momentos como este que nos damos cuenta de cuánto hemos perdido como sociedad. ¿Dónde quedó la compasión? ¿Dónde quedó el respeto por el dolor ajeno? Juan, donde quiera que esté, merece ser recordado por quien es, no por las circunstancias trágicas y aún poco claras de su desaparición. Merece que se hable de él con historias alegres y positivas de su vida, no con suposiciones morbosas y sin fundamento.

Hoy, elevamos una oración por Juan y por todos los que sufren su ausencia, esperanzados de que algún dia podamos volver a verlo.

Recordémoslo como el amigo leal, el colega ejemplar y el ser humano excepcional que es. Que su recuerdo nos inspire a ser mejores, a no dejarnos arrastrar por la corriente insensible del sensacionalismo, y a valorar la vida y la dignidad de cada persona, incluso en los momentos más oscuros.

…palabras quien escribe esta nota, de tu compañero de labores Amaury Mo.