En septiembre de 1955, un virus fue aislado de un trabajador forestal de 24 años de edad, habitante de una comunidad de la Vega de Oropouche, cerca del pueblo Sangre Grande, en la isla de Trinidad (actualmente Trinidad & Tobago).
Sus manifestaciones clínicas eran fiebre, dolor de espalda y tos, los cuales remitieron después de tres días. El virus aislado recibió el nombre de oropouche, manteniendo la tradición de designar a los arbovirus por la ubicación geográfica.
Este virus es un arbovirus, como el dengue (en el artículo anterior Del Paraiso al Pandemonium explico a detalles su etimología). Su vector urbano fue identificado posteriormente como el mosquito culicoides paraensis, pero el vector selvático sigue siendo desconocido. En países de Sudamérica se ha aislado el virus del perezoso de tres dedos, que se cree que participa en el ciclo de transmisión selvático.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) informó que al 16 de julio de 2024, se han confirmado 7,688 casos de virus oropouche en cinco países de las Américas: Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba y Perú, siendo Brasil responsable del 90% de estos casos.
De estos ya se han reportado mortalidades asociadas a complicaciones derivadas de la enfermedad. La República Dominica ha mantenido un corredor turístico muy activo con estos países en los últimos 5 años. Las autoridades de salud pública de Brasil también están investigando nueve casos de aborto espontáneo, muertes fetales y anomalías congénitas para determinar si podrían estar relacionados con el virus.
Detalla Robert Paulino en el Listín Diario que típicamente, las personas infectadas con oropouche desarrollan una enfermedad febril entre tres y ocho días después de la infección. Los síntomas comunes incluyen erupción cutánea, dolor de cabeza, dolor muscular o articular, y a veces problemas gastrointestinales o sensibilidad a la luz.
Los casos graves son raros, pero pueden llevar a síntomas neurológicos. Para los familiarizados con las patologías virales, estos síntomas son muy conocidos en otros eventos de salud, para aquellos que no, pues estamos hablando de síntomas similares a los causados por el virus dengue.
Estimar la tasa de casos asintomáticos es difícil, pero los estudios sugieren que hasta el 63% de las personas infectadas presentan síntomas. Desde la segunda mitad de 2023, los reportes de infecciones por oropouche en humanos y en hospedadores no humanos indican que el virus se está expandiendo a nuevas áreas, probablemente impulsado por factores como el cambio climático.
En julio de este año, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) emitió una alerta sobre la posible transmisión del virus de madre a hijo en Brasil. Estudios limitados han sugerido una posible relación entre el virus y la microencefalia, abortos espontáneos y muertes fetales, pero se necesita más investigación para establecer una relación causal.
Al igual que otras enfermedades transmitidas por vectores, el cambio climático podría estar influyendo en su propagación. Los cambios en la temperatura y la precipitación pueden afectar la dinámica de transmisión, con el aumento de las temperaturas se acelera el desarrollo de los mosquitos culicoides (los famosos “jejenes”), el principal vector del oropouche. Quienes han sido picados por estos mosquitos seguro los recuerdan muy bien, pues su sacia hematófaga se alcanza al cortar la piel con su aparato lacerador-chupador provocando reacciones dérmicas intensas.
Algunos estudios sugieren que los mosquitos culex son capaces de transmitir el virus, este vector es más frecuente y puede ser identificado en zonas urbanas. Estudios previos han vinculado los brotes de oropouche con el aumento de la actividad agrícola, el desarrollo de infraestructuras y las perturbaciones ambientales, como la deforestación y la minería. Estas actividades pueden alterar la distribución de los reservorios animales salvajes y los vectores.
La variante molecular asociada al brote de 2023-2024 exhibe una replicación significativamente mayor en células de mamíferos en comparación con anteriores. Aunque no está claro si esta mayor replicación se traduce en una mayor transmisibilidad por parte de los vectores, podría explicar el reciente aumento de casos y, por consiguiente, su expansión geográfica en la región.
A pesar de lo sensible que puedan ser los sistemas de vigilancia epidemiológica, la infección por oropouche es difícil de identificar debido a la similitud sintomatológica en virus co-circulantes, por consiguiente, la mayor parte de los casos descritos se hace a través de técnicas de diagnóstico de laboratorio. Esto ayudaría a identificar manifestaciones atípicas como las neurológicas que se asociarían a dengue y podrían estar siendo causadas por oropouche, en especial aquellos casos negativos para el primero.
Aunque este virus aún no ha sido reportado en la República Dominicana, su potencial de expansión y el impacto que ha tenido en otros países de la región hacen que sea una amenaza que no debe subestimarse. La preparación y la vigilancia continua son esenciales para prevenir su introducción y propagación en el país, protegiendo así la salud pública y la economía de la nación.